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"¡Despierta, mocoso, o llegarás tarde al colegio!" Los fuertes golpes sobre su puerta, retumban en su cabeza dolorida.

Le toma un par de segundos incorporarse sobre la cama, frotando con ayuda de sus índices, los párpados que intentan a toda costa mantenerse cerrados, y gruñendo con suavidad por la abrupta interrupción de su sueño. 

Los rayos del sol, que se escurren por sus delgadas cortinas, lastiman sus ojos, y pareciera que un grito más provocará que su cabeza estalle.


"¡Mocoso!"

Deja salir un gruñido nuevamente, antes de responder. "Ya, ya, estoy despierto." Y lo último que resuena, son los pasos de su hermano alejándose.


Un poco más despierto, pero con el dolor persistente, retira la sábana que cubre su cuerpo y no le gusta lo que ve; su piel está manchada por varios hematomas morados y verdes, y algunas marcas de mordidas que se perciben como recién hechas. Recuerda haberle dicho que no quería que dejara marcas esta vez, pero ese bastardo no le había hecho caso en absoluto.

Con las yemas de sus dedos, roza las heridas, decepcionándose cuando el ardor se hace presente. Está seguro que ensuciarán su piel por varios días. 


No tiene ganas de inventar una nueva excusa sobre ello, no confía que vuelvan a creerse que aquellas marcas eran causadas por los inexistentes mosquitos en su dormitorio o por alergias que jamás había experimentado. Así que, llevará una camiseta de manga larga y cuello alto, y aunque tenga que soportar el calor infernal del mes de noviembre, bien vale la pena. Adiciona unos jeans y una chaqueta de mezclilla para equilibrar su look de invierno y no parecer un completo bicho raro.


Después de alistarse, sale de su habitación en cuclillas y va hacia la cocina, rogando no chocarse con su hermano mayor y su mal humor matutino, pero, tal y como siempre, la suerte no está de su lado.

Sukuna está sentado, en el comedor, tomando una taza de café amargo y una tostada.


Contiene su respiración y pasa por su lado sin cruzar miradas, esperando no ser notado. "Me voy." Fallando, cuando su voz nerviosa se percibe en sus dos palabras.

Aun así, tiene la esperanza de que Sukuna no lo detenga. No está de ánimos para comenzar el día con una pelea, por lo que apresura sus pasos hacia la puerta, sintiendo la brisa fresca de la calle rozar su piel.

"Mocoso."

Frena de un solo golpe, viendo como ese paraíso de colores se aleja, y queda una oscuridad a su alrededor. Inhala, exhala y suelta un resoplido suave, no va a ser quien comience el día con una discusión, por lo cual se limita a obedecer.

"Siéntate y come algo."

Una sonrisa falsa se dibuja en su rostro, y se gira a tiempo para mostrársela a Sukuna. "Pero..."

"Hazlo."


No hace falta que Sukuna diga algo más, para que haga caso, y que, en segundos, se encuentre en la mesa, con un plato de leche y cereal frente a su rostro.

Odia la leche, y Sukuna lo sabe, pero parece que, a propósito, la compra con el fin de disgustarlo, conociendo que prefiere el yogurt.


Ninguno de los dos inicia con una plática, creando un silencio incómodo.

"Saldrás cuando termines de comer." Que Sukuna corta, cuando se pone de pie, y sin mirarlo ni una sola vez, toma sus cosas y sale de la casa.

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