Instinto

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- Hola, Will.

- Buenos días, Dr. Lecter.

El despacho de Hannibal estaba impregnado de un olor que Will no conseguía distinguir. Un olor rancio, duro, fuerte, que le golpeó nada más cruzó la puerta. Definitivamente no era el olor de Hannibal.

- Huele raro. Diferente – dice Will. ¿Su anterior paciente?

- Desconocía que su nervio olfativo era tan desarrollado como el mío, Will. ¿Mi paciente anterior? Dígame, ¿qué importancia tiene para usted? – pregunta Hannibal intencionadamente.

Will calla. Observe fijamente el rostro de Hannibal intentando descifrar algo. Lo que mar. A pesar de su habilidad, descifrar los pensamientos de Hannibal, sus sentimientos, es sumamente complicado. Hannibal posee un don para permanecer imperturbable, firme como una roca, insensible ante el mundo que le rodea. Tal vez, algún día...
Will empieza a deambular por el despacho mientras imagina qué clase de hombre ha ocupado su sitio hace pocas horas. ¿Otro empático?

- ¿En qué piensas, Will? – pregunta Aníbal. Si no habla conmigo, difícilmente podremos avanzar en la terapia.

- Me preguntaba si soy el único empático al que está tratando o, mejor dicho, si soy el único empático al que ha tratado en todos los años como psiquiatra – responde Will.

- ¿Cómo le haría sentir eso? Imagine que es usted el primero – responde Hannibal. ¿Cómo le hace sentir?

- Especial – responde Will. Raro. Me hace sentir diferente, como una estrella cuyo combustible ha acabado y muere.

- Pero usted no se muere Will, sino que brilla con muchísima intensidad. Diré más: usted es la estrella más brillante que conozco de todo el universo que me rodea – explica Hannibal. Sentir que desfallece me hace pensar que no está pasando un buen momento. ¿Duerme, Will?

No, no duermo, se dice para sí mismo Will. No duermo porque pienso en ti, me desvelo imaginando con esta potenciada imaginación mía y sobrevivo en esa ilusión que es tan vívida que me hace dudar de todo lo demás.

- ¿Voluntad? ¿Ha escuchado lo que le dijo?

- Sí. perdóname No duermo bien últimamente, me desvelo. A veces me siento en la cama a oscuras y me quedo mirando la pared fijamente. Otras simplemente me quedo tumbado en la cama, mirando el techo – explica Will sin saber por qué está abriéndose de esa forma. A la que me doy cuenta ya está amaneciendo.

- Hábleme de ello, por favor. Si me habla de esas ilusiones quizás pueda ayudar a disiparlas y que así pueda descansar. Dormir es esencial en la vida, nos prepara para un nuevo día y, mientras dormimos, todo nuestro organismo se regenera – responde Hannibal.

Will, nervioso, sigue caminando por el despacho. No quiere responder, no quiere arriesgar absolutamente nada, no quiere perder la valoración que Hannibal tiene de él, de sus sesiones, de sus conversaciones privadas que cada vez se hacen más íntimas.
Pero en asuntos del corazón, él es quién manda.
Hannibal, que observa a Will detenidamente esperando una respuesta, se inclina ligeramente la cabeza invitándole a hablar. Y, dejando de respirar durante unos segundos, escucha tras él a Will, susurrándole.

- En usted, Aníbal. Pienso en usted. Mi mente me lleva a sitios donde nunca he estado con usted como única compañía. Con usted como único consuelo y con usted como lo único real en un mundo que se desmorona a mi alrededor.
¿En qué momento se ha colocado Will en su espalda?

- ¿Qué hacemos en sus ilusiones, Will? – Hannibal sabe perfectamente lo que hacen, o lo intuyen. Pero quiere que Will lo diga en voz alta, lo haga real.

Will apoya la barbilla en el hombro de Hannibal. El psiquiatra nota su aliento en su cuello, en sus mejillas, se llena de él. Will sonríe.

- Date la vuelta, Aníbal. Sabes tan bien como yo por qué no duermo, qué es lo que me mantiene despierto toda la noche. Qué es lo que hacemos cuando me refugio en mi mente.

Hannibal sonríe a su vez, girándose lentamente y mirando fijamente a los ojos del joven.

- Tiene solución. No deberías haber esperado tanto para hablarlo conmigo.

Instinto (COMPLETA) Where stories live. Discover now