Tras la máscara de la fama

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El que la sigue la consigue. 

Si te esfuerzas lo suficiente en la vida, esta te recompensará tarde o temprano. Siempre escuché un largo debate sobre si esto era una filosofía inspiradora o simplemente una excusa para no rendirse. En mi caso, decidí adoptarla como mi lema personal mientras perseguía un sueño que me parecía tan inalcanzable como un unicornio tocando el bajo en una banda de rock.

Mis amigos decían que era un tanto obsesivo. Claro, tal vez los recortes de papel de la influencer decoraban todas las paredes de mi habitación, y quizás mi perro pensara que su nombre era "Dame un like". Pero ¿saben qué? No me importa.

Hoy es un día maravilloso, el mejor de mi vida. Gracias a mi perseveranci.a he conseguido ganar el sorteo. Sí, soy el maldito afortunado elegido por Amelia Laurent ¡Todavía no me lo puedo creer!

De tantos millones de fans, soy el único que tendrá el privilegio de compartir con ella un día inolvidable.

Mientras empaco las cosas en la mochila, no puedo evitar recordar cómo empecé a seguir su canal. Es increíble cómo, a partir de una pequeña base de fans, ha crecido tanto. Su fama ha llegado tan alto que las marcas más lujosas le ruegan que sea embajadora.

Y ahora la vida me ha sonreído, debo aprovecharla al máximo. En dos horas estaré en el avión y no puedo perder este vuelo.

"Adiós, pequeño", le digo a mi perro, un pequeño carlino que adopté hace unos meses. Es muy mono.

En el trayecto recordaba cómo me hice adicto a sus videos, y cuanto más los veía, más me cautivaban. Su belleza, su sonrisa y su forma de transmitir entusiasmo por las partidas, todo me llamaba la atención.

Cuando llegué al aeropuerto, fui a una tienda de artesanía, compré una casita de barro. En ella coloqué la foto de un desayuno típico venezolano y algunos otros objetos de interés nacional.

Sé que es francesa, probablemente de gustos sofisticados, pero un pequeño detalle nunca viene mal.

Nada más despegar el avión, no pude evitar sentir un sueño profundo, apenas había podido dormir los últimos días. El viaje sería largo, 18 horas hasta Luxemburgo.

Un día...es todo lo que tengo para impresionarla, que nunca olvide mi nombre, para que quiera volver a verme, y tal vez intimar más.

Después de tantas horas, el avión finalmente aterrizó en el país del Gran Ducado. Respiré hondo, apenas podía mantenerme en pie, tenía el estómago revuelto.

Cuando bajé del avión, me dirigí al punto de encuentro, una zona sin gente aparente. Me hubiera gustado que fuera en público, para ganar algo de confianza y, sobre todo, popularidad, pero parece que ella desea mantener su privacidad.

En cuanto la vi, sentí cómo se me aceleraba la respiración y se me secaba la boca, como si llevara días sin beber una gota de agua. Tengo que admitir que las fotos de ella no le hacían justicia. Amelia es más radiante en persona.

Su pelo castaño cae en suaves ondas, y cuando se baja las gafas de sol, sus ojos azules capturan la luz con una intensidad cautivadora. Además, la piel que rodea sus ojos parecía iluminarse ante las luces brillantes del lugar, revelando un tono pálido y delicado.

Lleva un vestido corto estilo camiseta de color beige, acentuado por un cinturón que realza su figura, junto con unos tacones altos.

"¿Manuel?", su voz resonó en un tono seductor, acompañada de una sonrisa encantadora.
Sentí un nudo en la garganta, como si las palabras se hubieran esfumado.

"Manuel, ¿verdad?" insistió

"Sí... Sí, claro", respondí finalmente.

"Bienvenido a Luxemburgo", su voz era suave y acogedora, "es un placer conocerte finalmente en persona", pronunció mientras alzaba su mano derecha de manera delicada.

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