Prólogo

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Frío.

El otoño había llegado; Me encontraba fuera de la cabaña, observando el panorama, el bosque era un lugar lleno de paz, el ambiente estaba lleno de una tranquilidad inmensa, solo se escuchaban las aves cantando y las hojas moviéndose por el viento.

No sentía tanto frio, sin embargo, llevaba una gorra, y guantes, el aire frío golpeando mi cara, me hacía sentir relajada, si así se le podía llamar a lo que sentía, no he tenido un momento de relajación desde que llegue aquí.

Después de todo no sé si ellos fueron mi perdición o mi salvación.

Una silueta apareció acercándose a la cabaña, si no la hubiera conocido, tal vez entraría en pánico y correría del lugar, pero la reconocí: Axel.

Él sostenía una bolsa negra sobre su hombro –Qué demonios-. Me altere, mi corazón comenzó a latir muy rápido, últimamente estaba muy paranoica, ellos me habían revelado su secreto, ese secreto tan retorcido. Me escondí para que no me viera, tal vez estaba sacando conclusiones muy rápido. Al menos eso quería creer.

Él se acercó lo suficiente como para yo pudiera observar aquel liquido carmesí caer de la bolsa, mi corazón comenzó a latir más acelerado de lo que ya estaba, mi instinto se activó.

Corre. Corre.

Era lo único que se repetía en mi cabeza. Corrí, probablemente hice ruido porque escuché un –Mierda- por parte de él, en segundos ya sentía sus pasos seguirme.

Sabía que no llegaría lejos, seamos sinceros nunca fui buena en deportes.

--¡Alice! ¡Alice! Joder –escuche la voz de Axel llamarme --.

No pare de correr, mi corazón estaba desembocado y mi respiración agitada, Sentí unos brazos deteniéndome.

--Estas demasiado paranoica –el cálido aliento de Axel golpeo mi oreja, sorprendiéndome, estaba segura que aún estaba lejos de mí.

--¡Suéltame! –me moví en sus brazos para tratar de liberarme --.

--Joder deja de moverte –dijo intentando parar mis bruscos movimientos --.

--Bien, bien me calmo, pero suéltame --suspire-- ahora suéltame.

Axel no muy convencido me libero de su agarre.

-- Axel—susurre--¿Qué era eso...? –no me atreví a completar la pregunta.

--Un siervo –contesto encogiendo los hombros.

--Oh, pensé que era una persona muerta jajaja –reí nerviosa, pero al parecer a él no le causo gracia— ay que aburrido.

Axel comenzó a caminar, como si nada hubiera pasado, yo lo seguí, no es que me quedara muchas salidas. Llegamos a la cabaña donde estaba él: Cameron. Nos observaba con cierta diversión.

--¿Te asustaste caramelito? –soltó, con cierta burla.

--Idiota. –enserió odiaba que me dijera caramelito.

--Debes acostumbrarte, ya que convivirás con esto –volvió a hablar Cameron, encogiéndose de hombros, no entendí a qué se refería.

--No entiendo –dije con seguramente mi entrecejo fruncido.

--Ya sabes nuestro secreto, es obvio que no te dejaremos ir.

Engañosa perdiciónWhere stories live. Discover now