12| Tan cerca

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—Yo no me voy a poner eso— dije completamente decidido cuando llegó Murciélago.

—Claro que sí.

—No— la miré con la peor mirada que tenía y creí que funcionó.

Minutos después me estaba poniendo unos pantalones bombachos que tenían los lados abiertos y los puños bordados que parecían de oro. Era horrible, pero la parte de arriba me humillaba.

En el cuello tenía un hilo dorado y la seda negra salía de este en forma de triángulo. Solo me cubría la mitad del pecho y la espalda.

Lo único bueno que tenía esa ropa era que cubría algunas de mis cicatrices y mi intimidad. Lo único.

—Cambia esa cara porque pierdes tu encanto, aparte el negro resalta tu cintura— dijo Violencia.

—Viste, me da envidia, tiene mejor cuerpo que yo— apoyó Susurros—. Y su trasero es...

—Cierren la boca.

Se miraron una a la otra y empezaron a reírse a carcajadas.

—Ay miren, se puso rojo.

Eso las hizo reír más así que las dejé y me fui al sótano, ya me sabía el camino de memoria. El establo era una fachada y solo la estructura porque era su casa y en el sótano estaban las camas, que estaban separadas por todas esa vigas.

Toqué una madera para anunciar que estaba allí, pero me encontré con Murciélago desnuda y miré al techo.

—No te preocupes, no me avergüenza mi cuerpo.

—No me gusta ver a la gente desnuda.

—¿Otra costumbre de Balcé?

—Sí, allá la desnudez es algo que no compartes con todos, es... privada.

—Aquí en Pirro no, es normal ver a gente desnuda por las calles.

En mi estadía en el reino ya me había dado cuenta de eso.

—Sí, pero aún así no me gusta.

—Ya puedes ver— avisó.

Se veía más linda así, aunque sequía rara. El blanco hacía su color moreno aún más lindo y parejo.

Ella no tenía un pantalón, era como un taparrabos largo y abierto a los costados, y sus pechos estaban cubiertos con una tela en cruz que se anudaba en el cuello.

—¿Podrás moverte con eso?— pregunté, solo por decir algo.

—Sí, es más cómodo.

Alguien golpeó las maderas a lo lejos y Murciélago gritó en respuesta para avisar que ya subíamos.

—¿Por qué haces esto, Gingsred? Y dime la verdad.

No iba a mentirle del todo pero tampoco iba a decirle la verdad porque esa era mi última noche en Pirro y no quería arriesgar mi identidad.

—Porque la reina Sidrajes me quitó todo y a todos, porque la odio y porque si hay una posibilidad de vencerla voy a ayudar.

—¿Entonces estás trabajando para alguien?

—Para el príncipe... él está vivo— antes de que siguiera preguntando, me adelanté—. ¿Y tú por qué lo haces?

—Por mi nombre. Yo era la legítima heredera de la casa Starpo y un hombre me quitó mi lugar, desde ese día me dedico a ayudar a las mujeres sin nombre y con todo el dinero que robemos voy a poder ayudar a muchas más.

Eso era tan valiente como arriesgado, pero lo que me gustó más fue que no quería vengarse. Yo lo habría hecho, pero justamente porque ella no, cambié mis planea; que básicamente eran dejarla sola apenas consiguiera la esfera de sangre.

El Exilio del Príncipe [#1]Where stories live. Discover now