En un mundo alternativo llamado Eldoria, donde los cielos se teñían de colores imposibles y las criaturas mágicas deambulaban libremente, vivía un hombre llamado Alaric. Alaric poseía un don único: la capacidad de comunicarse con las bestias mágicas que poblaban su mundo. Desde dragones majestuosos hasta pequeños duendes traviesos, todos eran sus amigos y aliados.
La vida de Alaric era idílica hasta que, un día, una oscuridad incomprensible se cernió sobre Eldoria. Una sombra oscura, conocida como el Vacío, comenzó a devorar la magia y a corromper a las criaturas mágicas. Alaric fue llamado a una gran cruzada para detener esta amenaza.
Junto a un grupo variopinto de compañeros, Alaric se embarcó en una búsqueda épica. Lucharon contra hordas de criaturas corrompidas y se enfrentaron a terrores inimaginables. En su viaje, Alaric descubrió secretos ocultos sobre el Vacío y su propio poder. Cada batalla cobraba un precio, y Alaric comenzó a olvidar su vida anterior, incluyendo a su amada esposa y su niña recién nacida.
Finalmente, el grupo llegó a la fuente del Vacío, una dimensión de pesadilla donde la realidad misma se deshacía. Allí, Alaric y sus amigos lucharon contra el Vacío en una batalla épica. Sacrificios se hicieron, amistades se forjaron y se rompieron, y finalmente, Alaric, agotado y desesperado, canalizó todo su poder en un último esfuerzo.
El Vacío fue derrotado, pero el precio fue alto. Alaric perdió todos sus recuerdos, incluyendo el conocimiento de su magia y la memoria de su familia. Despertó en un mundo que apenas reconocía, con amigos que le habían acompañado en una odisea que él no recordaba. Se convirtió en un hombre sin pasado, sin habilidades y sin conexiones.
Alaric vivió el resto de sus días en Eldoria, una vida nueva y sin recuerdos. A pesar de la amnesia que lo consumía, encontró la paz en la belleza de su mundo y en las amistades que había hecho en su viaje olvidado. La tragedia de su pasado y la hazaña que lo había convertido en un héroe quedaron en el olvido, como un cuento de fantasía que se desvanecía al amanecer.
