CAPITULO 06 ✓

70 4 0
                                    

VICTORIA.

Al salir de la casa, tarareo una canción, levanto la mirada y le sonrío de lado a Edgardo. El muy maldito creyó que se escaparía de su castigo. Camino sin mucho apuro al vehículo que me espera y, al entrar, me encuentro con Charlotte, que está llorando desconsoladamente. Yo me río de su estupidez; todo esto lo causó su marido. No tendría por qué estar llorando; ella fue la que lo obligó. Por eso existen reglas en cada organización, y una de la Cosa Nostra es no traicionar al capo. Si lo haces, tu castigo será la muerte.

—Eres tan patética, Charlotte.

— Og du er en tæve datter —me responde al saber que tuve parte en esto.

—Deja de hablar en danés; tu lengua materna es el inglés. Además, no sé para qué te pones así. Me han dicho cosas peores para que esas palabras me afecten, y así me criaste: como una hija de puta que no le importa traicionar a la mano que le dio de comer —le digo riéndome de sus estúpidos insultos que podrían haber tenido efecto hace muchos años atrás.

—Eres una estúpida, mal nacida... —no termina de hablar ya que le asesto un golpe que la deja desorientada.

—Te dije hace mucho tiempo que crearía un infierno en la tierra para ti y tu esposo, así que no te sorprendas si corres el mismo destino que él —los hombres que van en la parte delantera miran la situación sin entender nada y cuando los miro apartan la mirada en un instante.

Cuando me miro en el espejo retrovisor tengo los ojos negros; mis dientes rechinan. Cierro los ojos para que vuelvan a su normalidad. El carro se pone en movimiento; repaso lo que acaba de pasar. Antes de montarme, me quitaron a Caden de los brazos; separaron a Hunter de mí. Estoy en el mismo carro que Charlotte; mi otra personalidad quiere tener posesión de mi cuerpo. Suelto un suspiro y cuando abro los ojos, la vista se me nubla.

—For pokker —maldigo en danés cuando no consigo ver.

—Cállate y deja de hablar en danés; solo Dios sabe qué es lo que dices —habla el copiloto.

—No te importa; deja de decir estupideces que a ti no te estoy hablando —vuelvo a cerrar los ojos.

No sé cuánto tiempo nos mantuvimos en movimiento; el movimiento se detiene de manera brusca. La puerta al costado de Charlotte es abierta y la jalan sin ningún cuidado hacia el exterior. La puerta de mi lado es igualmente abierta y salgo por voluntad propia.

Uno de los hombres que venía en el vehículo con nosotras empieza a gritar las órdenes; mi cuerpo es empujado hacia al frente mientras una voz femenina les grita a todo el mundo que se calle. Todos se ponen en fila frente a la mujer.

—El capo dio las indicaciones: todos excepto el bebé y el perro van a estar en las celdas; el bebé y el perro déjenme a mí llevarlos.

—Me atrevo a decir que el perro es peligroso y no lo puede llevar usted sola.

—Adelante, pero si el perro hace algo serás el responsable —el asiente con duda en su mirada y su cuerpo se mantiene tenso. Siento miradas en mí pero una sola me llama la atención; fijo mi mirada en esos ojos negros y sonrío; ella asiente con la cabeza sorprendida.

Nos llevan a las celdas e inmediatamente cuando Charlotte se recuperó del golpe empezó a llorar nuevamente. La verdad no sé qué espera; el olor a moho se hace presente una vez que estamos bajando las escaleras. Encierran a Charlotte separada de Edgardo y a mí me encierran en una de las celdas al final del pasillo.

Y finalmente, la sonrisa que me vengo guardando desde anoche sale a relucir. Tarareo la sinfonía de Beethoven; una luz entra por un pequeño orificio en la pared, una ventana donde no entra ni mi brazo. Suspiro con cansancio, pero valdrá la pena, eso lo aseguro; mi venganza no se está terminando, apenas es el inicio.

Visualizo mi entorno y la oscuridad abunda en una de las esquinas; me camuflo mejor en la oscuridad y solo sonrío, ya que solamente ahora toca esperar y ver si llega Salvatore.

Aunque solo espero que mi regalo le haya agradado, y aunque no matarán a Emilio, eso me da la ventaja.

—¡Maldita infeliz, es tu culpa que yo esté en esta porquería de celda!

El grito furioso retumba en todo el lugar; la satisfacción que se siente al haber desencadenado su furia no se compara con nada por ahora.

—¡No es mi maldito problema, hijo de perra! Se los dije muy claro a ti y a tu esposa aquel día; les dije que se lo tomaran como una advertencia y también les dije que era una promesa. Pero no me hicieron caso, y esto no es nada comparado con lo que les tengo preparado. Así que disfruta tus días de vida porque desde ahora están contados.

—¡Mal nacida!

—Que halago, pero creo que te equivocaste —su grito frustrado se escucha; sabe que para todo le tengo una respuesta. Cierro los ojos al tratar de controlarla para que no salga, pero creo que será imposible; los espasmos se vuelven más constantes que antes.

—Espero y esa maldita cosa no salga; quiero que se mate a sí misma tratando de salir —maldito, sabe lo que me pasa.

Los pasos suaves y delicados se escuchan bajando.

—Cállate; tú fuiste quien la hizo así, y resulta que ahora le tienes miedo.

Esa voz, no puede ser ella quien baje; creí que mandaría a alguien más. Ya veo que no. Muerdo mi brazo hasta sentir el sabor metálico de la sangre en mi lengua y rápidamente me aparto.

—Calma, toma esto y, por favor, no pruebes más tu sangre.

Asiento aunque no me pueda ver y, aún así, me busca por la oscuridad. Salgo y recibo la pastilla y el agua; me lo tomo todo.

—Qué bueno es volver a verte después de tanto tiempo.

—¿Cómo sabías que estaba viva?

—Ah, simple. A Edgardo Montenegro siempre se le ve cuándo miente.

El Lado Oscuro De La Mafia [ BORRADOR] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora