Nina

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Bella, la luna se alzaba radiante en el cielo, una perfecta luna llena decorada con un par de nubes oscuras.

No se suponía que nadie estuviese fuera, sin embargo, allí estaban ellos dos. Un muchacho y una asesina.

El castaño miró en su dirección, sentada en una de las bancas del parque pudo ver a una figura encapuchada. A pesar de sólo verla desde la distancia, pudo notar dos cosas; La primera es que era una chica, debido a la complexión de su cuerpo. Y la segunda es que ella estaba llorando, ya que, a pesar de que no podía ver su rostro, la manera en que tenía la cabeza baja y el cómo se movía en su sitio, era suficiente para suponer que estaba sollozando.

¿Amabilidad? ¿Empatía? ¿Preocupación? O quizás simplemente era un chismoso, pero no tardó en caminar hacia ella, posicionándose unos pocos metros frente a la desconocida e inclinando un poco su cuerpo hacia ella. Ahora podía oírla, sonaba ahogada, como si no estuviese apretando los dientes para no dejar escapar ningún sollozo.

—Disculpa, ¿estás bien?

Ella brincó un poco al escuchar aquella voz tan cerca, probablemente porque no esperaba que alguien se dirigiera a ella o porque creyó que estaba sola en aquel parque. Las únicas características que él pudo ver de ella fueron un par de mechones cabello negro, además de un tono de piel tan blanco que era incluso preocupante. Aunque no pudo apreciar su rostro por completo, ya que su nariz y boca eran cubiertas por un cubrebocas de color violeta como el de su sudadera, además usaba unos anteojos de sol que ni siquiera le permitían ver el color de sus ojos.

Ella no respondió, sólo frunció un poco las cejas y disimuladamente comenzó a llevar su mano hacia uno de los bolsillos de su sudadera, lista para sacar el cuchillo, aunque antes de que pudiese hacerlo aquel desconocido le extendió una mano, en la cual descansaba un pañuelo blanco.

La mirada de la asesina divagó entre sus dos opciones, aceptar el pañuelo o sacar el cuchillo. Finalmente, tomó el pañuelo y se limpió debajo de los ojos.

—¿Puedo? —cuestionó él, apuntando con su cabeza al lugar vacío a su lado, recibiendo un asentimiento por parte de ella— ¿Un mal día?

—Digamos que sí...

—¿Quieres hablar sobre eso?

—Es algo personal... —se limitó a decir mientras lo observaba sentarse a su lado— ¿Y tú qué? ¿Qué quieres?

—Nada realmente, simplemente te vi llorando y creí que necesitarías hablar con alguien. Supongo que en estos casos lo mejor es presentarse, ¿verdad? Me llamo Daniel, un placer.

Nina.

—Bonito nombre —comentó, sacando una caja de cigarrillos—. ¿Quieres?

—¿No eres muy joven para fumar? —preguntó tras verlo de arriba abajo.

—Tengo dieciocho.

Ella suspiró ligeramente y pensó en aceptar, pero luego recordó lo que se escondía detrás del tapabocas, ¿quizás podría mostrar su rostro para así asustar al muchacho? Sonaba ligeramente divertido, el ver su cara de horror y miedo para luego matarlo. Así es, sonaba divertido, mas no tenía ánimos para eso ahora mismo.

¿Y cómo tener ánimos cuando él había muerto?

Ella negó con la cabeza, por lo cual el más joven sacó un cigarrillo para sí mismo y lo encendió, dándole una pitada, dejándolo descansar en sus dedos tras liberar el humo.

—¿Y qué te gusta, Nina?

—¿Qué hay con esa pregunta?

—Hm, sólo estoy tratando de empezar un tema de conversación —respondió subiendo los hombros.

NinaWhere stories live. Discover now