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Te has vuelto un adicto al trabajo, ¿no?

El agua caliente borboteó en la taza de cerámica. Burbujas claras estallaron casi tan pronto como se formaron.

La cerámica se calentó; quemó las yemas de sus dedos. Poseidón hizo una mueca y depositó la taza en el mostrador de la sala de descanso. El agua chapoteó y se deslizó sobre el logo negro de la empresa: Olympique Tech.

Abrió la alacena encima de la cafetera; bajó la caja de café, escondida en la parte de atrás. Ignorando las cajas de té Tetley (había una regla tácita de no tocar el té de la señorita Smith sin su permiso), para tomar algo real.

Estaré bien.

Poseidón no pudo evitar la sonrisa que apareció en sus labios. Se había convertido en un adicto, sí. Pero su droga preferida no era el trabajo.

Ni siquiera era la cafeína.

Los labios perfectos y de un tono rojo cereza formaron una sonrisa—. No deberías quedarte aquí hasta tan tarde.

—Tú tampoco deberías hacerlo.

Poseidón caminó por el largo y curvo pasillo. Las sombras llenaron el espacio que no llenaba las luces de la ciudad, que entraban por las ventanas desnudas. Su compañía, Olympique Tech, ocupaba los cuatro pisos superiores de un gran edificio de oficinas ubicado en el centro de la ciudad. Su división ocupaba aproximadamente la mitad del undécimo piso.

A las siete de la noche, la mayoría de los empleados ya se han ido a sus respectivas casas, y los pasillos se encuentran vacíos.

No puedo esperar que mi equipo trabaje hasta tarde, tengo que hacer bien mi propia parte para ayudar a todos.

Poseidón cruzó los brazos sobre el pecho. No veo a su equipo aquí ahora.

Cada día te pareces más al Gran Hermano, señor Greco —ella resopló.

Estoy preocupado por usted.

La calefacción se encendió con un zumbido leve. Una impresora distante emitió un pitido, el metal gimió; raspó y se arrastró hasta el piso de arriba.

Llegó al final de una larga hilera de salas de reuniones y giró a la izquierda. Pasó de largo una pequeña habitación que se usaba como zona de conferencias y luego giró a la derecha.

Camino hasta la puerta de su oficina: esa que él solía tocar, esperando a que ella respondiera.

¡Ah! Mi teléfono se secó el pómulo con su dedo incide; sus ojos brillaron extrañamente a contra luz.

El asintió. Lo dejó en la sala de descanso.

Oh —ella se aclaró la garganta. Señor Greco, ¿verdad? Muchas gracias—dedos temblorosos se posaron sobre los suyos. El roce de sus pieles produjo en él una pequeña chispa y le picó las puntas de los dedos donde ella lo tocaba. Su corazón aceleró, pero su rostro siguió mostrando una expresión pétrea.

La textura sedosa en su piel no duro mucho, el dispositivo se deslizó de su mano rápidamente de su mano mientras la mujer lo tomaba. Kojiro —él la agarró del brazo antes de que ella pudiera darse la vuelta—. ¿Está llorando?

Yūwaku ni ochītta toki --- posekojiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora