Después de que Luzu y Quackity fuesen juzgados por Vegetta, el juez de Karmaland, y que la decisión que tomó involucrara a ambos rivales encerrados en una misma celda, todo pareció estallar.
Según las palabras de Vegetta: "sería una buena oportunid...
-Y una mamada, váyanse a la verga todos ustedes.- Quackity había maldecido cuando fue esposado por ambas muñecas, mirando a sus "amigos", quienes habían apoyado la decisión de Vegetta.
-Quacks, solo cállate.
-Tu también cierra la puta boca, Luzu.
¿Sería esto una buena idea? ¿un terrible error?
Quackity solo tenía algo en mente, no se dejaría engañar por Luzu.
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Quackity llevaba una horrible pijama monocromática, se sentía como esos reclusos de películas.
Luzu llevaba la misma ropa, su cabello estaba despeinado debido a su reciente cambio y su entrecejo estaba fruncido en un gesto de enojo. Se veía mucho más tranquilo que el pelinegro, que se removía impaciente en su dura cama, parecía estar hecha de concreto.
-Esto es una mamada.
-Podrías solo aceptar lo sucedido.
Lo miró mal.- ¿Por qué?
-Tienes esa manía de llorar por todo lo que te sale mal, no te lamentes por no haber ganado otra vez.
-Vete a la verga, Luzu.
-No lo dije con esa intención.-se encogió de hombros mirándolo de reojo.
El menor dejó salir una risa sarcástica mirándolo con completa rabia. Lo vio sacar un pequeño libro, parecía alguna novela pues tenía muchísimas hojas; observó con detenimiento como pasaba de página con sus largos dedos, sus ojos rubíes analizaban con detenimiento las palabras pintadas en el papel y suspiró al notar su cabello cayendo sobre su frente.
¿Luzu siempre había sido así de guapo?
-¿Puedo leer contigo?.- dejó salir aquello sin razón aparente y el castaño lo miró confundido.
-Claro, ven.- se hizo a un lado en su cama, dejándole espacio para que se sentara junto a él.
No entendía muy bien de que trataba el libro, en realidad, solo había leído un par de frases pero se había distraído con el aroma a perfume del castaño. Fingió leer, quería seguir disfrutando de la calidez y el buen aroma de Luzu, hacía tanto tiempo que no estaban así de cerca, sin tratar de matarse.
-Tal vez eso no era tan mala idea...
Luzu lo miró curioso, los ojos del menor aún estaban fijos en el papel fingiendo que repasaba las palabras. Con su mano levantó el rostro de Quackity y unió sus labios en un beso, saboreó lentamente hasta que fue separado abruptamente.
-¿Qué haces pendejo?.- sus manos temblaban ligeramente en el pecho del mayor y su naríz estaba fruncida en un gesto que fue gracioso para el castaño.- ¿Y ese beso a qué viene?
-Quería hacerlo hace mucho.- no retiró su mano del rostro de Quackity, porque este tampoco se había alejado por completo, parecía estar luchando contra él mismo.
