Capítulo 4. El siglo XXI es otro mundo.

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Habíamos acabado en un restaurante

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Habíamos acabado en un restaurante. Yo con mis oídos a nada de soltar humo y Alka algo abrumado de responder mis minuciosas preguntas sobre cada cosa que me contaba.

No podía creerme nada de lo que me decía el chico. Saber que en esta época era posible comunicarte sin un telégrafo que nunca aprendí a usar y con solo deslizar el índice sobre la pantalla de una cajita nombrada "celular" (eso explicaba por qué los chicos del callejón me lo habían exigido); o enterarme de que esas cajas metálicas llamadas "automóviles" eran capaces de transportarte a millas de distancia en minutos; comprender que se hablaban abiertamente sobre temas de los que antes te tachaban de pervertido y loco. En conclusión, todo era demasiado confuso.

Había enterrado mi rostro entre mis brazos, respirando trabajosamente y percibiendo cómo un nudo iba cerrándose cada vez más en mi garganta. Apreté los puños y alcé la cabeza de golpe, clavando mis pupilas en Alka.

—Enséñame sobre todos los avances tecnológicos y consigue que los entienda a fondo —dije, más como una orden que una petición.

El chico vaciló. Estábamos uno frente al otro en un restaurante con ambiente azucarado y con un leve olor a cafeína. Las mesas eran circulares y de madera pulcra y limpia, el suelo reflejaba las luces blancas que colgaban del techo. Había más mesas a mi alrededor, aunque la nuestra estaba al fondo y hasta lo más escondido, alejada del mostrador detrás del cual había una bonita mujer rubia que me había entregado un vaso de vidrio con un líquido café en su interior; también tenía cubos de hielo por una misteriosa razón.

—¿Me lo estás ordenando? —inquirió, anonadado y viéndome como quien se le queda mirando a un loco de la calle.

Y yo no era un loco de la calle, así que eso me ofendió un poco.

—Podemos hacer un trato, si te parece mejor —respondí, tamborileando mis uñas sobre la superficie de la mesa—. Yo tengo información que tú quieres y viceversa. Creo que, después de todo, podemos ayudarnos mutuamente.

—Bueno, si lo pones así... Supongo que no se oye mal.

—Y además, te quedaste con mi capa.

Un sonrojo subió a las mejillas de Alka ante este recordatorio.

—Cierto —murmuró con ademán incómodo mientras desviaba su mirada hacia el suelo—. En ese caso, quiero establecer unas reglas: no me interrumpas cuando esté en horario escolar, ni tampoco en mi trabajo... Hum, en realidad sería bueno que solo habláramos entre las siete y las nueve de la noche, ¿te parece bien? Aunque también tengo huecos libres los fines de semana...

—Espera, ¿eso significa que estaré solo la mayor parte del día?

—Pues sí.

Fruncí el ceño.

—¿Y qué hago si sucede algo? —interrumpí—. Mira que soy inteligente y me adapto rápido, pero ya sé que habrán muchas situaciones y cosas que no recordaré de un día para otro, y ahora mismo me siento como si estuviera en otro mundo...

Las Trágicas Aventuras de Orion y Alka © [COMPLETA]Where stories live. Discover now