5. Soy tan pobre.

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Sadie Bennett.

Todo mi vida había estado en Arizona.

Y eso estaba bien, me gustaba.

Siempre me sentí la protagonista de esa pequeña ciudad.

Cuando tenía cinco años gané la corona en el "Baile padre e hijas" junto con Dave, esa noche llevaba un vestido rosa brillante muy hermoso, nunca olvidaré la emoción que sentí.

A los ocho volví a ganar una corona en un desfile de belleza que organizó la escuela.

A los diez me nombraron delegada del año, cuando acepté el puesto ni siquiera sabía que significa la palabra delegada.

Durante toda primaria recibí diplomas especiales por estar entre los mejores promedio, no es que sacará diez puntos en cada asignación, pero al menos era un poco más inteligentes que el resto de mis compañeros.

Hace unos años, específicamente cuando tenía catorce, me nombraron capitana del equipo de porristas, siendo sincera me dieron el puesto por la popularidad que tenía en ese momento, y no porque lo mereciera como tal, si bien era buena animando y dirigiendo, mi amiga Hailee era mucho mejor.

Durante ese año tuve un desarrollo corporal muy abrupto, me crecieron los pechos, mi curvas se estrecharon y mi trasero estaba firme por las prácticas constantes en el equipo, como consecuencia de tener un lindo cuerpo mi nombre estaba en boca de todos en el instituto, algunos hablaban de mi con envidia, sorpresa o admiración, pero la mayoría lo hacía con morbo.

Si bien siempre fui una niña sociable y conocida, no fue hasta ese año que conocí la popularidad real.

No había una esquina en ese pequeña ciudad de Arizona en la que no conocieran mi nombre y el de mi grupo de amigos.

Tenía la vida que cualquier adolescente podría querer, tenía buenas notas, un lindo cuerpo, popularidad, amigos, y mi novio no solo era el chico más atractivo de los pasillos, sino también el capitán del equipo de fútbol escolar.

Ya saben, típico cliché, el Coreback y la capitana del equipo de animadoras se enamoran.

Pero tenía que admitir algo, esta vida que muchos envidiaban por ser "emocionante" en realidad solo se basaba en ir de compras con mis amigas mientras hablábamos mal de todo el mundo, y salir de fiesta con mi novio hasta ponerlo celoso y terminar follando en su auto.

Y eso estuvo bien, hasta cierto punto, hicimos de todo, fue jodidamente divertido.

Pero no me hizo falta mucho tiempo para ir perdiendole el gusto a ese estilo de vida que tenía.

Me seguía gustando ir de compras (siendo sincera no creo que mi amor por gastar dinero en ropa y zapatos desaparezca algún día) pero no soportaba escuchar a mis amigas hablar de mal de otras personas como si ellas fueran perfectas.

Amaba salir de fiesta, bailar y tomar alcohol con mi novio, pero ya no me parecía nada divertido tener que lidiar con sus arranques de enojo cuando estaba ebrio.

Me gustaba ser porrista, pero era agotador lidiar con cualquier rivalidad que hubiera dentro o fuera del equipo.

Me gustaba estar en el foco público, pero aveces se me hacía tedioso.

Entre una y otra cosa fui cambiando.

Hubo un punto donde lo único que quería era escapar de todo el caos que me rodeaba, busqué constantemente algo que me apasionara tanto como ser porrista y que pudiera hacer yo solo encerrada en mi cuarto.

Y lo encontré.

Todo comenzó viendo vídeos de artistas independientes tirando pinturas en un lienzo blanco, eso me atrapó, no entendía como un aparente desorden de colores podría llegar a ser una obra de arte.

El desorden de ser Joven.Where stories live. Discover now