Capítulo 1

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                              Lena

Se encontraba mirándose a sí misma en el espejo. Pensando.

—Lena, ¿Estás lista?— escuchó decir a su tío al otro lado de la puerta.

—Sí.

Tomó su maleta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Al bajar las escaleras vio a su tío parado en la puerta principal, esperándola.

—Es hora de irnos— dijo él, cerrando la puerta al salir.

Lena estaba acostumbrada a esto. A no permanecer en un lugar por demasiado tiempo. Desde pequeña, siempre fue así. Nuevo pueblo, nueva escuela... Nueva vida.

Pasó todo el camino en silencio. Realmente, no tenía mucho de qué hablar. No quería saber a qué lugar irían ahora. Sabía que era a una de las mansiones de la familia, pero nada más.

—Hace años que no venía a este lugar— comentó su tío, aparcando el coche frente a una enorme reja que, al instante se abrió.

Anduvieron unos minutos más por un camino de tierra y árboles frondosos a los costados de este hasta que, al final pudo divisar una enorme casa vieja.

Por fuera, parecía que estuviera abandonada. El aspecto era demacrado y viejo, muy viejo.

Ambos bajaron del coche y se quedaron unos segundos mirando la enorme casa.

—La mansión Blanc— dijo él, señalando la casa.

Al entrar quedó pasmada. Si por fuera parecía una simple casa vieja, por dentro era todo lo contrario.

El piso era de mármol, al igual que las paredes. Una enorme escalera en forma de caracol se situaba en el centro del enorme salón. Habían enormes cortinas de terciopelo rojo cubriendo las enormes ventanas. Había hasta... Un piano.

—¡Han llegado!— escuchó que alguien gritaba desde un salón que, parecía ser la cocina. —¡Louis, ven aquí!

Una señora regordeta apareció casi corriendo hacía ellos.

Ah, su tía Olga.

—¡Lena, querida!— la mujer la envolvió en un abrazo de oso. —Hace mucho que no te veo. Que grande estás, y tan hermosa— le dijo al separarse de ella.

Y era cierto. La última vez que vio a su tía Olga fue... En el funeral de su madre.

Prefirió no pensar en eso y centrarse nuevamente en su tía que seguía mirándola con una enorme sonrisa.

—Olga, querida. Te noto más delgada— dijo Malcolm con una sonrisa burlona.

—Oh, cierra la boca.

—Vaya, vaya. Miren a quienes tenemos aquí — dijo alguien bajando las escaleras.

—Louis, cariño. Ven aquí.

—Si son mi querida prima y... Malcolm— dijo, pasando su mirada en ambos.

—No los molestes, Louis. De seguro están agotados por el viaje.

Louis desapareció escaleras arriba y solo quedaron ellos tres en el salón.

—Vamos, les he preparado algo de comer — dijo, abrazando a Lena de lado.

Los tres entraron a la cocina, era igual de lujosa que el salón y, probablemente, el resto de la casa.

Se sentó en uno de los taburetes junto a su tío mientras su tía Olga le servía un poco de comida en un plato.

—No me has dicho por qué han venido, Malcolm.

—Ocurrió... Un accidente— dijo Malcolm, mirando el plato frente a él.

Lena apartó la mirada enseguida, clavándola en cual lugar. Recordaba lo sucedido. Los gritos, la gente, la risa de sus compañeros, los sollozos...

Por ello estaban allí. Por su culpa habían tenido que irse del pueblo.

No se sentía orgullosa de lo que hizo, aunque tampoco sentía culpa por haberlo hecho. Se lo merecía.

—¿Qué ha su...— se detuvo al ver que Malcolm le dedicaba una mirada significativa.

—Aquí tienes tu comida, Lena. Espero te guste— le dijo dándole una gran sonrisa tierna. Casi maternal.

—Gracias, tía Olga— respondió, dedicándole también una pequeña sonrisa.

Lena cenó en absoluto silencio. Sólo oía a sus dos tíos parlotear de todo. La familia, los viajes, recuerdos, etc.

—He terminado— dijo apartando el plato —iré a mi habitación.

Salió de la cocina y subió las escaleras.  No sabía cuál era su habitación, pero Louis había subido su maleta hacia un rato así que se aproximó a ver en cuál de todas las habitaciones estaba.

Luego de revisar al menos tres de ellas, encontró la suya. Era la última de la derecha. Era bastante amplia. Tenía un enorme cama del lado derecho con dos mesitas de noche a casa lado de ella. De frente, había una enorme ventana con un pequeño balcón. De lado izquierdo tenía el cuarto de baño y un pequeño clóset.

Toda la habitación era de un tono rosa viejo. El color no le desagradaba de hecho.

Cerró la puerta y se aproximó a la cama, dejándose caer en ella. Suspirando.

Escuchó que alguien tocaba suavemente la puerta con los nudillos.

—¿Puedo pasar?

Lena se incorporó, quedando sentada en el borde de la cama.

—Sí— dijo finalmente.

La puerta se abrió y vio que Malcolm aparecía detrás de ella lentamente.

—Ya está todo listo, Lena— se detuvo frente a ella, mirándola —mañana comienzas en la escuela del pueblo.

Ella no dijo nada, solo asintió, mirándolo.

— No...— comenzó diciendo Malcolm, tratando de hallar las palabras adecuadas —No queremos más incidentes, ¿De acuerdo?

Lena lo miró un momento antes de responder.

—Bien.

—Bien. Ahora descansa.

Sin esperar respuesta salió de la habitación. Lena volvió a tumbarse en la cama, mirando el techo.

Genial, mañana sería un día interesante.

Cerró los ojos y quedó profundamente dormida.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora