1. ¡No soy una niña!

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Hace 5 años.

-Dylan, déjala.

-Es que es una niña -replicó.

-¡No soy una niña, Dylan, deja de decir eso!

-¿O qué... niña?

Respira, Claire, respira. Recuerda, no le mates, es tu amigo aunque no os aguantéis.

-Dylan, tengo quince años. No soy una niña -repliqué.

-Vale, vamos a dejarlo en adolescente joven.

-¡¿Joven?!

-Sí.

-¿Cómo que joven? Adolescente.

-Joven.

-No, joven no.

-Sí, joven sí.

-Que no.

-Que sí, Claire.

-Que no.

-Que sí.

Bueno, señoras y señores, estas son las peleas que tenemos Dylan y yo cada cinco minutos.

Uy, qué maleducada soy, no me he presentado. Me llamo Claire, tengo quince años (soy adolescente), soy de Santa Mónica (California) y mi propósito para este verano era que Dylan dejase de decirme que soy una niña. Bienvenidos a mi mundo. Y... no he conseguido lo que quería. Y es que he conocido a este pesado este mismo año y ya me trata como si me conociera de toda la vida. Supongo que Aiden le habrá hablado de mí y de mi hermano, Lucas.

Todos los años voy con mi familia a veranear en Malibú. Allí nos reunimos con mis primos y mis tíos y, además, vemos a nuestros amigos. Somos un montón y cada vez que vamos el grupo crece. Este verano ya somos treinta. El único problema es que de mi edad solo estamos Marcos, Andrea, Amy, Natalia, el primo de Dylan (Jordan) y yo frente a veinticinco que nos sacan mínimo cinco años.

Y lo peor es que Lucas y Dylan han hecho una "hermandad" para ir contra mí. ¡Ni mi propio hermano me apoya! Y yo claro, siendo como soy decidí tener también una hermandad. ¿Con quién? Con Aiden. Sin embargo, la nuestra no es tan fuerte como la de mi hermano y Dylan. Va y viene según nos convenga.

-¿Ves como eres una niña? Estás discutiendo por nada.

-Entonces tú también eres un niño porque también estás discutiendo.

-Punto para Claire -dijo Aiden.

Por lo menos hay alguien que me da la razón.

Y lo que más me fastidia es que no me puedo enfadar con Dylan... al menos no de verdad. Es que, por más que lo intente, no puedo enfadarme con él. No sé qué es lo que hace pero aunque estemos discutiendo estoy tranquila con él. Contradictorio, ¿verdad? Bueno, puede que sí o puede que no pero es la realidad.

- Vale, vale, lo que tú digas, reparte cartas.

Estamos jugando al Uno, por si os lo preguntáis. Todas las noches bajamos a la piscina de nuestro edificio para bañarnos, jugar, hablar, escuchar música... Para pasar más tiempo juntos. Nos encanta. Casi siempre jugamos al Uno y tenemos nuestra propia forma de hacerlo: jugamos con vidas. Cada jugador tendrá tres vidas y a medida que vaya perdiendo rondas se le restará una vida al perdedor. Si alguien pierde todas sus vidas tiene una o dos vidas extras dependiendo de si quiere seguir jugando o no.

Otra forma de juego es con territorios: para empezar dividimos Malibú en una serie de territorios: el Matador State Beach, el Point Dume, Zuma Beach, Malibú Pier, Leo Carrillo State Park, la Laguna y el Centro. Luego hacemos rondas para repartirnos los territorios: elegimos un territorio para repartir y el que gane la ronda se lo lleva. Cuando ya tenemos todos los territorios repartidos empieza el juego de verdad. Cada jugador elige un territorio para la apuesta y puede elegir el 100% o el 50% de ese territorio. El que gana la ronda se lleva el 100% de un territorio y el 50% del territorio del segundo ganador. Se sigue jugando hasta que haya un ganador de todo Malibú. Puede parecer un poco lioso pero en la práctica es muy divertido. Una vez el año pasado fui yo la Reina de Malibú.

Pero este verano no hemos jugado mucho a los territorios porque a Dylan no le gusta. Él prefiere las vidas.

-¿Cómo vamos de vidas? -pregunté.

- Dylan una, Lucas dos, tú tres y yo dos -dijo Aiden.

-Genial. Dylan, voy a por ti.

- Y yo a por ti, Claire.

-¿Por qué?

-Porque eres la única que tiene tres vidas -respondió.

Uy no... todos van a venir a por mí... van a hacer una alianza los tres y me van a hacer chupar 30 cartas de una sola vez. Estoy perdida...¿Por qué soy tan buena jugando a esto? Voy a tener que empezar a dejarme ganar.

-Os puedo ganar a todos sin problema.

No me lo creía ni yo pero no les voy a dejar ver que tenía miedo de ellos. A ver, soy muy orgullosa y si había conseguido mantener mi racha de no perder ni una sola vida creo que tengo derecho a estar un poco asustada de lo que me esperaba con esos tres.

La partida estuvo muy reñida, el primero en ganar fue Lucas, quien todavía tenía dos vidas. Aiden le siguió salvándose y quedamos Dylan y yo en la eliminatoria. Tres vidas contra una, porque a Dylan no le gustaba jugar con extras.

-¡Uno! -dije, ilusionada.

-Chúpate cuatro y cambio de color al azul.

Mierda... Dylan te voy a matar. ¡Ya casi ganaba! Cogí mis cartas y me alegré de tener un chúpate dos rojo, un cambio de color y tres cincos. Estaba tirado pero a Dylan le quedaban solo dos cartas y si eran el mismo número estaba perdida. No podía saberlo así que, como uno de mis cincos era rojo y los otros dos verdes, decidí cambiarlo al rojo para que se chupara dos.Dylan tuvo que coger una carta porque no tenía rojo y pasó porque no tenía. Fue mi turno de hacer que chupara dos cartas y esta vez cambió el color al verde.

Gané.

Eché los tres cincos a la vez y le miré con una sonrisa.

- Te he ganado otra vez.

Aiden me dio la enhorabuena mientras Dylan y Lucas me miraban con mala cara. Uno menos, quedan dos. Seguimos jugando hasta que solo quedamos Lucas y yo, yo con dos vidas y mi hermano con la extra. La partida la ganó Lucas y yo tuve que poner mi lista de música para inspirarme. Mientras sonaba La Original de Emilia Mernes y Tini conseguí hacerle chupar seis.

-Vamos, Lucas, por la hermandad -le animó Dylan.

-Ni hermandad ni nada, callaos.

-Venga, Claire, tú puedes -dijo Aiden, como siempre de mi parte.

Solo una tirada más...

-¡Síiiii! ¡Gané!

Ganadora por tercera vez en una noche. Estaba en racha.

-Vale, enana. Lo has hecho muy bien pero tenemos que subir a casa ya.

Nos despedimos de Aiden y Dylan y entramos en el edificio.

-Ha sido una noche divertida -dije.

-Sí y has jugado muy bien, aunque creo que has hecho trampas.

-¡No he hecho trampas! Soy mejor que vosotros, eso es todo.

-Claro que sí, renacuaja -comentó riendo.

Nos dimos las buenas noches y cada uno se fue a su habitación. Mañana era el último día que estaríamos en Malibú y teníamos que aprovecharlo al máximo.

El verano en el que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora