Cuando fuimos nada.

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[Nota del autor al final del capítulo] 

La leyenda (y por leyenda entendamos Wakasa) cuenta, que Shinichiro Sano había sido rechazado por veinte chicas diferentes ya.  Lo que la leyenda no contaba, sin embargo, era a ti, la única que Shinichiro había rechazado. No lo tomes personal, cariño; había sido tan sólo un trágico caso de personas correctas en el momento equivocado. Quizá si se hubiesen conocido antes del proceso de adopción de Izana, o unos días después de la graduación de Emma; pero no, tú habías llegado a su vida cuando el estrés por la mudanza de Izana a la casa familiar de los Sano estaba en pleno proceso, brindándole confort y apoyo en cada paso del proceso de adaptación de sus tres hermanitos. Le hacías los días más ligeros, y él en cambio te alegraba las noches con sus ocurrencias y canciones. 

Sus amigos se volvieron los tuyos, y él terminó por conocer, al menos de nombre, a todos los compañeros de la universidad y de tu trabajo a medio tiempo que te hacían casi perder la cordura día a día. 

Se había vuelto una rutina casi sagrada para ambos, el mantenerse en contacto aún cuando tus clases o su trabajo parecían no darles un momento para respirar, así que, cuando te armaste de valor y le robaste aquel beso, con una de esas viejas canciones románticas que tanto te gustaba escuchar en su taller sonando de fondo, estabas segura de que el sentimiento era mutuo. Sobre todo por la manera en la que Shinichiro pareció llenarse de vida al instante en que tus suaves labios se posaron sobre los suyos. Aún recordabas el calor de sus manos sujetando tu cintura, como si fueras a desaparecer, sus labios devorando los tuyos en un beso necesitado, y la manera en que los dos habían comenzado a reír, cómplices y sin aire cuando se apartaron. 

Fue entonces que ocurrió, no pudiste contenerlo y simplemente todo el amor que sentías se desbordó de tus labios en las palabras más tiernas que pudiste encontrar y aunque la siempre dulce sonrisa de Shinichiro estaba ahí, supiste que aquello no saldría bien cuando el brillo que tanto te gustaba de sus ojos, no estaba ahí.

—Lo siento, linda, yo... no puedo hacer esto ahora. Tengo demasiada responsabilidad con los niños aún...— el resto de su razonamiento era válido, lo entendías, lo habías visto, lo habías vivido, pero aún así el sonido de los latidos de tu corazón roto ahogaban sus palabras, igual que las lágrimas ahogaban tus ojos. 

Lo abofeteaste con fuerza, antes de salir casi corriendo del taller, escuchaste su voz intentando detenerte y realmente esperaste por un momento a que saliera detrás de ti, pero llegaste al final de la cuadra, de la calle, hasta la estación de metro, y él no te alcanzó.

No volvieron a hablar después de eso, y comenzaste a evitar los lugares que sabías que frecuentaba con sus amistades. 

Sólo una única vez habías intentado buscarlo, lo recordabas bien, habías bebido un poco (pero siendo el peso ligero que eras en cuanto al alcohol, eso había bastado) y lo habías ido a buscar a su taller, casi a la hora de cierre, casi como si realmente no esperaras verlo ahí; en aquel momento no creías que hubiera algo peor que llegar y ver el local cerrado, sin embargo, sí lo hubo.

En aquella ocasión, cuando llegaste y entraste haciendo sonar las campanillas de la entrada, no fue el siempre sonriente Shinichiro quien estaba detrás del mostrador, era una chica rubia con uniforme de preparatoria ¿Una empleada de medio tiempo? Te alegraste de que al negocio le fuera tan bien, como para contratar empleados. 

—¡Hola, bienvenida! Me llamo Akane Estábamos a punto de cerrar pero dime ¿Cómo te puedo ayudar hoy?  —Eficiente y encantadora, hasta te hizo sonrojar un poco.

—No, no es eso. Sólo estoy buscando al dueño ¿Está aquí hoy? —casi esperabas un sí, deja llamarlo, pero en cambio lo que escuchaste te hizo sentir como si hubiese un terremoto ocurriendo y el epicentro estuviese justo bajo tus pies.

#SiNosVolvemosAEncontrar || Shinichiro X ReaderWhere stories live. Discover now