Prefacio

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1 de enero de 2014

—Estas hermosa mi niña, te vas a casar con el hombre que amas, tienes tu propio trabajo, tienes todo lo que una mujer desearía tener a los veinticinco años -dice mi madre mientras termina de colocarme un collar—. Te amo.

Doy media vuelta y le sonrío— Yo te amo a ti, mamá.

En las bodas cada novia usa un velo y es lo que su madre le coloca antes de irse a la capilla, pero en mi familia utilizamos un collar, el cual fue dado por mi bisabuela, a mi abuela, mi abuela a mi mama y mi mama me lo da hoy a mi. Cada mujer que lo ha tenido le añade algo o simplemente le da su propio toque. Una tradición bastante bonita a decir verdad algo diferente. Es un collar plateado con un rubí en forma de gota, en su borde tiene unos pequeños diamantes, mi mama le añadió la fecha de su boda en el borde posterior. Sonrío mientras veo a mi padre entrar.

—Vamos Elena, el novio te espera —dice mi mamá con una sonrisa.

—¿Están seguros que él está allí? —pregunte, tenía un mal presentimiento.

—¿Quién en su sano juicio dejaría a esta hermosa mujer, plantada en el día de su boda? Normalmente es ella quien lo deja plantado —papá sonríe y sus ojos se achican donde aparecen unas arrugas—. ¿Estas segura de querer casarte, porque no lo dejas allí solo?

Solté una carcajada de esas que tus vecinos escuchan.

—Papá por favor, Marcos me ama, no lo voy a dejar allí en ridículo delante de quinientos invitados.

Papá ríe sin emoción alguna, pero salimos de la casa rumbo a la iglesia.

Si mi padre no es fan de mi relación con Marcos, no lo odia, pero tampoco es de su agrado puesto que él es su jefe y disimula bastante bien su disgusto hacia su persona. Él dice que Marcos esconde algo "es muy discreto con sus relaciones, nunca antes se le ha visto con otra mujer, en la empresa se rumora que es gay" palabras suyas como empleado de Marcos, no mías.

Marcos y yo nos conocimos en un típico cliché. Yo con mis veinte años iba tarde a mi entrevista de trabajo en una organizadora de actividades, pero yo estaba interesada en el puesto para la repostería, estaba saliendo de una cafetería bastante conocida aquí en mi ciudad, con mi café en mano, después de pagar por el café iba envuelta en mi celular, cuando impacté con un cuerpo fuerte provocando que mi trasero impactara con el piso y derramar mi café encima. Lo maldecí hasta el cansancio, le dije hasta del mal que iba a morir.

*Cinco años atrás*

—Mira por donde andas bruto, ¿qué no me viste? ¿Eres ciego?, por tu maldita culpa no podre llegar a la entrevista, no sabes cuánto te detesto en estos momentos —dije alterada poniéndome de pie nuevamente. Sin su ayuda.

¡Qué caballero! ¿Tampoco es capaz de ayudar a la mujer que dejó caer al suelo?

—Señorita mis más sinceras disculpas, pero creo ver que la culpa ha sido de usted por estar pendiente a su celular —dijo con su voz calmada y un asombro de sonrisa.

—Me importa un carajo si yo iba mirando mi celular, no es de su incumbencia, usted perfectamente que me podía pasar por el lado y esquivarme —dije y me agache a recoger mi teléfono—. Perfecto, mi celular también se ha jodido.

—¿Algo en que la pueda recompensar, señorita? —dijo mirándome detenidamente.

—¿Acaso tiene una empresa millonaria en la que me puedas dar trabajo, y comprarme otro celular? —dije mirándolo seriamente.

Vestía con una etiqueta gris, a decir verdad a simple vista se notaba que era cara. Era un hombre de piel blanca, cabello rubio y sus ojos con un color miel, unos labios apetecibles. ¿Besará bien?¿A qué sabrán sus labios? Elena apenas lo conoces.

Venganza de la noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora