9

589 71 1
                                    

Natalia.

—Gracias por acompañarme a casa. No tenías porqué hacerlo —comienzo diciendo. Dylan se mete las manos en los bolsillos delanteros del pantalón vaquero y se balancea sobre sus punteras—. Me ha encantado ver la película contigo.

—No necesito que me des las gracias. Sólo prométeme que si por alguna casualidad del destino tú y yo acabamos juntos, rompemos y la vida nos vuelve a poner en el camino del otro, me recibas con un abrazo que me deje sin aliento. Por favor te lo pido.

—¿A qué viene eso?

—Ver películas románticas saca mi lado más tierno —bromea.

—¿Qué ocurre si ves películas porno?

La pregunta le pilla de sopetón. No sé a qué está jugando, ni en qué piensa. Parece gracioso. Se muerde la boca y con el labio inferior en el interior, atrapado por su dentadura, sonríe.

—He hecho una pregunta —le digo, con seriedad.

—No puedo contestar.

—¿Por qué?

—Te morirás de ganas por comprobarlo. Y eso no puede pasar ¿recuerdas? Cuánto más lejos... —suspira, mientras camina hacia mí. Me coloca las solapas del cuello de mi chaqueta y con la mirada cabizbaja murmura—: Ojalá te atrevas a enseñarle esta parte de ti al mundo.

—La reservo para las mejores ocasiones.

—Natalia, una cita no debería de ser la mejor ocasión.

—Dime, Dylan ¿Ha sido esto una cita?

No le doy tiempo de respuesta, cierro la puerta del portal y me marcho con una sonrisa de oreja a oreja.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now