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Largo un suspiro realmente aburrido. La montaña de papeles y solicitudes que debía chequear seguía intacta a pesar de que ya llevaba al menos dos horas trabajando en ellas. El café que había hecho se había terminado luego de unos minutos. Y el reloj parecía seguir congelado, no veía la hora de irse de la oficina para descansar en la comodidad de su hogar.

Bufo agotado, dejándose caer por completo en la silla giratoria, desabrochando los primeros botones de la camisa formal. Necesitaba algo para relajarse o caería en la demencia muy pronto.

Los suaves toques en la puerta llamaron su atención. Lo que le faltaba. Bufo nuevamente, ahora un poco irritado y murmuró un ronco "pase".

Los cabellos castaños de Roier, su asistente, fueron los primeros en asomarse por el costado de la puerta y luego de ello, pudo ver a su asistente, muy sonriente.

Fingió una sonrisa, tratando de evitar que él notará su cansancio.

── ¿Qué pasa? ──murmuró quedito, tomando una mejor postura, una mucho más profesional, en la silla.

Los ojos negros de Roier le miraron fijamente, en sus labios todavía notaba su reluciente sonrisa, lucia feliz, emocionado.

──El señor Buhaje está esperando afuera, dice que quiere verlo ──anunció, con ligera emoción. ── dice que es un tema importante.

¿El señor Buhaje? Le sonaba el nombre, pero ¿Por qué hoy?

Extrañado, asintió, tratando de entender porque el señor Buhaje estaba en su oficina y quería verlo.

En menos de lo que imaginaba, Roier había desaparecido de su vista y un hombre jodidamente apuesto estaba atravesando el umbral de su oficina.

Era él, no cabía duda.

Esos lentes oscuros, el traje, su cabello ligeramente alargado y esos bonitos rulos. Los piercings que le decoraban, el cigarrillo en sus labios finos, brillantes y la colonia embriagante, sí, era él, el señor Buhaje.

Bajó la mirada al darse cuenta del tiempo que se había quedado mirándole, pensando que quizás había sido muy irrespetuoso.

Aclaró su garganta, antes de levantarse y dirigirle la mirada, con una sonrisa.

──Señor Buhaje es un gusto tenerlo en mi casino, tome asiento, por favor ──, ofreció de la manera más atenta posible, esperando ser un buen y ejemplar anfitrión. En un rápido movimiento del pelinegro los lentes fueron parte del pasado.

Debía admitir que algo que envidiaba con demasía, eran esos hermosos ojos violáceos que tenía el joven empresario. De esa hermosa mirada, de ojos majestuosos y espectaculares pestañas.

Pronto ambos estaban sentados frente a frente, con el escritorio como obstáculo entre los dos. Los nervios eran evidentes, no era el más disimulado.

Mordió sus labios con disimulo, apartando algunos papeles del escritorio, dejando un espacio más ordenado, de ser posible.

── ¿Puedo ofrecerle algo de beber? ──indagó suave, sonriendo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo por completo cuando los ojos violáceos le observaron fijamente por unos minutos. Él no había dicho nada desde que había entrado a su despacho, y eso le era más escalofriante. Más seductor.

──Un shot de vodka.

El ligero tono autoritario y ronco le erizo la piel. Asintió suave, levantándose de la silla para caminar a la vitrina a un lado de su escritorio, junto al pequeño librero. Tomó con fuerza la botella de vodka y un pequeño vaso, perfecto para un shot.

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⏰ Last updated: Jan 22 ⏰

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