sueño realidad

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Cuando terminó la semifinal en la que Argentina le ganó a Croacia, la emoción me inundaba el cuerpo. Estábamos en la final, y me hallaba más que convencida de que la copa del mundo sería para la Scaloneta. La merecíamos, estábamos destinados. Ya era nuestra.

Las veces en que lo había dicho en voz alta, Julián me había mandado a callarme antes de proclamar 'anulo mufa', para mí nada podía ir en contra de lo que sentía como cierto, pero ya había dejado de asegurar que ganaríamos la final sólo porque mi mejor amigo era supersticioso y oírme lo incomodaba. Pero, en el fondo, él también lo sabía.

Yo era la primera persona a la que había invitado a viajar junto a él tras enterarse que Scaloni lo había convocado para jugar en la Selección durante el mundial de Qatar. Eramos amigos desde la primaria y no existía nadie que me conociera tan bien. Verlo crecer y cumplir sus sueños desde tan cerca era para mí tanto un orgullo como un privilegio. Julián Álvarez era mi otra mitad, y por eso no me resultaba extraño que la mayoría de las personas que apenas nos conocían pudieran llegar a pensar que entre nosotros acontecía algo más que una amistad. Sin embargo, nada romántico surgiría entre los dos, porque nos vinculaba una especie de simbiosis que no creíamos que fuese a convertirse en otra cosa.

Era por respeto a mi vínculo con él, y sobre todo por timidez, que tampoco me había vinculado con ninguno de sus compañeros de equipo. Eso había sido por propia elección, porque bastaba con contemplar la manera en que algunos de ellos me miraban para comprender que alcanzaría poco más de una sonrisa para invitarlos a hablarme con intenciones de algo más. Me incomodaba la idea de que después, en algún vestuario, existiera la posibilidad de que alguno de aquellos hombres le hablara a Julián de mí desde un punto de vista sexual. 

Era consciente de que sólo se trataba de una cosa mía. Más de una vez Juli me había dicho que le parecía linda a alguno de ellos, o había señalado quién consideraba más adecuado para mí. Yo me reía con él, pero no me lo tomaba en serio. No estaba dispuesta a involucrarme con futbolistas.

Ese día, después del partido, Juli me escribió que había una jodita en el hotel donde concentraban, para familiares y amigos más cercanos. Era su gran noche. Desde el primer gol contra los croatas yo no había podido parar de llorar de felicidad. No había para mí ideal mayor que compartir esa noche con mi mejor amigo. 

Caí a la fiesta con una remera alternativa de Argentina que Julián me había regalado antes de viajar y que llevaba su apellido en la espalda. Tardé más de media hora en tener mi oportunidad de felicitarlo porque el goleador se hallaba permanentemente rodeado de gente que quería celebrar con él. Cuando cruzamos miradas, se acercó a mí y me abrazó con fuerza, levantándome del suelo.

- Estoy tan, tan orgullosa de vos. - le dije con la voz un poco quebrada.

- Ay, no vas a llorar de nuevo, ¿o sí? - Julián se reía.

- ¿Cómo que de nuevo? ¿Quién te...?

- A mí no se me escapa nada... - dejó la frase en el aire. 

Noté que miraba por encima de mi hombro a alguien que estaba detrás de mí, y antes de darme cuenta de que lo había hecho, me di vuelta para ver a quién estaba mirando con gesto jocoso. El Dibu Martinez estaba sentado en el apoyabrazos de un sillón y sostenía un vaso. Con una sonrisa dibujada en los labios, levantó la mano libre para saludarnos. Para saludarme, si a Julián lo había visto todo el día. Le devolví el saludo con una sonrisa, y, en seguida, mi amigo me dijo.

- Me preguntó por vos hoy.

- ¿Qué? ¿Quién? - pregunté como una boluda.

- El Dibu, pava. 

- ¿Qué... qué te preguntó? - ¿por qué no paraba de titubear? Julián se rió.

- Me preguntó qué onda yo con vos.

Sueño realidad (El Dibu +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora