I. «𝙵𝚞𝚌𝚔𝚒𝚗𝚐 𝚂𝚖𝚒𝚕𝚎𝚛 𝙼𝚊𝚗.»

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Desde que lo vio entrar a su bar la primera vez supo que le traería problemas.

Esa sonrisa tan encantadora, el vocabulario refinado, esos ojos tan rojos como la sangre. Lo supo bien, estaba totalmente desquiciado. Y aunque pareciera inofensivo y frágil, esa no era más que una fachada para ocultar su verdadero ser.

Husk nunca había caído por algo tan vanal como lo era el amor, pero lo hizo, desafortunadamente fue con Alastor.

No supo bien cuando fue que pasó, pero de un momento a otro se había convertido en el cómplice de sus asesinatos.

Si, al parecer su teoría de que ser un ciudadano corriente era una máscara era cierta. En realidad resultó ser un sanguinario asesino y de gustos culinarios realmente excéntricos que involucraban la carne humana. Maldición, de verdad que intentó alejarlo, pero él siempre regresaba y cuando miraba directamente a sus ojos, examinando su alma como un depredador se sentía encapaz de no dar su brazo a torcer.

Siempre terminaba ayudándolo a esconder los cadáveres desmembrados en bolsas de basura y dejarlos en un contenedor de basura cualquiera en un lugar alejado, después de todo, si era un lugar realmente lejos a donde estaba nadie sospecharía en lo absoluto. Siempre lo hacían cuando la madrugada entraba. Él llegaba y le pedía su ayuda con un trabajo peculiar, él aceptaba y terminaban deshaciéndose del cuerpo. A veces y cuando estaba de humor lo ayuda incluso a cortar ciertas partes del cuerpo de su víctima para que se lo quedara y luego lo cocinara.

Era un jodido loco por no haberle dicho a la policía antes, pero carajo, ¿Cómo decirle que no?

Más de una vez le reprochó y le pidió que dejara de involucrarlo pero él parecía no querer escuchar. Y para "compensarlo" lo invitaba a salir a algún lugar.

No era algo que le desagradara realmente, pero podía percibir el soborno que quería ejercer para seguir teniendo su apoyo en las locuras en las que estaba envuelto. Honestamente, odiaba sentirse así.

¡Maldita sea! ¡Incluso cuando le sonreía como el lunático que era le parecía encantador!

Estaba empezando a caer en su trampa, en convertirse en un adicto a sus gestos tan pequeños, a su voz, su mirada penetrante, el carmín de sus ojos. Todo lo embriagaba más que el alcohol que solía consumir casi a diario, todo de él le encantaba.

[...]

El humo del tabaco que estaba fumando danzaba en el aire gélido de la madrugada. Se encontraba mirando a los alrededores dentro de su auto, esperando a que el bastardo que tenía por "amigo" terminara de hacer sus mierdas psicópatas. Se encontraba de un humor pésimo, realmente pésimo. Todo se había vuelto confuso respecto a su relación con Alastor y lo hartaba. Quería golpearlo hasta el cansancio por volverlo alguien tan inseguro pero también quería llenarlo de besos y palabras bonitas por el enfermizo cariño que el propio locutor empezó a inculcarle como un método seguro de que no lo delataría con las autoridades.

El cilindro de nicotina siguió consumiéndose entre sus labios y sus amarillos ojos miraban con desdén aquella noche de luna llena. Su mirada se desvió inminentemente a su compañero, que ya había terminado de cerrar el contenedor con éxito y sigiloso, se apresuró a entrar en el auto. Husk desvió la mirada al frente al momento en el que Alastor se sentó en el asiento del copiloto.

El muchacho notó casi de inmediato la rabia que borboteaba desde lo profundo del corazón del hombre que encendió el auto y arrancaron de camino al bar.

Con su típica sonrisa de siempre, miró curioso al otro antes de alzar una ceja.

¿Todavía conservando viejos hábitos, querido?

𝗧𝗘𝗘𝗧𝗛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora