Lunares

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Deja de mandarme tantos mensajes mientras trabajo, Mariko.

Deja de mandarme fotos de ti desnuda.

Te desnudas para mí desde que éramos tan solo niñas, y me decías «Besa mis heridas, besa mis heridas y sanarán».

Deja de sacarte fotos desnuda y de mandármelas solo para dejarme ver tus nuevos cortes.

Mariko, deja de preguntarme si regresaré contigo, si estaré de vuelta en nuestro lugar.

Y cuando llegue, deja de verme como si quisieras llorar.

Sé que es egoísta de mi parte, pero no sabes el daño que me haces, nunca los has sabido.

¿O siempre lo supiste?

Las cosas malas que hiciste, Mariko.

...

Mariko tiene más lunares que los que se ven en su cara. Shi-chan los conoce todos, y cada una de sus cicatrices.

...

Shi-chan llega cansada a su departamento, sus pies duelen, sus dedos duelen, su espalda la está matando tras arduas horas de trabajo, sentada en su incómoda y dura silla de madera que bien podría haber sido usada en la época medieval como método de tortura. Sus ojos están hinchados y rojos de tanto mirar la pantalla del computador, y aunque lo único que quiere es acostarse y echarse a dormir tan profundamente que parezca muerta, apretujando a su linda Mariko contra su cuerpo, se da contra esta pared de concreto que es la realidad, porque lo primero con lo que se encuentra no son brazos abiertos, sino, una puerta cerrada.

Hay un único manojo de llaves, el que tiene Mariko. Tenían una copia, la cual, originalmente, le pertenecía a la despistada chica, pero ella las perdió y robó las suyas, así que no hay forma de abrirla con el método convencional.

Golpea varias veces, luego más fuerte, como aquella vez cuando eran pequeñas y aunque Mariko prometió lanzar cohetes con ella, nunca llegó y tuvo que ir a buscarla.

Llama, grita, empuja, golpea, comienza a desesperarse.

Esta chica es un constante peligro, no puede dejarla sola, pero tiene que dejarla sola, y ella le reprocha y le echa en cara el hecho de que la deje sola. Aunque está cansada, tan cansada, analiza la situación lo más rápido que puede, sin tiempo que perder. Se percata de que, aunque el departamento sea viejo, no sería capaz de tirar la puerta a empujones, no al menos antes de estar un tiempo forzando y forzando la entrada.

Tiempo suficiente para dar ese último corte seguro, o para deslizar los pies fuera de la silla o para dar ese salto, o tomarse ese puñado de píldoras. Así que como no son muchos los departamentos con los que comparten, sale afuera corriendo hasta el punto de casi tropezarse, con el concreto resbaladizo de las calles por el rocío constante.

Está sudando frío, las gotas ruedan por su garganta en cuánto se siente tragar saliva.

En el instante en que se choca con la escalera de incendios que está ubicada en la parte de atrás del edificio, la sube con tal velocidad que luce como un orangután que ha trepado ramas toda su vida.

Se hiperventila y algo quema en su pecho, pero no le presta atención, sigue subiendo hasta llegar al balcón que da a su departamento y es ahí cuando ve a Mariko, sentada en el piso con las rodillas contra el pecho y sus brazos envolviendo sus piernas. Ella está.
Ella solo está.

No hay sangre, ni píldoras, ni nada, nada esta vez.

Bien.

Cae rendida a su lado, boca abajo y siente que muere mientras intenta recuperar el aliento, se arrastra gateando cerca de la zona en la que Mariko se protege de la llovizna, frente a la puerta de vidrio que da a este balcón.

Mariko está desnuda, a excepción de que lo único que la cubre es una chaqueta que le robó a ella, la cual le queda bastante grande y holgada.

Mariko acostumbra robarle su ropa, o sus cosas, incluso cuando critica su estilo, argumentando que viste de manera masculina.

Ve temblar sus pechos por la brisa fresca de la noche y decide acercarse para cubrirla, cerrándole el cierre de la chaqueta hasta arriba.

Nadie la ha visto, no pasa nadie por estos lugares baratos en los que los únicos que alquilan son aquellos que necesitan más de tres trabajos para llegar a fin de mes.

Incluso si alguien hubiese pasado, no la habrían visto, porque todos siempre están demasiado ocupados en sus asuntos.

Mariko frunce el ceño, y ella casi nunca le muestra su enojo, ella no muestra enojo en particular con nada. Sí muestra desagrado, frunce los labios a menudo, también es especialmente sarcástica, irónica, casi sórdida, al estilo pasivo-agresivo, pero con un tinte de humor cruel que casi siempre va dirigido contra sí misma, como cuando "bromea" diciendo que la haría gastar menos si ella se suicidara.

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⏰ Last updated: Jul 16, 2023 ⏰

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Las Cosas Malas que HicisteWhere stories live. Discover now