★La Misión★

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Ni los rayos del sol se le comparaban a la luz que emanaba de aquella gran edificación. Eran varias torres de gran altura que parecían dejar pasar luz blanquecina por todos los recovecos entre los ladrillos que la componían. Situada en lo alto de una montaña, casi con las nubes acariciándola, el imponente templo yacía silencioso, casi tranquilo, como si no supiese de la amenaza que estaba corriendo.

El templo de la luz era simplemente hermoso, pero lo que pocos sabían era que poseía miles y miles de trampas para proteger el objeto más importante y preciado, aquel que está siendo amenazado y que, lamentablemente, se encontraba ahora desprotegido.
Un  grupo de personas dispuestas a luchar avanzó.

Un hombre grande y robusto, que llevaba un gran abrigo rojo con un borde peludo y de color negro, llevaba unos pantalones sueltos negros con un cinturón y grandes botas oscuras. Tenía una larga barba blanca, con un sombrero negro algo particular y sus ojos eran grandes de un color azul potente, tenía una nariz redonda y grande. El sujeto corrió con valentía guiando al grupo a luchar contra ese grupo de seres que los esperaban para atacar, de su cinturón sacó dos grandes espadas las cuales empuñó antes de rebanarle la cabeza a una pesadilla que estaba cerca.
─ ¡Norte! ¡Ten! ─ gritó una mujer que se asemejaba a un colibrí, tenía múltiples plumas en todo el cuerpo de colores entre el celeste, azul, verde y amarillo, tenía dos grandes alas que parecían de libélulas que brillaban con los colores de sus plumas reflejadas en ellas como un espejo. Sin embargo, el resto de su cuerpo era como un humano, su rostro era de piel rosada bordeada por plumas, redonda y con dos ojos violetas con largas pestañas. La mujer colibrí voló con una gran velocidad hasta Norte, el mismo Santa Claus, y le entregó un líquido dorado que derramó en sus espadas.
- Gracias, Hada. - sí, ella era la autentica Hada de los Dientes.
Cuando volvió a atacar a una pesadilla no tuvo la necesidad de cortarle la cabeza para hacerlos desaparecer en arena negra que se disipaba en el aire gracias al líquido especial hecho de sueños.
La mujer colibrí comenzó a atacar desde el aire, tirando unos polvos explosivos que al tener el mínimo contacto con la criatura explotaban y las hacía desaparecer en un estallido azulado. Tal era su velocidad gracias a sus alas que no paraban ni un segundo de aletear. A pesar de sus habilidades no se dio cuenta de un corcel que galopaba hasta ella relinchando, con furia en sus amarillos ojos. Pero no llegó ni a acercarse a Hada cuando una boomerang pasó a toda velocidad hasta derribar a la pesadilla de un sólo tiro, y no sólo eso, sino que destruyó en la ida a dos más y en la vuelta fue atrapado por la mano peluda de un conejo mucho más grande de lo normal, también con cuerpo semejante a un humano. Su pelaje era gris, con dibujos en azul como si estuviera tatuado en tinta, tenía un cinturón de cuero marrón que cruzaba su pecho, donde guardaba unos huevos de colores, tenía ojos de color verde y llevaba muñequeras marrones de cuero como su cinturón. Aterrizó ágilmente sobre sus grandes patas, listos para saltar de nuevo y atacar a las demás pesadillas. ¿Acaso no era obvio? Él era el Conejo de Pascua. Lanzando sus boomerangs destruyó muchas criaturas, pero volvían a aparecer una y otra vez. No tardó mucho en estar acorralado, pero eso no lo acobardó, debían llegar al templo y salvar al mundo.
Un látigo dorado se deshizo de un sólo golpe de varias pesadillas, Conejo se encargó de las demás y logró avanzar, miró a su costado, vio a su compañero, y le hizo un saludo militar en agradecimiento. Dos largos látigos eran controlados por Sandman, el Creador de Sueños, un hombrecillo petiso y algo regordete que parecía llevar una túnica como los monjes, su cabeza era redonda y sus ojos simpatizaban, era totalmente de color dorado, desde su cabello como estrella, como su ropa y ojos, hecho de arena. Comenzó a agitar ferozmente sus látigos para transformar a varias pesadillas en sueños, que atacaban a otras a su vez.
