CAPITULO 09✓

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SALVATORE.

Nada, una mierda he encontrado, y el café no ayuda.

—Salvatore, encontré algunas cosas que te pueden servir —Daniel entra al despacho con la mirada en sus papeles—. Mierda, ¿qué te pasó, hermano?

Me mira y no necesito ver mi cara para saber que me encuentro de la mierda y me siento como tal. Niego con la cabeza y él se sienta mirándome expectante, pero no obtiene ninguna reacción.

—La reunión que tuve ayer dio frutos; conseguí muy poca información, pero tengo un nombre, y es el de la muchacha que está en las celdas. Su nombre es...

—Victoria —lo corto, sabiendo a qué punto se dirige. Es el mismo nombre que me dio mi abuelo y la información que me dio está incompleta. Dijo que ella era la única solución a mis problemas.

—¿Cómo lo sabes?

Me mira desconcertado sin creer. El maldito sonido de algún aparato perfora el aire y soy consciente de que si no lo contesto, me explota la cabeza del maldito dolor.

—¿Quién?

—Salvatore, es Danilo. Tengo nueva información, pero esta vez de Edgardo; encontré un montón.

—Perfecto, ¿cuándo nos podemos ver?

—¿Puede ser hoy? Mi jefe me llamó; me necesitan de nuevo en la agencia.

—Claro, nos vemos; te mandarán la dirección.

Corto la llamada y me sirvo otra taza de café. Daniel empieza a parlotear de que tengo que ir a la empresa para la reunión de hoy con los nuevos inversionistas.

—Quieres que vaya para que tú no vayas y puedas ver a tu novia abordar un avión.

—Parece que tienes ojos en todos lados; es completamente injusto, me siento expuesto —refunfuña mientras sigue murmurando cosas.

—Las finanzas de la empresa van cada día en ascenso; haz que Astrid cambie la reunión para la semana que viene.

—De acuerdo.

Sale de la habitación y unos toques se escuchan después, perturbando la paz nuevamente.

—Adelante.

Danilo entra y le indico que se siente; le ofrezco café pero lo rechaza.

—¿Cuál es la información que tienes?

—Es muy poca, la verdad, pero es lo que pude conseguir con el de informática —dice.

Yo asiento esperando a que prosiga con lo que tiene que contar y así es como empieza a hablar:

—La ubicación que me dieron está cerca de las afueras de Italia; una casa que le pertenecía a Daniel ya que era una herencia que le dejaron a él y a su hermana. Pero como su hermana desapareció, como ya sabrás, él la vendió a un tal Zack. Pero eso se lo tendrás que preguntarle a él y... —se rasca la nuca nervioso— pues es una de las hackers que tiene contactos en la CIA, así que no puede hacer mucho.

—Entiendo, muchas gracias; te acompañarán a la salida.

Nos despedimos y como si nadie me quisiera dejar descansar, entra Daniel. Lo miro mal por interrumpir pero le resta importancia y se sienta.

—Aprovechemos antes de que te vayas a dormir y hablemos con Victoria.

—Creo que por una vez estoy de acuerdo contigo.

Sonríe arrogante; caminamos por los pasillos para llegar a ese lugar lleno de suciedad.

El olor putrefacto nos recibe, el aire se vuelve sofocante mientras nos acercamos a la celda en la que se encuentra. Los barrotes de metal están oxidados en algunas partes.

Busco en toda la celda pero no veo nada, Daniel está inquieto buscando. La luz en esta parte no es muy buena y nos llevamos una gran sorpresa cuando arrastran a Daniel; queda pegado a los barrotes y la luz apenas entra.

—Pensé que tardarían más—, la voz es demasiado tranquila para mi gusto, suelta a Daniel pero no se muestra en la luz.

—Sí, también lo pensé pero eres la única solución—, digo acercándome a encender la luz dentro de la celda.

Aunque es escasa, se le puede distinguir el rostro, pero inmediatamente se da la vuelta como si no quisiera mirarnos.

—Aquí no es el momento; si quieren información, tendrá que ser en otro lugar—, dice muy bajo, más que nada en un simple murmullo.

—No vinimos por eso, más que nada sabemos que este no es el lugar—, dice Daniel, se encoge de hombros y la saca del lugar.

—No eres muy hablador, ¿cierto Salvatore?— Me tenso por completo, parando me atrás de ella y mi sombra parece abrazarla por completo. Su cara se alinea a la mía mientras se da la vuelta y quedamos frente a frente.

—Cuando quiero, hablo—. Mi voz sale ronca y me inclino un poco hacia ella; me escanea con sus ojos.

Sonrío y le paso por un lado, y sigo subiendo las escaleras hasta llegar al despacho. Daniel llega con ella unos segundos después.

—A ver, ¿qué necesitan?—suspira y se sienta frente a mí y Daniel a su lado.

—Todo lo que sepas de ellos dos—respondo, buscando mi teléfono.

—Bien, Edgardo Montenegro esconde muchos secretos; tiene negocios con la mafia rusa, colombiana e italiana pero es una pequeña parte de cada una. Esas mafias estaban esperando el momento para traicionar lo; él no lo sabía. La única de esas tres mafias que no lo traicionaría sería la italiana ya que su socio en esa era su hermano... Emiliano Montenegro. Edgardo se enteró que el diablo italiano lo mató o eso le dijeron. Nos obligó a escaparnos con él; por más que me intentase resistir no podía porque soy la única en su bando que sabe de informática.

—Tú eres su hacker—, digo más como una afirmación que una pregunta.

—Sí, él me entrenó toda mi vida para eso. A pesar de no ser mi papá biológico, me llevaron con él cuando tenía como 6 años y a mamá Rud la conozco porque él la contrató para que me cuidara. En ese entonces no la he visto desde que tengo quince y Edgardo me dijo que había muerto. Pero siempre se le nota cuando miente. Edgardo es un mierda de persona al igual que su esposa; jamás jugaron limpio en ningún aspecto de sus vidas. En la información que puedan sacar de Emilio, yo puse la dirección de esa casa porque sabía que iban por el hermano primero para luego ir por Edgardo. Aunque la traición es pagada con la muerte, nunca fui de su mafia en realidad.

Se recuesta en el asiento y nos mira. Asiento en dirección a Daniel y sale a buscar al bebé.

—Si se me permite, quisiera ver al perro—, mira la puerta por la que salió Daniel.

No respondo y me dedico a mirarla; su posición es relajada, pero el pequeño espasmo en su labio indica que está nerviosa, eso lo sé.

—Puedes dejar de mirarme como si me fuera a escapar.

—No.

Cuando me iba a replicar, entra Daniel con el bebé en brazos y ella, en el momento en que lo ve, le brillan los ojos y se levanta para cargarlo.

—Si quieres ir a ver al perro, Daniel te llevará—le digo.

Ella asiente y Daniel la saca del despacho. Recuesto la cabeza en el respaldar de la silla y cierro los ojos. Atrayentes, eso son sus ojos, como dos esferas oscuras que te quieren hundir en el abismo para que caigas y reveles tus secretos.

—No caeré y tú no serás más que un peón en mi juego—le susurro al viento.

El Lado Oscuro De La Mafia [ BORRADOR] ✓Where stories live. Discover now