PRÓLOGO

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Tomo la laptop que está encima de la mesita de noche y activo la cámara para empezar la videollamada.

—¡Hola, mi amor! — saluda mi madre con emoción. Sonrío al verla.

—Hola, mamá. ¿Cómo va todo en Croucep?

— Bien, ya casi acabo con la mudanza. Luego te envío fotos de tu habitación.

— Ok, las esperaré — sonrio.

— ¿Qué tal las clases finales?

— Muy bien, solo falta entregar unos trabajos y ya acabo con eso — respondo no muy animada.

Mamá parece notarlo y pregunta:

— No estás contenta con la mudanza ¿verdad?— noto tristeza en su tono de voz.

— No es eso, mamá — me rasco la cabeza con nerviosismo— . No le des importancia a mi comportamiento, sabes que no tengo ningún problema —me encojo de hombros.

«Mientes con todos tus dientes, Rachel»— me delata la consciencia.

Tiene razón, estoy mintiendo. Sí, me pasa algo pero no tiene nada que ver con la mudanza... ¿o tal vez, sí?.

Todo el lapso que he estado estudiando, lo he pasado en casa de mi abuela. Cuando estoy con mi madre siento que en realidad vivo sola. Ella siempre trabaja, y lo peor del caso es que, la mayor parte del tiempo, lo hace viajando.

Ya me he acostumbrado a mudarme todo el tiempo, no me molesta, la verdad es que esto de no tener un lugar fijo en donde estar se me ha hecho algo casual. Este año, en esta nueva ciudad, mi madre me ha dejado al cuidado de mi abuela mientras acabo el penúltimo año escolar para que esto de los viajes no interfieran en mi aprendizaje educativo.

— Rachel, eres mi hija, todo lo que tenga que ver contigo me importa, y mucho — suena casi un regaño—. ¿Hiciste amigos? ¿Es eso?

Niego con la cabeza.

— No, no tengo amigos, además, sabes que no me importa— me vuelvo a  encoger de hombros para restarle importancia.

— ¿Estás enamorada? Porque si es así no hay problema, en la adolescencia solemos hacer cosas por un hombre. A tu edad es normal, mi amor—un brillo extraño aparece en sus lindos ojos cafés—. ¡Por fin, tengo yerno! — celebra.

—¿Qué? — río de repente. «Mi madre y sus comentarios» —. No es un chico.

Me mira con intriga unos segundos, antes de reaccionar como si se hubiese acordado de algo importante, abrió los ojos y la boca exageradamente en forma de O.

—¡Oh, Dios! Esto no aparecía en el manual de instrucciones para adolescentes — se abanica con las manos. Frunzo el ceño total y completa confusión. «Luego dicen que yo soy la más loca de las tres» —. No me esperaba que te gustara las mujeres...

Abro los ojos como plato de microondas ante sus palabras.

— ¡Espera! ¡Espera! ¿Qué estás...?— intento explicarme pero soy interrumpida por un tercero.

— ¡¿Te gusta las chicas?! — mi abuela me mira con la boca abierta de lo sorprendida.

«¿Cuánto tiempo tiene parada allí en la puerta?»

— Pero... — intento hablar nuevamente pero mi abuela me corta de inmediato.

¡Carajo! Si siguen haciendo eso voy a colapsar del estrés que se está generando en mi por culpa de ellas.

— Rachel, sabes que no tengo problemas con eso pero, no pensé que te inclinases más por...— su piel blanca comienza a tomar un tono más claro de lo normal, está pálida.

«Que no se desmaye, por favor»

No lo tomen a mal, mi abuela no tiene nada en contra de la homosexualidad. Por favor, espero entiendan que ella es una mujer religiosa y todo este tema, más viniendo de su única nieta, le es difícil de asimilar, sin embargo, he de recalcar que... ¡No soy gay!

— Yo... — gruño en molestia cuando vuelven a tomar posesión de mis palabras retenidas.