Iba a aniquilar otro corcel negro cuando una flecha se le adelantó, traspasando justo en medio de sus ojos con una velocidad y precisión con la que sólo alguien puede lanzar; Mérida. Una joven de cabello pelirrojo, muy alborotado que le llegaban hasta la mitad de la espalda, tenía grandes ojos azules, como si tuviera el cielo plasmado en ellos, su rostro era circular, con grandes cachetes sonrojados con pecas, labios rosados y nariz pequeña. Llevaba un vestido verde oscuro de esos que se usaban en la antigüedad, un carcaj cargado de flechas en la cintura y en sus manos preparaba su arco con flechas. Le sonrió con autosuficiencia a Sandman antes de salir al ataque de nuevo.
Lanzó flechas a cada uno de los seres que atacaban a sus amigos, porque nadie la alcanzaba, Hada ni siquiera se comparaba, corría como si el tiempo a su alrededor fuera lento, viendo en cámara lenta todo lo que pasaba. Sus flechas eran igual, porque ella era como una flecha, rápida y letal. Pero una clase de oso de arena negra la derribó en su carrera, se le abalanzó lanzándola al suelo y amenazó con morderla. Cerró los ojos por mero impulso esperando unos filosos dientes clavarse en su carne, pero nunca llegó y abrió los ojos encontrándose con una escultura en hielo de aquel oso negro. Dejó escapar aire que se había guardado cuando alguien se le acercó.
─ ¿Necesitas ayuda, rojita? ─ preguntó con tono divertido y aniñado un joven de más o menos su edad, o eso aparentaba, que le ofrecía una mano para levantarse. Ella rodó los ojos y aceptó su mano, se levantó para luchar espalda con espalda con el muchacho.
─ No presumas Frostbite, ya voy 34 ─ comentó.
─ ¿En serio?... Pues yo voy 42 ─ la miró burlón mientras ella lanzaba flechas y él atacaba con un cayado de madera por el que lanzaba poderosos rayos azules de hielo a las pesadillas, congelándolas. El joven era bastante alto y esbelto, llevaba puesta una camiseta azulada con manchas de escarcha en los hombros y pecho como si fuera una telaraña, con un bolsillo delantero, traía un pantalón ajustado marrón, roto a la altura de los tobillos. Su piel era demasiado pálida para una persona normal, tenía ojos celestes de una tonalidad particular, como el hielo, y en ellos, si te fijas bien, se veía un copo de nieve, tenía labios finos y cabello salvaje de color blanco. Era, sin duda, el Espíritu del Invierno, con su aura fría y divertida.
Lanzó poderosos rayos a diestra y siniestra a todas las pesadillas que se le cruzaban, hasta que dejó de sentir la cabellera alborotada de su amiga haciéndole cosquillas en la eespalda, que lo obligó a darse vuelta en su búsqueda. Algo golpeó el suelo, tan pesado que tembló y él saltó del susto, giró sobresaltado y encontró  a un gran animal, que cargaba a otras pesadillas en el lomo, derribado en el suelo. Mérida saltó de su espalda y le lanzó una última flecha que lo hizo desaparecer, mirando triunfante al peliblanco.
─ ¿Que decías, Jack? ─ dijo burlona, él le sacó la lengua como un chiquillo malcriado y comenzó a volar a toda velocidad llevado por el viento. Miró desde arriba la pelea y comenzó a apuntar y disparar continuamente sus rayos de hielo, procurando ayudar a sus amigos. Le llegó a la mente una maniobra como suele hacer con sus bromas para deshacerse de muchos y así lograr entrar al templo el cual estaba bloqueado, pero algo lo distrajo  al pasar velozmente por su lado. Ese algo era grande y negro, y se detuvo a su lado. Jack miró en su dirección, encontrándose con un chico que llevaba un casco que formaba parte de una armadura casi toda negra pero con detalles en rojo, llevaba un cinturón en donde guardaba varias cosas, como su espada.
El joven se quitó el casco rebelando una cabellera castaña un poco larga y desordenada, unos ojos verdes vivos, así como el de los árboles, tenía piel bronceada y nariz redonda. Estaba en el lomo de un gran Furia Nocturna, un dragón de escamas negras que se camuflan perfectamente en la oscuridad, agitando sus dos grandes alas y su cola larga, tenía dos cuencas de ojos grandes de una tonalidad verde como su dueño. Poseía una clase de montura que estaba conectada con su cola, ya que hace mucho tiempo se la había lastimado y no podía volar solo, por lo que el chico (que era muy bueno para estas cosas) había creado una "prótesis". En parte la pérdida de su cola había sido culpa del castaño.
