Capítulo 3. Aprender mucho funde el cerebro.

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De alguna manera, había acabado en un callejón y aprendido dos valiosas lecciones:

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De alguna manera, había acabado en un callejón y aprendido dos valiosas lecciones:

La primera era que no debía seguir a una mujer a las dos de la madrugada para intentar ver si conocía un sitio donde pasar la noche (o, en mi caso, el día).

Y la segunda era que el mundo de ahora solo podía resumirse en las palabras "dolor de cabeza".

¿Cómo funcionaban las cajas metálicas con ruedas que parecían tener la función de transportar gente? ¿Qué había en esos cajas rectangulares y delgadas que tenían un montón de imágenes fugaces y personas dentro? ¿Cómo lograban que las luces en los postes nunca flaquearan? ¿A quién se le había ocurrido inventar calles tan extrañas y con nombres que en mi vida habría imaginado?

Entre más descubría, más anonadado y perplejo estaba.

Por los colores, el ruido, las luces y las personas. No entendía nada y eso me abrumaba demasiado.

Los sentidos de los vampiros no estaban tan agudizados como los de un hombre lobo, pero seguíamos siendo más susceptibles que un humano y, por tanto, todos mis sentidos ahora estaban sobreestimulados y confundidos acerca de a qué debía prestar atención.

Naturalmente, acabé en el lugar en el que menos había ruido y luces: un miserable callejón.

Eso me daba tristeza. No tenía claro cómo un vampiro tan importante y poderoso como yo había acabado sentado en el suelo de un sucio y húmedo callejón.

Una parte de mí le guardaba un pequeño rencor a Alka por haberme dejado tirado en el parque a sabiendas de que yo no tenía idea de en dónde estaba... ¿Qué le costaba, al menos, decirme qué podía ser mejor para recolectar información sobre esta época y no morir abrumado en el intento?

Solté un suspiro y sacudí la cabeza. Enterré mi rostro entre mis manos y maldije por lo bajo en francés e inglés. Extrañaba la época de la que provenía, la época "normal" en donde los transportes eran tirados por caballos y todo era absurdamente más simple. Además, no me entraba en la cabeza que no hubiera rastro alguno de la comunidad sobrenatural... Basado en lo que había dicho Alka, asumía que los humanos habían borrado huella de la existencia de ellos y habían pasado a considerarlos como una especie de cuento de hadas.

Y la idea me resultaba sumamente ofensiva.

Tenía la cabeza apoyada contra la pared, mi entrecejo arrugado y mis brazos cruzados sobre el pecho. Me sentía extraño ahí sentado sobre el suelo, cosa que en mi vida había hecho antes; no recordaba cómo fueron las cosas cuando era humano, y justo por ello podía decir que, desde que tenía memoria, había vivido entre considerables lujos.

Y justo ahora me sentía como un vagabundo.

Observé como un grupo de cuatro humanos se deslizaba por el callejón. Al principio les ignoré, decidido a pasar la noche sin llamar la atención de nadie y muriendome en silencio; sin embargo, entonces advertí que uno de ellos se giraba hacia mí.

Las Trágicas Aventuras de Orion y Alka © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora