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Dylan.

Me está besando.

Mi crush literario me está besando.

Ha sido un beso en escena. Un beso fugaz, pero lo suficientemente largo como para saber que no me he saciado de ella. Que quiero volver a saborear sus labios, que no me ha dado tiempo a descubrir a qué saben en realidad. Que son los mejores labios que he besado jamás. Y que, estoy dispuesto a que se conviertan en los últimos.

Daría lo que fuera por meterme en su cabeza, aunque fueran unos minutos. Necesito saber qué le ha parecido, si ha besado otros labios mejores, si ella está dispuesta a que los míos sean los últimos que bese. Son tantas las preguntas por formular que no sé por dónde empezar. Es ella la que rompe el hielo.

—Sabes a Coca-Cola.

Me quedo unos segundo en silencio.

—¡Agus! —chillo, sin responder—. ¡La escena ha salido jodidamente mal! ¡No estoy contento con mi interpretación! —hago el amago de darle una patada a la primera silla que veo, pero al instante me arrepiento y la dejo dónde estaba. El director me mira con una ceja arqueada. Fingir que me cae bien está siendo muy complicado, todo sea por Natalia—. ¿Podemos repetir la escena?

—No.

—¿Y eso por qué? Vaya director estás hecho... ¿Quién en su sano juicio se conforma con la primera toma? ¡Spielberg y Tarantino temen que algún día les quites el pódium! —ironizo, entre gritos.

Al girarme me topo con Gia, que sonríe al verme en pleno estado de frustración.

—Quieres volver a besarla ¿Eh? —me conoce demasiado—. ¿Por qué no se lo dices? Que te gusta, quiero decir.

—No le metas pájaros en la cabeza al chico, cielo —comenta el subnormal de su marido. La llama cielo porque si la llamara por su nombre tendría que tener cuidado para no confundirse y llamarla por el nombre de mi madre—. Natalia es una chica difícil. Dylan no se anda con complicaciones, además, no les conviene. Ni ella a él. Ni él a ella.

—¿Insinúas algo? —mi tono de voz resuena con dureza entre las paredes de su despacho. Con un gesto le indica a Gia que cierre la puerta—. ¿A qué coño ha venido esto último?

—¡Vamos, Dylan! Te conozco desde que eres un crío, nunca te han gustado los compromisos. No serías capaz de mantenerlo con ella y eso solo provocaría que le rompieras el corazón. Y créeme, ya ha sufrido suficiente para que ahora vengas tú a poner el broche final.

Me duele que él, a quién consideraba mi segundo padre, piense así de mí, pero en el fondo ya nada me sorprende, no después de saber que es cómplice del mayor asesinato que he presenciado en mi vida, el de mi inocencia. Mi corazón. El amor entre madre e hijo.

—Me he enterado de que habéis pasado unas cuantas noches juntos —mascullo.

Natalia y yo llevamos siete días viéndonos sin descanso. Noche tras noche, excusa tras excusa. Noche de películas, series, juegos de mesa... y mucha pero que mucha temperatura, porque cada vez que su mirada se clava en mis labios y mi mano se adueña de su mejilla, juro que le rezo al puto destino para que una ráfaga de viento nos haga chocar y sus labios me besen con pasión.

—¿Qué ocurre, Agus? ¿Nos viste desde la penumbra de una esquina, mientras esperabas que Gia se fuera a dormir para follarte a mi madre? Qué feo lo que has hecho... ya me he enterado que ha pedido el traslado de Nueva York a Vancouver. Le has hecho cambiar de país... Tío —río, sarcástico—, te arrodillaste en frente de ella en medio de la comisaría para que aceptara. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Eso sí que es amor del bueno ¿eh? —ironizo—. Recuérdame que nunca quiera así a nadie. La forma que tienes de querer a Gia no es buena, pero tampoco lo es la que empleas con esa mujer que dice haberme dado la vida.

Nosotros Nunca [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now