El final

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Se levantó de inmediato al sentir las gotas de lluvia impactar contra el techo. De un salto se encontraba fuera de la cama y su respiración agitando con fuerza ante el susto que las pequeñas gotas habían provocado en ella.

Aún sentía que tenía un pie dentro de la arena. No importaba cuanto días pasaran, siempre tenia las orejas muy atentas y su cuerpo siempre rígido en posición de defensa. Era difícil y las pesadillas lo complicaban aún más.

Tras controlar su respiración vio el lado bueno de la situación. Ya estaba despierta a la hora que necesitaba estarlo.
Con una cubeta en mano y unos pasos sigilosos como ella, salió a ver la oscura madrugada. El agua impactó en la cubeta y ella se dedicó a respirar profundamente el aire y el momento. Pronto el sol se asomaría, los pájaros cantarían y junto a ellos la bandada.

Volvió a casa, tomó un trapo para secarse el rostro y con un par de bolsas en mano empezó a tomar todo lo que veía en la alacena. No era mucho, evidentemente, pero serviría. Como manera de compensarlo dejó el dinero encima de la alacena, ellos podrían reponer con mas cosas lo que ella había tomado.
La última voz que escuchó de la bandada fue la de Tam Amber, a quien despistó con alguna excusa.

Colocó las bolsas encima de una carretilla y antes de salir de allí se quedó en la buhardilla habilitada como dormitorio dedicándose a mirar a su familia. Todo dormían. Todos estarían bien.
Era lo necesario, era lo que debía de hacer. Probablemente no tocarían por un tiempo ante la conmoción pero eventualmente Maude Ivory la remplazaría, volverían a resurgir y estarían bien. Ese era un buen final comparado con el que les podía esperar junto a ella, junto a ella solo aguardaba un destino frío, un destino en el que ella era asesinada por el alcalde y la bandada muriendo de hambre ante la prohibición de sus eventos.

Moriría pero bajó sus condiciones.

Vio los vestidos de su madre tendidos entre las cajas. Vio a su guitarra apoyada en una esquina, la sujetaba de caerse un pañuelo naranja. Se mordió el labio ante la impotencia  de no poder llevársela con ella y tomó la tela entre sus manos para salir de allí. Llegó al árbol del ahorcado. Tomó asiento tras este, era aún temprano y con carretilla en manos se dedicó a esperar a Coriolanus. Allí sentada con el silencio del amanecer quedó junto a sus sentimientos y empezó a pensar con más claridad todo. Estaba escapando, y el problema no era escapar, el problema era irse sola, sola sin su familia. Al distrito 12 no lo extrañaría. Siempre se habían desplazado de lugar en lugar, porqué su hogar era donde estuviera la bandada...Pero sola, era algo diferente.

No habría durado ni una semana sola en los bosques, habría regresado eventualmente. Pero, no estaría sola, no. Coriolanus vendría. Que suerte que lo tenía, estaba claro que no habría sido capaz de hacer esto sin él.

Él se mantuvo a su lado desde el primer momento, incluso iban a huir juntos. Con compañía junto a quien más amaba todo sería más ameno.

Sin tiempo a pensar más, casi sintiendo la necesidad de tener las cuerdas y el mango de la guitarra entre sus manos para poder soltar las cadenas de sus sentimientos a través del canto, vio a lo lejos la figura del chico. Tomó el pañuelo naranja que estaba aprisionado entre sus manos para calmar sus nervios, lo llevó a su nariz y dejó que el olor a casa llegará a ella dándole un gran empujón de seguridad.

Corrió a abrazarlo, y él respondió al abrazo, eso le levantó le levantó un poco el ánimo.  Se besaron y la mano de él tocó su pañuelo naranja.

—No parece muy discreto para una persona a la fuga.

Lucy Gray sonrió, porqué cada vez que su carismática esencia se lo permitía ella lo hacía. Pero no era sincera, en el rostro del chico veía la clara duda ante lo que iban a hacer.

¿Qué pasó con Lucy Gray? -LOS JUEGOS DEL HAMBRE- Where stories live. Discover now