Fino, no me aclaro hoy y tal. ¡Qué webo!.

— Rachel, tranquila. No tienes que explicar nada, todos vemos el mundo de diferentes maneras, y aunque la tuya me tiene un poco impresionada, no tengo por qué juzgarte, porque eres mi hija y te a...

— ¡Parenle las dos! — exploto desesperada. Mamá se sobresalta, y junto a mi abuela, me miran con atención —. No estoy enamorada, no hay una chica ni mucho menos un chico. No tengo amigos, además, que no quiera irme no tiene nada que ver. Yo simplemente no quiero que mi abuela esté sola, no importa si nos mudamos a la China, yo lo único que quiero es que mi abuela esté junto a nosotras. Fin del asunto — hablé tan rápido que todo el aire salió de mis pulmones, así que tomo una gran bocanada de oxígeno para intentar calmarme.

Todo queda en silencio por unos segundos. Mi abuela me mira y puedo notar esa pequeña chispa de intriga que ronda sus ojos, así que me atrevo a responder la pregunta que me está haciendo por medio de ellos.

— Soy, cien por ciento, heterosexual— digo con amargura. Ella suelta una bocanada de aire acompañada de alivio, y su rostro vuelve a la vida, tomando su color natural.

— ¿Y...?— mamá intenta hablar pero la detengo de inmediato.

— Mamá, si vuelves a hacer alguna otra pregunta sobre mis gustos sexuales, no volveré a llamar — digo seria porque sé con quién estoy hablando, cuando ella se pega con un tema, no se detiene.

— Voy a... Tengo que... Haré la cena. Adiós, las amo — mi abuela se retira rápidamente de la habitación.

Silencio, otra vez.

— ¿Cuándo entregas las tareas? — cambia el tema de pronto.

Vuelvo mi atención a ella. Está cansada, sus ojeras lo hacen notablemente visibles. ¿Cómo no las vi antes?

— Mañana — respondo con naturalidad.

— ¿Cuándo te quieres venir? — pregunta con cautela. La tensión que había, anteriormente, comienza a desvanecerse en el aire como el humo de un cigarrillo.

— El fin de semana, quiero estar con mi abuela unos días más — le explico. Tiene los ojos un poco achinados y rojizos —. Oye mamá, si quieres hablamos luego. Con todo el respeto que te mereces, te ves terrible.

Ríe por lo bajo.

— ¿Segura?, porque creo que no podré llamar luego, tengo que hacer algunas cositas — pregunta con preocupación.

«¡Dios! La amo tanto.»

Amo que se preocupe por mi, no importa si no ha estado conmigo las veces que lo he necesitado, ella siempre hace el intento, aunque sea a través de una pantalla. Cuando no logra hacerlo, no me molesta, sé que es una mujer ocupada. Lo único que me importa, es que esté bien.

— Sí, no hay problema. De todas maneras nos veremos en unos días— le sonrío para tranquilizarla —. Descansa, mamá. Te amo — lanzo un beso a la pantalla, ella me lo devuelve y sonríe agradecida.

— Yo también te amo, Rachel — Cuelga la videollamada luego de despedirse.

Coloco la laptop en la mesita de noche y bajo a la cocina. Ojeo el lugar, pero mi abuela no está.

—¡Abuela!— llamo con fuerza.

— ¡En el comedor! — escucho gritar.

Llego al comedor y la veo poniendo la mesa.

— ¿No harás la cena? — pregunto confundida. Recuerdo que cuando entré a la cocina no había nada, ni siquiera olor a comida. No entiendo por qué pone la mesa si no ha cocinado aún, me iba a ofrecer para ayudarle...

— Pedí pizza — tomo asiento en una de las sillas —. Es tarde y no me dará tiempo de cocinar, recuerda que mañana tienes que levantarte temprano.

Toma una silla y se sienta frente a mi, ambas con los teléfonos en la mano, esperando a que llegue la comida.

Después Del BesoWhere stories live. Discover now