del corazón

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  Se apoyó con cuidado, tratando de no ser brusco y causar dolor, únicamente buscaba acomodarse con el fin de estar tranquilo, en paz, lograrlo aunque fuera un poco. Colocó su mejilla contra el pecho ajeno, sintiendo la tela de la ropa rozar su piel, una tela suave a pesar de sus condiciones. Cerró los ojos y suspiró hondo.

  Estaba tranquilo, estaba cómodo, si cerraba las ojos el sentimiento se incrementaría, todo lo que pudiera interrumpir el momento estaba fuera de su alcance ya y estaba bien con eso, sólo buscaba estar sobre quien amaba, escuchando los suaves latidos de su corazón. Podía oírlos si se concentraba lo suficiente, si estaba listo para ignorar sus alrededores, si cerraba los ojos como si estuviera listo para dormir entonces el latir sería el doble de relajante.

  Quizá estaba exagerando, quizá era su imaginación, pero no tenía otra forma de sentirlo. Estaba tan en paz ahora, era tan reconfortante. Sentía un calor que necesitaba recorrerle el cuerpo, tanto así que no pudo evitar formar una sonrisa y hasta dejar escapar una risa. Sus manos apretaron la ropa con levedad buscando estar más apegado al cuerpo ajeno.

  Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando la mano de Yuu se posó en su espalda, los ojos carmín de Youran brillando con ilusión ante el gesto y restregando su rostro en su pecho como respuesta a su acción. Fue un toque tan suave pero lleno de cariño, algo que esperaría de su parte, digno de Yuu.

  Youran sonrió y rió de nuevo por lo bajo estrechando sus ojos cuando pudo seguir manteniéndose cómodo encima del joven serafín. No quería molestar con todo su peso encima suyo, no podía hacer más que apoyar únicamente su cabeza y parte de su torso, el resto lo dejaba fuera de su cuerpo. De verdad no quería molestar, no quería que fuera incómodo, además a él le bastaba con oír el latir de su corazón.

  Le relajaba estar con él, desde siempre se sintió acompañado por Yuu. Era de las personas más agradables que había conocido a decir verdad. Jamás lo había tratado mal, no recordaba que hubiese sido hiriente con él en algún momento de su amistad. Quizá porque su amigo siempre fue sincero y era capaz de decirle sus verdades sin sonar cruel o desubicado.

  Youran apreciaba eso, porque era lo que necesitaba cuando más cegado estaba. Apreciaba el cariño y confianza que Yuu le tenía, sabía que él era el primero en enterarse de secretos que Yuu no podía soltar con los demás, ni siquiera con su propio hermano, lo cual le subía el ego a más no poder, pero le hacía entender que era bastante querido por su amigo.

  Había tanta confianza, había lazos tan fuertes, había de todo entre ellos, qué más podía pedir de él. Un corazón tan puro y bueno como el de Yuu no podía estar a disposición de cualquiera, por eso él se encargaba de oír sus latidos. Por eso él era el único que se encargaba de reposar su cabeza en su pecho mientras el otro ángel acariciaba su cabello.

  Aunque esta vez su mano no estaba allí, sino que seguía en su espalda, aún dando unas suaves, casi imperceptibles, caricias con su pulgar. El resto de los dedos ni su mano se movían, era sólo el pulgar y eso bastaba para continuar relajando a Youran. Estaba tentado a sacar sus alas pero no quería quitar la mano de Yuu de ahí.

  Youran deseaba que Yuu hubiese sacado sus alas alguna vez para abrazarlo, pero jamás había ocurrido. Se sentía egoísta por querer que lo hiciera, porque sabía que Yuu tenía razones para mantenerlas ocultas. Le entristecía saberlo, añoraba con esos días donde un Yuu más joven mostraba sus alas gustoso y hasta volaba seguido con ellos.

  Youran recordaba cuando tuvo que cambiar su rutina de volar a varios lugares a caminar con tal de seguir a la par de Yuu. Nunca le importó hacerlo, él estaba bien con hacer que su amigo se sintiera con compañía cuando no quería o podía utilizar sus alas. No era tan flojo para no caminar hasta las tiendas que querían o hasta sus propias casas. Además estar con Yuu siempre lo valía.

  Sin importar que estuviera callado, que más que responderle lo escuchara, no le molestaba que fuera alguien de pocas palabras porque sabía que lo escuchaba sin importar cuánta palabrería soltase. Y cuando se quedaba sin habla o sentía que era momento, le pedía que le contara algo, que le hablara así invertían los roles y él se volvía el oyente.

  Quería hacer los mismo en estos momentos pero las palabras no le salían, no quería interrumpir los relajantes latidos con su propia voz. Quería continuar ahí y no quería, una vez más, molestar. Aunque fuera su última oportunidad de oírlo hablar, no quería, sus latidos eran más importantes de mantener. Eran su prioridad, era lo que deseaba, que continuaran, que no se detuvieran, estaba desesperado con ese anhelo porque el latir comenzaba a ser lento.

  Se intentó calcar, tomando una bocanada de aire lo más silenciosa posible y aguantando la respiración luego de ello. Su cuerpo estaba lo más inmóvil que podía estar aunque sintiera que algunas partes se le dormían por la incomodidad del duro suelo y la pose. No importaba nada de eso, sólo los latidos. Esos relajantes latidos que oía cuando podía relajarse junto a Yuu, esos latidos que oían cuando estaban en sus momentos más íntimos, esos latidos que...simplemente quería oír.

  Apretó las prendas con fuerza y sus dientes se tensaron unos con otros, su propio corazón latiendo raudo por la desesperación al no poder escuchar el sonar de los latidos de Yuu. Habían cesado, su corazón se había rendido y dejó de funcionar. Youran tenía sus ojos cerrados, negándose a abrirse por intentar estar en oscuridad y buscar un escape, buscando la relajación de antes. Pero no podía encontrarla ahora que el corazón de Yuu no latía, porque era lo único que le decía que continuaba con vida.

  Las lágrimas que había estado conteniendo caían con rapidez, mojando la ropa del serafín más joven. Youran ahora sintiendo el olor a muerte y sangre que los rodeaba y cubría, sangre de Yuu y su sangre propia. Las heridas abiertas de ambos.

  Él no estába tan herido, pero Yuu era un cuento a parte. Le había sorprendido que moviera su mano porque su brazo estaba herido, el otro ni siquiera estaba presente; atrás de su cabeza sangre por el impacto de haber caído de una altura considerable. Desde que se apoyó encima de él evitó esa imagen, únicamente buscó relajarse porque no podía continuar. Estaba muy débil él también, la batalla había sido dura. No quería estar encima de él por completo porque las heridas cubrían gran parte de su cuerpo.

  Youran sollozó, abriendo sus alas que eran un desastre de plumas y sangre, sólo para cubrirse junto al otro serafín. No tardarían en ir a por ellos y Youran no quería eso, pero tampoco podía dar pelea para defender lo que le correspondía; sus piernas heridas, tendones y músculos destrozados por armas que lo alcanzaron, su arma faltando en sus manos al haber sido soltada en algún momento. Estaba frustrado y dolido, odiaba que lastimaran lo que más amaba.

  Sus brazos rodearon más el cuerpo ajeno y sollozó de nuevo, esta vez echando una mirada al cielo. La lluvia no había caído todavía pero amenazaba con hacerlo, esperaba poder aguantar un poco más.

LatidosWhere stories live. Discover now