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Un silencio casi antinatural inundó el bosque. Las aves parecían haber dejado de cantar, desperdigados entre los árboles ante la imponente presencia. Pequeñas criaturas, que rondaban entre los matorrales, salieron corriendo a sus madrigueras debido al intenso aroma a depredador Alfa, el cual era suficiente advertencia.

Jaebeom caminó lentamente entre los pastizales, el sol ardiente del mediodía quemando sobre su pelaje de manera inclemente. Miró a su alrededor rápidamente antes de acercarse a la orilla del río, donde el agua fresca de la montaña bajaba en una corriente continua en forma serpenteante.

Bufó, agachándose para beber. Su cola serpenteaba silenciosamente detrás suyo, curvada levemente al final; al mismo tiempo que sus orejas rotan constantemente en busca de capturar el más mínimo ruido.

Cuando terminó de aliviar su garganta reseca, se incorporó. El rubio pelaje decorado con manchas negras cubría su cuerpo, sus poderosas piernas felinas llenas de músculos y parte de sus antebrazos. Filosas garras, capaces de destrozar carne con tan solo un movimiento, lucían en sus patas.

El Jaguar miró hacia el otro lado del río, donde se podía ver una isla y nuevo territorio. Gruñó, mirando el caudaloso volumen y pensando que sería un completo dolor en el trasero nadar a través de él. Sin embargo, no tenía otra opción.

Estaba en época de celo, donde las hormonas bullían por su sangre haciendo que su instinto se disparara de manera vertiginosa. Su nariz se hallaba hipersensible por la cantidad de aromas, la jungla floreciendo de manera basta tanto en su flora como fauna. Y por supuesto, saturada por la cantidad de feromonas que otros Alfas dejaban constantemente por la selva, rozando su territorio.

Se lanzó hacia el agua, utilizando sus patas felinas para mantenerse estable en las rápidas corrientes del río y seguir su curso hacia el otro lado. Era ese mismo río, tan difícil de sobrellevar, lo cual sería su salvación. Su barrera en busca de una nueva tierra alejada de tanta población.

A Jaebeom no le agradaba la idea de dejar su territorio, para nada. Mucho menos cedérselo a algún alfa, aunque la porción de bosque que había reclamado como suya no fuera la gran cosa. Pero la situación se había vuelto completamente insufrible, siendo amenazado y retado constantemente; obligándole a mantenerse alerta para defender su zona de caza. Y cuando despertó un día con el pungente olor a celo de otro Alfa a tan solo unos metros de su guarida, decidió que había sido demasiado.

Logró llegar hasta el otro lado de la orilla. Salió del caudaloso río y se sacudió, permitiendo que el sol secara su piel y calentara su cuerpo. Inspiró profundamente, buscando capturar cada pequeño aroma que pudiera en esa nueva zona.

No había nada demasiado destacable entre el vivo olor a vegetación y fruta, aunque definitivamente la jungla parecía ser mucho más espesa hacia adelante, algo nuevo para su costumbre.

Se internó silenciosamente, escuchando los cantos de las aves y sus vuelos en las copas de los árboles. Sus patas se hundían en la tibia y mullida tierra debajo, cubierta por hojas secas y musgo.

Siseó, mirando los frondosos helechos y altas hojas. Sería mucho más difícil camuflarse en ese ambiente, y debía buscar un bosque más seco si quería cazar algo medianamente grande.

Luego de rondar algunas horas entre la frondosa selva, almorzando un par de conejos que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino, encontró por fin un árbol para asentarse por la noche.

Utilizando sus garras, trepó sin esfuerzo hasta las ramas más altas y gruesas, donde la espesura de las hojas ayudaría a esconderlo a pesar de su pelaje trigueño.

Pretty Savage [Bnior/JJP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora