Parte Única

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I

La música electrónica y cientos de luces invaden la residencia de la familia Lower. Los amplísimos cristales de la sala principal, que dan a la piscina, se mueven al compás de los potentes beats. Su vanidosa hija Andrea organizó una nueva fiesta para celebrar su primer mes de noviazgo con el atractivo Paul.

Son la pareja más popular en Rivers High School, nadie quería perderse la fiesta, aunque ser elegido para recibir la invitación de Andrea era todo un privilegio.

Sus padres están de viaje por Europa y vuelven mañana, así que las habitaciones de la residencia están disponibles para los más íntimos en su círculo de amistad, o Círculo Dorado como suelen llamarse entre ellas.

Andrea siempre viste con el glamour de marcas prestigiosas, nunca la verás con algo fuera de moda.

—¿Quién me ha regalado esto?—Gritó irónicamente y lanzó una carcajada burlona, a la que sus amigas se unieron.

Sus manos con uñas finamente esculpidas y pintadas extraen de una bolsa de papel amarillenta y arrugada un brazalete de muy barata confección, y lo eleva por encima de su cabeza para que todos lo vean.

—¡Esto es una broma! ¿Quién fue?

Todos se miran entre sí, pero nadie dice nada. Roxy es la más competitiva, pero sabe disimularlo muy bien. La desafía a que se lo coloque para ver cómo le queda, y todos la animan. Será una buena broma para recordar, mientras algunos preparan sus cámaras para registrar tal sacrilegio.

Andrea accede a colocárselo en su muñeca derecha y posa para que todos tomen fotografías. Incluso Paul se suma a la broma. El problema surge cuando intenta quitárselo; parece como si la maldita cosa hubiera reducido su tamaño.

Andrea se pone histérica intentando sacárselo, llegando al punto de casi lastimarse el brazo, mientras que todo su círculo íntimo hace un esfuerzo sobrehumano para evitar reírse de la situación.

Paul intenta calmarla, pero recibe una serie de reproches muy injustos, hasta que logra convencerla de que mañana la acompañará a Rivers First Jewelry. Allí, sin duda, podrán quitar esa desagradable cosa de su brazo.

II

Un estómago plano y unos buenos glúteos no se consiguen de la noche a la mañana. Por eso, Andrea sigue un estricto régimen de ejercicios a primera hora del día.

Su despertador sonó a las 07:00 horas y, al abrir los ojos, lo primero que ve es la odiosa pulsera. Intenta sacarla nuevamente, pero sin suerte; se resiste a salir.

Al moverla de la muñeca, percibe que la muy desgraciada le ha producido un leve sarpullido en la piel. Se levanta deprisa de la cama y se dirige al baño para lavarse con jabón y evitar que su piel se dañe aún más.

Pero al encender la luz, ve reflejado su rostro en el espejo. Su grito es tan fuerte como si hubiera visto un monstruo. Sus padres, que estaban ingresando a la residencia, lo escuchan y corren para saber qué sucede.

Andrea ve que su piel ya no tiene el tono dorado que tanto le gusta, sino un gris pálido. Lo peor es que falta todo un párpado que no le cubre un ojo y parte de la piel de un pómulo, por donde se puede ver su dentadura.

Se cubre la cara con las manos y cae al suelo en un ataque de pánico que le saca la respiración.

Sus padres entran en la habitación y observan toda la escena sin comprender qué sucede, pero suponen que se ha lastimado el rostro de alguna manera.

La madre se arrodilla junto a ella, la toma de los brazos.

—Andrea, ¿qué sucede? ¿Qué es lo que tienes en la cara?—pregunta.

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