Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y no me conocen. Hoy la iglesia celebra la fiesta de dos apóstoles no muy conocidos, Santos Felipe y Santiago. No es el Santiago importantísimo que es el patrón de España y amigo íntimo del Señor, pero que también, como todos los apóstoles, tiene esa misión tan importante de llevar el evangelio hasta el final de la tierra. ¡Qué bonito! Fijaos, los apóstoles son los amigos íntimos. Le dijo Jesús al apóstol Felipe: "Tanto tiempo que llevo con ustedes, ¿y aún no me conocen?" Y el apóstol le dijo: "Muéstranos al Padre". Jesús le respondió: "Tanto tiempo llevo con ustedes y no me conocen, ¿quién me ha visto a mí ha visto al Padre?".
Lo mismo podría decir yo: "Dios mío, desde que hice la primera comunión, desde que recibí la catequesis, ¿cuántos años han pasado? ¿A cuántas misas he ido, a cuántos retiros? ¿Cuántos libros habré leído? ¿Cuántas cosas he escuchado?". Y al final, si no me da la impresión de que no me entero de nada, tengo que ser tan despuntado que todo me parece.
Es verdad que todo lo de Dios nos sobrepasa tanto que efectivamente no podemos entenderlo. Pero conocer a Jesús es lo más básico: conocer qué es lo que nos pide, que nos amemos unos a otros, que perdonemos a los enemigos, que vayamos cada domingo a encontrarnos como hermanos en el sacrificio eucarístico. Qué pena, ¿verdad?, que a veces por las cosas de Dios tomamos tan poco interés. Si los hombres supieran tanto del evangelio como saben de la liga de fútbol, si las mujeres supieran tanto del evangelio como saben del último vestido que se ha puesto fulanita en la fiesta de no sé qué casa de que las revistas estas que salen a veces, seríamos todos santos. Y sin embargo, por desgracia, ponemos mucho más interés en las cosas del tiempo que en las cosas de la eternidad. Ponemos mucho más interés en las cosas que son pasajeras que en las cosas que nos van a dar la salvación.
Es un poco el reproche que le hace Jesús al apóstol Felipe, pero que también nos toca a nosotros hoy: tanto tiempo llevamos juntos y qué pena que todavía dudes de mí, qué pena que todavía te enfades conmigo o desconfíes o te abandones a la tristeza, porque en definitiva, como que no crees en mi poder, no crees en que yo me preocupo por ti, dudas de mi amor.
Y la verdad es que Jesús hizo una señal, pues es verdad, tienes toda la razón, perdóname. Porque a veces estoy tan pendiente de que todo va depende de mí que me estreso, me pongo nervioso, me olvido de ti y al final, claro, cuando ya no puedo más, exploto. Y sí, recurro a ti, pero no lo hago bien. Yo quiero conocerte, Señor, porque cuanto más te conozca, más me voy a dejar amar por ti. Cuanto más te conozca tendré más facilidades para poder cumplir mi misión. Cuanto más te conozca, más gracia va a llegar. Conocer a Cristo, encontrarse con Cristo, dejarse amar por Cristo, es lo más importante que tenemos que hacer en este mundo. Todo lo demás, aunque importante, no es lo más importante.
Tanto tiempo que estoy contigo, qué pena que todavía no me conoces como para confiar y saber que yo soy lo primero y lo más importante.
