《PRÓLOGO》

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La castaña le dio un último vistazo a su casa, a su pueblo, a la escuela, a la playa y a todo lo que se había decidido dejar detrás para siempre. Era la única sobreviviente el mundo. Ella ya lo sabía y lo había aceptado, aunque esa fue la parte más dura. Quedarse ahí no le iba a ayudar a resolver todas sus dudas. Tenía dieciséis años cuando su viaje empezó y se había empeñado en descubrir qué demonios había ocurrido el treinta y uno de diciembre del año dos mil diecisiete.

¿Por qué todos dejaron de respirar?
¿Por qué ella seguía viva?

El barco que una vez le había pertenecido a su padre se alejó de la orilla con ella abordó. Katherine limpió una lágrima que corrió por su mejilla.

- Los extrañaré para siempre.

Hablar sola se ha vuelto la única solución de Katherine para no perder la cabeza en todo el año por irónico que parezca. Había veces que se formulaba la idea de suicidarse, pero igual no lo hacía, aunque esa fuera la solución más razonable a sus problemas.

- Los amo. Hasta nunca…

Se dio la vuelta entre mares de lágrimas, tomó el timón y se repitió en la cabeza que eso era lo correcto. Su deber era sacarse todas sus dudas y terminar con el libro que escribía. Un libro que jamás nadie llegaría a leer.

Pasó dos años navegando. Paró en diferentes puertos desolados, y tomaba suministros para continuar su viaje. Hizo de turista en diferentes lados que tres años antes creyó imposible llegar a visitar. Leyó más libros sobre supervivencia y navegación. Habló mientras tenía señal con google, al menos el internet seguía funcionando. Creó las leyes que gobernarían el mundo y las plasmó en su libro. Disfrutó aprender de medicina para poder cuidar de sí misma. Conoció al dedillo todas las variantes del clima y hasta aprendió a deducirlo. Incluso un día mando a la borda su cordura cuando volvió a crear un amigo imaginario al igual que pequeña con él cual podía hablar y contarle todo.

¿Qué si sabía a donde se dirigía?

No, ella no tenía ni idea. Solo una corazonada. Pero seguía siendo preferible navegar sin rumbo que manejar un auto por las ciudades donde el olor a putrefacción de los cuerpos sin alma abundaba.

El mar la ayudaba a sentir libre, en paz, tranquila y le recordaba a su padre. Recordaba cariñosamente como él le había enseñado a navegar, a guiarse por las estrellas, a saborear el aire para deducir tormentas, a degustar del mar y la arena. Sí, sin dudas era mejor esto que conducir autos.

En el último treinta y uno que pasó sola lanzó flores al mar como ofrenda a todas las almas que se habían perdido hace dos años. Ese día fue cuando la pregunta más inaudita del mundo pasó por su mente…

Si nada respira ¿Por qué la vegetación no paraba de desarrollarse?

Otra pregunta que escribió en su libro, y que algún día tal vez descubriría su respuesta. Esa pregunta aumentó su curiosidad y la hizo concluir su idea de viaje.

La castaña se dijo así misma que la próxima vez que encallara en tierra sería para comenzar su investigación.

Quién sabe.
Tal vez encontraría algo más…

Su suerte daría un giró de trescientos sesenta grados a partir de mañana y ella ni se lo imaginaba.

¿Tú te lo imaginas?

STAR// Choi Beomgyu [FINALIZADA]Where stories live. Discover now