『i'm not feeling anything at all』

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Juan siente besos en su mejilla al despertar y tiene que aguantarse el suspiro cansado que quería soltar al saber a quién tenía a su lado.

- Buenos días amor. - Siente otro beso y esboza una suave sonrisa.

- Buenos días, Rubí. -

El peliblanco a su lado se levanta y va hasta el baño, cosa que permite al castaño de gafas quitar su sonrisa forzada. Comienza a vestirse frente al armario con la ropa que Rubius había elegido expresamente para él y a pesar de que a él le gustaban los colores vivos y no tanto color oscuro como aquella ropa, sabía que tenía que hacerlo para que el híbrido de oso pardo no se enfadara.

- Te ves tan lindo así vestido. - Lo abrazó por la espalda y le dejó un beso en su cabeza. - Esa ropa que llevabas antes te quedaba... rara, tanto color junto queda mal, ¿no lo sabías? -

- ...sí. -

- Entonces no entiendo por qué te vestías así. - Hubo un pequeño silencio en donde Juan tuvo que morder levemente su lengua, aguantando las ganas de contestar de mala manera. Se había prometido a sí mismo que esta vez no haría las cosas así. - Bueno, hoy iremos a comer a un sitio que ha abierto hace poco, ¿vale? -

Juan sólo asintió y el híbrido se alejó de él para comenzar a vestirse. Lo único que había en el ambiente era silencio y el de gafas odiaba aquello porque se había acostumbrado a vivir con los constantes gritos de su pareja, entre discusiones y peleas tontas que acababan con él llorando encerrado en la habitación y su novio fumando o bebiendo de forma excesiva. Siempre había sido así y a Juan le extrañaba que aquello hubiese acabado. A veces, sólo a veces, tenía ganas de pedirle a Rubius que le gritara para poder volver a sentir algo junto a él aunque ese algo fuera dolor, pero era mucho mejor que no sentir nada. ¿Estaba mal eso? ¿Rubí de verdad había cambiado? Y si había cambiado, ¿por qué no podía enamorarse de él?

- Juan. - El peliblanco lo llamó. - ¿Todo bien? Te quedaste como idiota mirando al espejo sin pestañear. -

El nombrado asintió y su novio bajó un piso para ir hasta la cocina a preparar el desayuno. Normalmente siempre lo hacía él, pero cuando volvieron, Rubius le prometió hacer la comida más veces. Extrañamente, lo estaba cumpliendo.

El resto de la mañana fue en silencio, siempre lo era. Si viviera solo, Juan pondría algo de música; bachata quizás, pero sabía muy bien que Rubius odiaba que hubiese tanto ruido en la casa y no quería hacerlo enfadar, tenía miedo de hacerlo enfadar.

Cuando la hora del almuerzo llegó y salieron de la casa, escuchó el suspiro molesto del híbrido llegar a sus oídos.

- Odio que vivas tan lejos, es como si te diera miedo la gente. -

- Rubí, sabes que-. -

- Calla. - Juan odió que su cuerpo reaccionase solo y le hiciera caso. - Vámonos ya. -

Después de un largo trayecto en donde Juan tuvo que aguantar las quejas de su pareja llegaron al restaurante.

- ¿Comida rápida? - Preguntó Juan.

- Bueno, dicen que el pollo está muy bueno. -

El de gafas sólo se encogió de hombros y siguió a su novio hasta una mesa. Un amable chico de pelo negro y gafas les atendió. Rubí hizo su pedido y Juan ni siquiera tuvo que molestarse en hablar porque su pareja había pedido lo mismo para él. Ni siquiera se preguntó si él quizás querría algo diferente, pero lo hecho, hecho estaba.

Comían en silencio y Juan notó la felicidad de las otras personas en el local. Parejas, familias y amigos comían animadamente con un brillo especial en sus ojos y el castaño notó la pesadilla a la que estaba siendo sometido. Sintió sus manos temblar así que dejó los cubiertos sobre la mesa llamando la atención del peliblanco.

Fake ──── SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora