Prologo

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Max estaba tomando el sol frente a uno de los enormes ventanales del castillo cuando una sombra cayó sobre él. "El rey requiere de tu presencia en su dormitorio esta noche" dijo el guardia.

Max resistió el impulso de rodar sus ojos, el rey requería de su presencia casi todas las noches.

"Como el rey desee" contesto Max diplomáticamente, acostándose contra su enorme montón de almohadas mientras uno de los sirvientes de menor rango lo abanicaba.

"Debe de prepararse para el rey -"

Max cortó el guardia con un movimiento de la mano. "Soy consciente de lo que su gracia espera de mí, por favor deje mi presencia, me está bloqueando el sol".

El guardia abrió la boca como si quisiera decir algo, pero rápidamente lo pensó mejor y la cerro, pelear con el concubino favorito del rey causaría más problemas de los que vale la pena. Max observó cómo el guardia se marchaba con el ceño fruncido pero le dio igual, no era asunto suyo.

Arrancó una uva del tallo y se la metió en la boca antes de volver a sentarse en sus almohadas.
La brisa del ventilador se sentía deliciosa combinada con el calor del sol que entraba por las ventanas, la luz hacía que los diamantes en sus orejas brillaran maravillosamente. Las lujosas joyas y sedas que adornaban su cuerpo eran testimonio de su alto rango dentro del castillo, pero también una medida de seguridad, Max no era tonto, si intentaba irse sería descubierto y devuelto de inmediato, las posibilidades de que alguien se arriesgara a la ira del rey y lo ayudara dándole ropa normal eran inexistentes.

El Rey Checo no solo era temido por sus enemigos, sino que también era amado por sus súbditos, lo cual era comprensible, ya que Max tenía que admitirlo, era un excelente gobernante,
nadie en el castillo lo traicionaría.

Suspiro suavemente y masticó otra uva,
Aunque le repulsaba la idea de no ser nada mas que un gato doméstico mimado por el rey, sabia que había destinos peores.

Los otros concubinos susurraban entre ellos, sin duda alguna sobre el rey pidiendo a Max una vez más. No había nada que hacer, de cualquier manera iban a hablar, le indicó al sirviente que lo despertara cuando los baños estuvieran disponibles, cerró los ojos y se relajó contra las lujosas almohadas.

Necesitaría una buena siesta antes de esta noche: el rey acababa de regresar de un viaje y sin duda lo mantendría despierto hasta las primeras horas de la mañana. Sergio parecía frío como el hielo en público, pero en la cama era apasionado e insaciable, sobre todo con Max, supuso que era la novedad lo que impulsaba la lujuria del rey pues Max no había estado en el harén de el Rey Pérez durante mucho tiempo, y había sido una adquisición muy difícil, una que el rey había tenido que luchar por sí mismo.

Max aún no sabía cómo había perdido la batalla. El era más grande que Pérez, más fuerte y más rápido, con un mayor alcance... pero Checo era tramposo, con una visión inigualable como si supiera lo que Max iba a hacer antes que él mismo, habían luchado durante lo que parecieron horas, hasta que Max sintió que iba a caer exhausto, luego todo terminó y estaba de espaldas con una espada contra su garganta.

Todas los demás concubinos habían llegado de formas más tradicionales: obsequios de reinos vecinos, vendiéndose para pagar deudas, otras provenientes de las subastas de esclavos, solo Max era un botín de guerra, y él era la joya de la colección de Pérez, la prueba viviente de su destreza en el campo de batalla, el premio de oro que el Rey valoraba por encima de todos los demás, pero Max estaba seguro de que la novedad desaparecería pronto.

El rey, después de todo, estaba en edad de casarse, una vez que estuviera casado, su atención se desviaría a su nuevo esposo y a procrear un heredero a través de una consorte femenina. Tendría poco tiempo para Max este enamoramiento del rey es meramente temporal.

Tenia que ser.

King Sergio- ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora