U n o.

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Mis ojos se abrieron, apenas oí el sonido de la alarma de mi celular. Podía sentir cómo los rayos del sol entraban por mi ventana. Apagué la alarma y estiré mis brazos hacia arriba, ya sentada en mi cama.

Me vi en el espejo que se encontraba a  un lado de la cama y suspiré al ver mis pelos enredados en un bollo.

— ¡Ma! ¡Mami! — pude sentir aquella voz chillona que a veces lograba ponerme de mal humor en segundos.

Se abrió la puerta de mi habitación y entró el pequeño cuerpo de mi hijo con una sonrisa, y aún en pijama.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? — pregunté, mientras él se dejaba caer encima de mí y yo me volvía a recostar con su cuerpo arriba mío.

Así eran todas las mañanas. Todavía no encuentro la fórmula que utiliza para poder despertar de tan buen humor y tan temprano, todos los días.

— ¡Hoy es la final! — vociferó muy cerca de mi oído, causando que lo empuje un poco y caiga al lado derecho de la cama.

Si, la final del mundial, a éso se refería. Mi hijo Lautaro, creo que es el niño más feliz de la historia, viendo partidos de fútbol. Ama ése deporte y podrías darle cualquier tipo de pelota, del tamaño que quieras y él logrará meterla al arco.
Era un don, o algo así.

Todo el mundo se vuelve loco por veintidós tipos detrás de una pelota. Nefasto. Pero, no era cosa de otro mundo, que a mi hijo le gustara que le comprara gorros, camisetas, y hasta pinturas para el rostro, todo para alentar a la selección.

— ¿Hoy me vas a comprar la corneta? — preguntó, mientras se sentaba a un lado de mi y yo lo miraba recostada.

— Si, pero hoy no vayas al cole. Tengo un poquito de fiaca, gordo. — casi suplico para que mi hijo, no fuera a la única responsabilidad que tenía.

Pensarán que soy una mala madre. Pero por favor, ¿quién mandaría a sus hijos un dieciocho de diciembre a la escuela? Hoy no debía de trabajar, porque todo estaría cerrado al medio día.

— Bueno, acepto. — respondió con una gran sonrisa.

Nos quedamos en la cama un rato más, hasta que se hicieran las diez de la mañana.

Hoy Argentina tenía su último partido contra Francia y lamentablemente los veía demasiado difícil para que ganaran a aquél grupo europeo.

Noe, mi amiga, venía a ver el partido a casa y se quedaría con Lauti, hasta que yo volviera de comprarle la corneta que tanto me secaba el cerebro.

Ya eran las doce del medio día y llegué al departamento con algunas cosas para hacer una picada entre nosotros tres.
Aunque a Lauti le compré una cajita feliz en el Mc donald's de a tres cuadras de casa, nosotras con Noe, comeríamos salame, jamón y queso, con unas cervecitas y maní.

Al abrir la puerta, ambos estaban tirados en el piso, mientras pegaban figuritas en el álbum del mundial.

— ¡Mira mami, tengo a Lewandowski de Polonia y a Lisandro Martínez de Argentina! — gritó llegando a mí, mientras sostenía las figuritas pegadas en sus  dedos.

— Bueno, amor. Mira lo que te traje.  — le mostré la cajita feliz y las figuritas volaron al suelo, pegándose en la alfombra.

— ¡Ay, Lautaro! Doscientos pe' me salieron éstas porquerías y me las andas tirando. — lo regañó, lo cuál él se tapó la boca, mientras largaba una risilla.

Nos sentamos los tres en el pequeño comedor de mi departamento. Vivíamos en pleno Ezeiza. Sólo éramos Lautaro y yo, a veces era Noe, pero dormía conmigo y parecíamos dos lesbianas intentando ser mamás.

— ¡Penal! ¡Es penal! — gritaba mi hijo, mientras se le caían las papas fritas de la boca. Noe se tomaba de los pelos. Apenas había empezado el partido y ya le daban el primer penal a Argentina.

— ¡Vaaaaaaamos, la puta madre! — gritó Noe al ver que Messi mete el primer gol.

Yo me puse de pie y subí el pequeño piso que estaba la cocina. Era de un sólo escalón y ahí cerca estaba la mesa del comedor, podía ver la televisión de pantalla plana de cincuenta pulgadas desde la cocina. Abrí la pequeña ventana y prendí un cigarrillo, los gritos se oían por todo el barrio.

A los minutos, Di María marca el segundo gol. Y todo el barrio comienza a gritar de nuevo, incluyendo a mi hijo y a mi amiga. Rodé los ojos, mientras sonreía.



Luego de que el partido llegara a penales y así se consagrara campeón del mundo del dos mil veintidós a Argentina, obviamente Lautaro quería que lo llevara mañana a ver a la "scaloneta", cómo el le decía, ya que llegaban a acá y comenzaban un recorrido en colectivo.
Decidí aceptar. Ya que mi amiga me acompañaría.

Era inevitable no darle con los gustos a Lauti, aunque no era para nada mimado, si le decías no, era no y jamás te hacía un berrinche, aunque me encantaba darle todo lo que to jamás tuve de niña y estabamos bastante bien económicamente, no veía el porque de no darle lo que me pide. Tiene muchas energías y le encanta hacer deporte. Por algo lo he anotado en fútbol, también hace natación y taekwondo.
Es un dulce, pero muy intenso con sus sentimientos. Tenerlo tan joven, había sido una de las mejores decisiones que haya tomado en mi vida. No romantizo el embarazo adolescente, para nada, pero sin Lauti, hoy yo no sería nada.
Capaz él fue mi empujoncito para tener los pies sobre la tierra. Superarme cada día y que podamos salir adelante juntos en compañía.

Lugar seguro. |Lisandro Martínez|Where stories live. Discover now