Capitulo único: Amor: nuestro pecado mortal.

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Corría desesperado, los muslos le ardían pero tenía que escapar de su cazador, tenía que hacerlo, pues sabía que estaba completamente solo contra el mundo que decidió que él no era digno de vivir, que no merecía ser reconocido, un diablo así no podría tener alma, pues ese soplo de vida divino sólo es para seres elevados como los humanos ¿Qué podía él tener algo como eso? Aquel era un adefesio y debía ser castigado por seguir con vida a pesar de los años… y aun así ¿Por qué se aferraba a aquella vida cruel y sin sentido que le había tocado? Ni él lo entendía, quizás el orgullo le impedía dejarse vencer, aunque justo en ese instante se peleaba entre desear con vehemencia la muerte y el seguir corriendo…

“si tan sólo una persona, sólo una,  me mirara como algo más que un monstruo, como una mutación asquerosa de la naturaleza, yo bajaría mis puños y permitiría que acabase conmigo,  pero… no quiero morir así, como un vil animal… quizás no sea un ser humano pero… también siento y pienso, también sufro y también sangro… no quiero morir solo y sin conocer nada de aquello que otros llaman compasión, felicidad, amor… sé que es estúpido, y sé que en mi búsqueda pereceré como lo que todos dicen que soy, una bestia… pero debo intentarlo o mi vida no tendrá significado alguno” se decía a sí mismo sin parar de correr… de pronto sintió que los pies le ardían terriblemente perdiendo el paso y cayendo cerca del final de una barranca…

-          Aghhhhh – se quejó adolorido para mirar hacia atrás y ver a su cazador…

-          Al fin demonio  vas a morir… - decía aquel hombre encapuchado mientras saca un rosario y comienza a rezar y lanzarla más de esa agua que le ha quemado ya tantas veces antes….

-          Aghhhhhhh ¡basta!!! ¡¿Dónde está la piedad de tu dios?!! ¡maldito humano de mierda!! ¡maldito cura!! ¡mil veces te maldigo!!! ¡¿me oyes?!! ¡yo el demonio Inuyasha te maldigo a ti y a toda tu estúpida iglesia!!! Aghhhhhhhhhh…. – le quemaba, realmente le quemaba y lo hacía revolcarse del dolor, pero el hombre no paraba… continuaba su ritual… - ¡detente gggrr no sabes lo que estás provocando… humano tonto… para…. No podre controlarlo…aghhhhh! – le gritaba entre quejidos y gruñidos,  tal parecía que se convulsionaría por la fuerza con la que se retuerce, y no importa cuánto se esfuerce en detener lo que se viene ya  los ojos se le tornan rojos, sus garras crecen más al igual que sus colmillos y unas extrañas marcas purpuras en las mejillas le dan la apariencia demoniaca que le precede, su mente comienza a ser envuelta en una neblina espesa, y pierde toda capacidad de razonamiento, aquel cura ha despertado a la bestia que habita en él y ya todo está perdido… cuando el padre quiso huir fue demasiado tarde, lanzaba agua bendita y recitaba varios versículos pero nada funcionaba contra aquel ser con la sangre inyectada en los ojos de asesino sin alma, que pronto le destazó en dos segundos sacándole las entrañas mientras aun está vivo, Inuyasha se relamió las garras llenas de sangre y se quedó mirando a aquel hombre morir…

-          Humano tonto… - dijo casi en un gruñido… para sentir como la debilidad le regresa al cuerpo, al igual que la conciencia de sí mismo… odia convertirse en aquel ser, que siempre sale cuando está a punto de morir a manos de los padres y demás gente religiosa que lo persiguen cual animal… pero… ¿Qué tan culpa es suya defender su vida? Aun en contra de su voluntad, pues a pesar de todo a Inuyasha no le gusta matar a la gente… si así fuera ya habría arrasado con más de un pueblo entero…el odia convertirse en ese ser, lo desprecia tanto así que aun si sabe que con el daño provocado es mejor mantenerse en aquel estado sobrenatural para resistir el dolor, trata de recobrar la conciencia, incluso se acerca al  cadáver del hombre y en contra de su naturaleza demoniaca toma entre sus manos el rosario que portaba…. – aghhhhhh ¡quema maldita sea!! – grita soltándolo cuando ha logrado recobrar el control sobre si mismo mirando que incluso le ha provocado marcas en sus manos y palpita la piel cual quemadura de tercer grado… corrió en busca de un arroyo cercano, necesitaba calmar el ardor, la sed de tanto correr y limpiar de su cuerpo la peste de sangre que le hacía querer vomitar, ni siquiera se atrevió a mirar aquel cuerpo destazado, ya eran demasiadas muertes en su haber, y aun no se acostumbraba a mirarse a sí mismo como el demonio asesino que en realidad era, todos tenían razón en querer acabar con él… y aun así se aferraba a la vida miserable y solitaria que tenía…  se miró en el agua para ver su aspecto, cansado y demacrado, ¿Cuántos días duró la casería esta vez?

Yo pecador. حيث تعيش القصص. اكتشف الآن