Jamil Viper, un estudiante serio, encuentra en la cafetería su único refugio durante el tumultuoso día escolar. Gracias a la indulgencia de Kalim Al-Asim, Jamil ha obtenido un breve respiro durante la hora del almuerzo para relajarse y alejarse del...
Se quería morir por el trato tan absurdo que sugirió Kingscholar, ¿verdaderamente le estaba pidiendo eso?
Primero llegó a sus clases como su rutina habitual, un poco ojeroso y con ganas de tirarse de un puente. Sus amigos se habían estado preocupando mucho por su salud; les parecía increíble que Jamil se encontrara en tan mal estado por su mesa arrebatada.
Estuvo con una cara de pocos amigos hasta que llegó el almuerzo. Se le iba a explotar una arteria de tanto pensar.
Su mesa era su mesa, solamente Kingscholar la ocupaba en la hora del almuerzo, ¿qué era lo que tanto le fastidiaba?
"Jamil-San está exagerando un poco, ¿no?" Uno de los gemelos habló, sin comprender demasiado lo que pasaba por la cabeza del amigo de su hermano.
"¡Jamil está en todo su derecho de enojarse!" Kalim se puso de pie, ya no le daban ganas de seguir comiendo. Se separó del octatrío y decidió que iba a almorzar con Jamil y Leona.
"Jade, mejor cierra la boca." Replicó Azul.
Si hay algo que le disgusta a Kalim, es que hablen así de su mejor amigo. No hay nadie más que lo conozca como él, no hay nadie más que esté dispuesto a comprender realmente al moreno más alto. Kalim se propuso no hacerle más daño y serle útil.
Los estudiantes veían como el prefecto de Scarabia caminaba con pasos firmes, pero era difícil tomerle en serio considerando su naturaleza.
Al llegar al salón, vio a su mejor amigo de la infancia con la frente sobre la mesa y a su compañero prefecto mirándolo con ojos incrédulos. Kalim llamó la atención de ambos y se miraron unos a otros. Subió las escaleras y se sentó al lado de Jamil, puso su almuerzo en la mesa y comió junto con ellos.
Ambos le miraron esperando una respuesta.
"La cafetería me agobia, mucha gente." Mencionó Al-Asim con fingida indiferencia. Ninguno de los dos le creyó.
Jamil volvió a posar su frente en la mesa, ya no le importaba que le mirasen así.
"Jamil... ¿estás bien?" Preguntó Kalim, preocupado por su amigo. Supuso que Kingscholar todavía no cedía. Podría probar en hablarle él, "¡Leona! ¿Eres amigo de Jamil? Veo que almuerzan juntos ahora, ¡me alegra mucho! Hasta te dejó comer en su lugar, debes ser muy limpio para que te haya dado tal libertad, ¿verdad?"
El líder de Savanaclaw miraba divertido al albino cuyos ojos casi se desprendían de su cara por lo abiertos que estaban. Volvió a mirar a el chico que tenía la cara apoyada en la mesa y posó su mano en el hombro del contrario, esperando a que hablara por él.
Jamil levantó su cabeza y miró a Leona. Lo miró con ojos cansados y planeaba decirle algo, pero no valía la pena.
"Senpai me ofreció un... ¿trato?"
"¡Oh! Me alegra muchísimo saber eso. Estoy un poco más tranquilo sabiendo que tú estarás tranquilo, ¿aceptaste?" Kalim tomó los hombros de Jamil y le regaló una sonrisa ansiosa. Estaba hablando demasiado rápido, y de eso se dieron cuenta los otros dos presentes.
Kalim jamás se cansará de decirle a todo el mundo que Jamil es su mejor amigo a pesar de que el mencionado siempre lo niegue. Sabe, o prefiere creer, que en el fondo Jamil realmente le quiere, solo que está cegado por el odio que ha estado acumulando por años.
El albino no tiene la culpa, pero le es difícil no sentirla.
"No." Soltó Jamil. Lo que le estaba ofreciendo Kingscholar era como si le intentara sumar traumas.
"..."
"...Aún." Completó el moreno más alto, restandole importancia a la situación y empezar a mover su pie de forma ansiosa. Buscando que las cosas escalaran rápido.
El trato que Jamil se oponía a aceptar era ser su sirviente. Ya tenía a Ruggie, ¿acaso solo lo hacía para que se sintiera más miserable?
Aparte de ser el sirviente de Kalim, también lo sería para este...
Viper comería en su lugar, sí, en su lugar, no en la cafetería. Leona necesitaba tenerlo cerca para pedirle cualquier cosa, y también que si Jamil no estaba, Kingscholar tomaría su lugar de nuevo. Pero si Jamil estaba presente, se sentaría en el de Ashengrotto.
Era un buen trato, pero Jamil no podía evitar sentirse molesto al pensar que también lo veía como un sirviente. Claro que era sirviente de Kalim para enmendar su desastre, pero sería sirviente de Kingscholar solamente para obtener algo.
Su preciado lugar.
El tan solo pensar en aceptar le hacía sentir patético.
Miró a Kalim y este tenía una mirada de desconcierto. Sabía que el trato no era algo bueno juzgando por la actitud de su amigo y cómo reaccionó. Si había alguien que conocía lo suficiente a Jamil, era Kalim y solo Kalim Al-Asim.
El albino no habló más, solo soltó un, "Ah..." para hacerle saber a su contrario que entendió.
Siguieron comiendo en silencio. Tenía que hablar con su amigo al terminar el día. Puede ser un poco ajeno a lo que es consolar a alguien, pues usualmente no lo hace completamente bien o piensa que dando regalos puede cambiar algo.
Esta vez no sería así. ¡Jamil tendría a alguien que de verdad lo apoye y lo entienda!
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Jamil estaba acostumbrado a lidiar con las tareas más complejas, pero esta vez, las respuestas parecían esquivas, escurriéndose como arena entre sus manos.
La sensación de impotencia y la falta de soluciones claras le resultaban abrumadoras, dejando una marca indeleble en su orgullo y autoconfianza. Por primera vez en su vida, Jamil se enfrentaba a un dilema que iba más allá de su "capacidad" intelectual por más estúpido que sonara, un desafío que no podía resolver tan fácilmente.
"Jamil, ¿Leona te está molestando, verdad?" Preguntó Kalim preocupado, entrando a la habitación de su sirviente sin esperar más para escucharlo.
"Me pidió que sea como su sirviente, ¿sabes?" Respondió Jamil, mirando a un punto fijo sin razón específica. Su mente divagaba días y noches, buscando paz y tranquilidad.
"Lo siento mucho, Jamil, pero... sabes que estoy aquí para cualquier cosa que necesites, ¿verdad?" Kalim se recostó a su lado y le dio un abrazo. A diferencia de los otros abrazos del heredero, este en particular brindaba seguridad y entendimiento. Con solo un abrazo estaba demostrando amor, paciencia, orgullo y esperanza.