─  ¿Qué me cuentas, Hipo? ─ preguntó mientras preparaba otro rayo a distancia.
─ Nada, ¿alguna idea para entrar? ─ dio justo en el clavo.
─ ¿Ves la entrada? ─señaló el muchacho, Hipo miró donde él le indicaba siguiendo su dedo ─ Hay que colocar una buena cantidad de nieve o algo que los entierre para dejarlo caer encima de ellos y así nos daría algo de tiempo... Como poner un balde de agua fría arriba de una puerta ─ sonrió divertido a su amigo, quien le devolvió el gesto.
─ Sí, creo que ya sé qué hacer, tú sólo espera ─ dijo antes de jalar una palanca que estaba en el lomo del dragón para hacer que la cola se abra y comenzó a caer en picada hacia sus compañeros. A toda velocidad abrió las grandes alas negras, se colocó el casco para que el viento y la velocidad no sean un obstáculo para su vista, y comenzó a volar rápidamente en horizontal, paralelo al suelo.
─ Vamos, Chimuelo ─ le habló al dragón cuando las alas sirvieron como para-caídas.
─ ¡Chicos necesito que los distraigan...! ─ iba a continuar pero un corcel lo atacó, luchó con él pero estaba perdiendo, hasta que un mechón de cabello dorado se enredó en uno de los pies del caballo y fue arrastrado hasta la dueña de aquel largo cabello. Hipo se levantó enseguida para luchar junto a Chimuelo y se le unió una chica.
─ ¡Atrás tuyo, Punzie! – le advirtió su compañero, ella se agachó respondiendo a su apodo, una pesadilla le había lanzado un arma pero ni siquiera la había rozado. La joven tomó un poco de su cabello para lanzárselo al animal que parecía ser una especie de soldado deforme, al enredarse como planeaba en su pie ella tiró hasta que llegó a tenerlo en sus pies, lo pateó y luego lo golpeó como jugando al tenis con una sartén. Aunque es algo absurdo que pelee con una sartén, resulta ser muy efectiva.
Punzie, o mejor dicho, Rapunzel, peleó con audacia mientras su compañero se encargaba de decirles su misterioso plan. Ella no era tan alta, era esbelta pero con brazos fuertes, llevaba puesto un vestido morado, más oscuro de la cintura para abajo, era un vestido no acorde al año en el que estaban, pero era el que la caracterizaba. Su piel era rosada, su cara era puntiaguda en la parte del mentón con grandes mejillas que le daban el aspecto de una niña, con dos grandes ojos verdes que parecen sonreír, tenía labios rosados y nariz respingada. Lo que más llamaba la atención era su cabello, el cual era de aproximadamente 21 metros de largo, era color dorado particularmente como los rayos del sol y con él atacaba a las bestias.
Miró hacia arriba para encontrarse con Jack, quien no se había dado cuenta que lo observaba, a su parecer era simplemente hermoso, le encantaba todo él, su valentía, su diversión, sus días nevados, su piel pálida, sus ojos celestes, su manía por hacer el tonto sólo para sacar sonrisas... simplemente todo. Por un momento sus miradas se conectaron, azul con verde se unieron como un bello arco iris.
Jack de verdad que la amaba, sus ojos lo cautivaban y sus labios eran lo que más le gustaba probar. Le encantaba su sonrisa, esa siempre presente, la cual se encarga de sacar, llena de luz e inocencia. Algo que adoraba era robarle besos, y en un arrebato de picardía desapareció volando de la vista de la rubia. Ella se preocupó al principio, no veía al joven por ningún lado hasta que alguien golpeó su hombro, miró hacia arriba para encontrarlo volando de cabeza encima de ella. No perdió el tiempo; en realidad no podían perderlo, y la besó apasionadamente. Ella puso su mano en la nuca del chico, aunque al estar de cabeza terminó en una posición algo extraña, pero logró su cometido y lo atrajo a ella para dejar pasar su lengua y fundirse en el beso.
─ ¡Necesitamos un poco de ayuda acá para que sepan! ─ habló Mérida interrumpiendo el momento.
Jack bufó y Punzie rió en sus labios antes de separarse para volver a la pelea.

The Big Four: LegendaryWhere stories live. Discover now