13 rosas blancas

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26 de agosto de 1900

—Tenía 18 años cuando todo eso pasó... aun sigue fresca en mi memoria, a pesar de que ya han pasado casi 55 años. Puede que no recuerdo con detalles todo lo ocurrido... pero se con seguridad que yo me iba a casar... que iba hacer feliz y que toda mi vida sería como un cuento de dormir para niños. Fui muy ingenua... aunque no me culpo... me enamoré en medio de una guerra...

3 de septiembre de 1847

—¡Maria!

—¡Juan!— gritó su nombre al ver que estamos muy lejos el uno del otro.

Él corre hacia mi con un ramo de rosas. Se ilumina mi rostro al ver que llega y me abraza sin siquiera un aviso previo.

Entonces se separa de mis brazos para verme de frente. —Señorita Márquez— lo dice con una sonrisa que hace que mi corazón se aliviane.

—Hola, joven Escutia— lo digo con una sonrisa. Observo las hermosas rosas que trae en su mano izquierda. —Lamentó ser tan directa pero ¿son para mi las rosas?

Las esconde detrás de su espalda y yo intento tenerlas en mi vista. —¿Cuales rosas, señorita Márquez?

—Las que escondiste detrás de ti— intento señalar las rosas pero él no para moverse haciendo que estemos dando círculos en medio de los portales.

—Yo no veo nada, tal vez se las imagino Señorita Maria.

Sonrió ante la escena que estamos haciendo en medio del camino de las personas, sin embargo, no nos dicen nada ni nos miran raro, ya que él lleva el uniforme del Colegio militar.

—Ya para, déjame ver las rosas— entre risas el me abraza aunque solo dure un segundo... pero para mi ese segundo duro muy poco y mucho a la vez.

—A sus órdenes— y entonces me muestra el pequeño ramo de rosas. Me las entrega con una sonrisa y yo las recibo con ilusión.

—Son bellísimas— las olfateó y huelen como un perfume que me pondría a pesar de su alto precio.

—No más que tú, Maria— mi mirada otra vez vuelve hacia al frente para mirarlo. Ni siquiera sabía que hacer o decir así que simplemente le bese la mejilla, sin antes mirar a mi alrededor para saber si había gente.

—No te pude traer mas rosas, estaban a punto de cerrar, ya es tarde.

Entonces empiezo a contar las rosas: en total son 12 rosas... el número perfecto. Las sujeto con fuerza contra mi pecho, y tomo con fuerza su mano. Empezamos a correr por toda la plaza, las luces, los colores, los olores hacían que este momento se volviera mágico.

—Espera Maria— escucho su voz sin aliento, agitado me hace parar en medio de la plaza donde hay grandes árboles a su alrededor.

—¿Qué ocurre?— digo sin aliento pero con una sonrisa. Creo que nunca había sonreído tanto en vida.

—¿Cómo estas? Hablo de tu hermano...

Mi sonrisa se contrajo a un de dolor, baje la cabeza y toque mi cabello en señal de nervios. —Me despedí hoy por la mañana.

Trague saliva y nuevamente lo miro a los ojos.

—No se porque el señor capitán Ortíz quiso que fuera a ese lugar... podría vivir el resto de su adolescencia en paz. No había necesidad de que fuera tan pequeño al colegio... solo tiene 12 años... crecimos juntos.

Me abraza y acaricia mi cabello en señal de tranquilidad. —Él estará bien, desde que me enviaste la carta pedí que me mandaran acá...

—Lo se, y no sabes cuanto te lo agradezco... dejar a tu familia y venir a una ciudad desconocida... muy lejos de la costa.

—Está bien, además las cosas se están poniendo más... complicadas— me toma de las manos y las besa.

—Escuché que se están preparando para otro ataque, mi padre está preocupado algo que es extraño porque él siempre se mantiene sereno ante la situación. Tal vez esté preocupado porque ya perdió a mi madre y solo le quedó yo... o no lo sé.

—Se que el General Márquez está preparado para enfrentar cualquier ataque...

Me besa la frente y lo abrazo con fuerza. Veo por encima de su hombro una rosa roja tan intensa que parecía sangre... me separé un poco y la corte sin hacerme daño.

Me separo un poco y la pongo en medio de las rosas blancas.

—Mañana te visitaré.

—Sabes que no está permitido.

—No sabrán que estoy ahí— le regalo una sonrisa y el la recibe.

—Pero ten cuidado,— observa el cielo y luego a mi —Ya es tarde, además hay hora de toque, te llevo a tu casa y luego me voy.

—No es necesario yo puedo irme sola.

—No podría dejar a mi prometida sola por estas calles tan peligrosas— me sonríe y me toma la cara entre sus manos.

Prometida cada vez que la escucho quiero hacer una celebración.

—Está bien. Gracias por las rosas.

—No me lo agradezcas— entonces poco a poco nos soltamos. Primero me alejo y después el.

Regreso a mi casa con una sonrisa en el rostro y olfateando la bellas rosas.

-🇲🇽-

26 de agosto de 1900

—¿Entonces era hija del General Leonardo Márquez?— escucha atenta mi historia

—Así es.

—Pero no hay ningún registro de que tuvo si quiera esposa mucho menos una hija.— Habla el periodista con sombrero extravagante.

—No era bienvenida así que nunca me reconoció como su hija... aunque jamás le guarde rencor... nunca me rescato de la esclavitud que infringió el enemigo de nuestra nación.

—Podría decirme qué pasó después de que fue 8 días seguidos al colegio militar...

—Claro...

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