Capítulo 1. El despertar

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Desperté en medio de una insondable y aparentemente infinita oscuridad

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Desperté en medio de una insondable y aparentemente infinita oscuridad.

Por unos breves instantes, incluso me costó comprender que mis ojos estaban abiertos; no alcanzaba a visibilizar nada en su totalidad y eso, por razones de sobra, resultaba aterrador (bueno, quizá "aterrador" era una palabra muy fuerte que no iba conmigo). El silencio me generaba una sensación de inconformidad y, de haber sido un ser humano, habría entrado en un catastrófico pánico antes de siquiera poder razonar.

Mi garganta se cerró y lo único que oí fue mi vacilante respiración, que iba a la par del casi imperceptible movimiento de mi pecho. Lo cierto era que no necesitaba respirar, ¿de qué sirve que un muerto lo haga?

Pero lo mío era más un hábito, debo admitir.

—Hum... —emití un sonido gutural solo para verificar que realmente estuviera despierto y no fuera un vil sueño o truco de mi mente.

Estaba de vuelta.

Una sonrisa se dibujó en mis labios de lado a lado y alcé mis brazos, palpando mi alrededor con cuidado y cautela. Mis dedos se flexionaron con atisbo de duda, apoyándose sobre la fría superficie de la caja de madera en la que estaba metido. Sabía a la perfección donde estaba colocado todo, porque esto ya estaba planeado. Y si algo era planeado por mí, entonces se podía asumir que iba a ser un rotundo éxito.

Tras explorar en silencio y con sumo detenimiento la madera astillada, hallé con una grata sensación de satisfacción la manija de la puerta del ataúd. Mi rostro se contrajo en una mueca al halar de la manija hacia arriba y empujar la puerta. Maldije por lo bajo cuando no se abrió al instante; no importaba, igual también había contado con esto. Había contado con cada posible contratiempo, pues yo siempre planeaba las cosas así.

Volví a intentarlo con más fuerza y, cuando no fue suficiente, me incorporé hasta donde me era posible en ese reducido espacio; con mis pies en cuclillas y en un ángulo considerablemente doloroso, mis manos sobre la puerta y mi espalda contraída. Con este nuevo punto de apoyo, de nuevo empujé.

Esta vez lo conseguí.

Sin embargo, la puerta solo logró abrirse menos de una pulgada, dejando entrar un rastro de tierra que solo fui capaz de distinguir a través del húmedo olor. Pero eso era todo lo que necesitaba. Me abrí paso a través de esa pequeña rendija que había levantado, sacando mis manos, empujándola más arriba y empezando a sacar la mayor parte de mi cuerpo como un gato.

He aquí un consejo: no intenten esto si son humanos.

Probablemente uno de ustedes moriría si siquiera se le pasara por su reducida capacidad cerebral hacerlo, porque sus pequeños e incapaces pulmones ni siquiera resistirían ser enterrados en un ataúd más de un día; morirían por la falta del aire... Y eso sin mencionar las consecuencias de tratar de escapar a través de tierra.

Pero yo era un vampiro. Así que no solo era una criatura notablemente superior a los humanos, sino que también era más increíble... Porque sí, solo lo mejor de lo mejor puede escapar con vida tras haber sido enterrado bajo tierra.

Las Trágicas Aventuras de Orion y Alka © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora