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La alarma sonó justo cuando el reloj marcaba las 6 de la mañana. La casa estaba sumida en una tranquilidad absoluta, y un silencio bien marcado. Así que el sonido repentino despertó a Nanami de inmediato. Aunque ya estaba acostumbrado a levantarse a esa hora, no fue difícil despertarse por completo. Apagó la alarma y se sentó al borde de la cama, dando inicio a su rutina matutina habitual. Recolectó su ropa, se dirigió al baño para cepillarse los dientes y tomar una refrescante ducha. Luego, se arregló el cabello y aplicó un poco de perfume en su cuello y muñecas. Era una rutina sencilla pero reconfortante que solo se enfocaba en su persona.

Sin embargo, ahora venía la mejor parte de su día: despertar a sus dos gemelos, quienes seguramente estaban profundamente dormidos en la habitación de al lado. Con mucho cuidado, Nanami ingresó en silencio, observando a ambos en sus camas, dibujando una sonrisa en su rostro y soltando un suave suspiro. Su mirada se posó primero en Yuji, quien tenía una mano colgando de la cama y un pie asomando por debajo de las sábanas, mientras un peluche de lombriz se encontraba a su lado, siendo abrazado por una mano de Yuji. Le impresionaba cómo a pesar de lo feo que era el peluche, Yuji se aferraba a él a tal punto de llorar cada vez que Sukuna lo ocultaba o hacía alguna maldad hacia este. Un recuerdo le hizo reír en voz baja, mirando su rostro y observando cómo un poco de saliva escapaba de su boca, pero manteniendo su expresión relajada y cansada. Por otro lado, Sukuna estaba completamente desordenado, con las extremidades extendidas y la cabeza ladeada. Incluso mientras dormían, eran desorganizados y algo revoltosos. Nanami no pudo evitar soltar una suave risa de nuevo ante esa escena.

En serio que adoraba a sus dos pequeños, incluso pese a ser lo más desorganizado de su vida, ni siquiera le causaba molestia cuando estos hacían que su rutina se rompiera, porque los amaba tanto, y no negaba que muchas veces amaba esto, que fuese rota por sus dos niños de 5 años. Sin más, dejó todo pensamiento para finalmente acercarse al medio de ambas camas, primero se agachó con Yuji acariciando su cabello, meciendo su cuerpo un poco.

– Arriba Yuji, o llegarás tarde a la escuela – pronunció con tal cariño, mirando cómo su pequeño comenzaba a despertar – Buenos días – dijo acariciando esta vez su espalda.

El pelirosa frotó uno de sus ojos, bostezando en su proceso mientras se acomodaba en la cama – Buenos días Papá – soltó con su vocesita aguda y mostrando una sonrisa en el proceso.

Nanami no borró su sonrisa en ningún momento, dándole un beso en la frente al pequeño antes de separarse para dirigirse al otro pelirosado. Inició justo como con Yuji, pero Yuji también se le unió, saltando en la cama y gritando el nombre de su hermano.

– ¡Despierta, no seas flojo! – gritó Yuji entre risas, pero la respuesta de su hermano fue patearlo, causando que casi cayera al suelo de no ser por su padre adoptivo.

– ¡Qué molesto eres, Itadori, eres muy molesto! – Despertó entre gritos, arrojándole luego la almohada – Te voy a quemar ese peluche asqueroso si sigues así de molesto.

– Sukuna, respeta a tu hermano – sentenció con seriedad Nanami – No seas brusco con él. Ahora de pie ambos, tiendan sus camas – ordenó con calma, revolviéndoles el cabello, caminando al armario de ambos para sacar los uniformes.

– Mi hermano es un estúpido, deberíamos tirarlo a la basura, viejo, hasta me avergüenza – miró a su contraparte, sacándole la lengua. – Ni siquiera lo quiero, si lo tiras no me voy a meter, es más, ni voy a llorar – comentó con indiferencia y seriedad en sus palabras.

Yuji, permaneció en silencio ante lo que dijo, para después hacer un puchero y comenzar a respirar con rapidez, sintiendo sus ojitos ponerse rojos y llenarse de lágrimas, con su pecho subiendo y bajando. Iba a llorar, y Nanami al escuchar rápidamente se dio la vuelta, sabiendo lo sensible que era el menor de los gemelos.

– Sukuna, pídele perdón – regañó acercándose con ambos uniformes, acariciando la espalda de Yuji después de dejarlos – No llores, jamás te haríamos eso, Yuji, ya sabes cómo es tu hermano. Te queremos mucho para hacer eso – dio una suave palmada, mirando cómo de a poco Yuji se tranquilizaba.

Sukuna soltó varias risas, señalando con el dedo índice a su hermano menor – Eres un tonto, por todo lloras, y todo te crees. ¿Cómo crees que vamos a tirarte, Yuji? No seas tonto – comentó dándole la espalda para empezar a cambiarse.

– Sí me dolió, pídeme una disculpa o te acusaré con Megumi – señaló con su voz rota, abrazando la pierna de Nanami.

Nanami observó una discusión infantil entre ambos niños, antes de verlos disculparse, con Yuji siendo el primero y Sukuna el último. Después de eso, miró cómo ambos ordenaban sus camas y finalmente les ayudó a colocarse el uniforme.

La paternidad de Kento Nanami حيث تعيش القصص. اكتشف الآن