perfume

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Husk alzó a Angel entre sus brazos y depositó su cuerpo dentro de la bañera repleta de agua. Cerró los grifos, se quitó la ropa con toda la agilidad que le era posible y luego se introdujo tratando de acoplarse al cuerpo de su pareja.

No era una rutina nueva. Dust volvía de fiesta cada fin de semana luego de tener unos días de mierda en el trabajo, las drogas recorrían su sangre y el ácido lo estaba afectando más de lo habitual porque se había sobrepasado.

Angie volvió a sentir como Husk lo abrazaba, estaba sentado detrás de él y le envolvía el pecho con sus brazos mientras la araña se acurrucaba contra su cuerpo. La sensación cálida del agua, los sonidos mojados pero relajantes ante el más mínimo movimiento...

Angel cerró sus ojos y jadeó aturdido cada vez que Husk besaba su piel y acariciaba su pecho. Lloriqueaba un poco por el impacto de sensaciones, su sensibilidad estaba a flor de piel y cualquier cosa lo afectaba en grandes cantidades. El mayor nunca dejó de mirar cada centímetro de su cuerpo, su hermoso rostro y sus labios sonrojados por la elevada temperatura de su anatomía.

Se encargó de enjabonarle la espalda y sus largas piernas, de acariciarlo y de lavar su cabello, frotándolo con ambas manos. Todo con mucho cuidado, con eterna paciencia para no alterarlo, hasta que al final el tenso cuerpo de la araña se relajó y llegó al extremo de reposar su frente sobre el pecho de Husk, como si hubiera perdido todas sus fuerzas y estuviera rendido ante él.

Hacía tanto tiempo no cuidaba a Angel de esa manera. Había olvidado esa fragilidad, esos momentos en que podía verlo absolutamente débil y demostrar sus sentimientos a través de sus caricias y besos en sus zonas más sensibles. Estaba demasiado vulnerable. Ellos dos eran pareja desde hacía poco, por eso mismo se preocupaba más que nadie y velaba por su seguridad.

No podía lidiar con la idea de que alguien pudiera lastimarlo en ese estado tan sumiso en cualquier tipo de antro nocturno.

Finalmente, terminó de limpiar su cuerpo y de frotar su piel. Angel parecía mucho más relajado, a punto de dormirse ante el suave tacto y cuidado protector de Husk. Había dejado de sollozar, posaba su cabeza contra el pecho del felino, quien lo envolvía entre sus alas rojas.

Su novio debía interrumpir esa paz y lo lamentaba porque le había costado conseguir aquel estado de relajación. Se incorporó de la bañera y apenas estuvo afuera, se esforzó en drenar el agua y alzar el delgado cuerpo de su pareja para acomodarlo sobre el borde de la bañera, envolverlo entre toallas blancas y secar su cuerpo con paciencia.

Angel volvía a abrir sus ojos perdidos y quedarse con la cabeza agachada sin entender nuevamente lo que estaba pasando. Husk lo levantó entre sus brazos como si se tratara de un peso muerto, y lo llevó envuelto en una larga toalla blanca, cargándolo como a una frágil muñeca. No podía apartar sus pensamientos de preocupación, pero tenía muy claro en su mente, que debía ser fuerte para poder seguir protegiéndolo.

Lo depositó sobre las sábanas de su cama con esos pensamientos muy claros en su mente, y apenas lo tuvo recostado, se apresuró en secar un poco su propio cuerpo y su cabello con otra toalla, ya que planeaba volver a recostarse con Angel y dormir con él para que el tiempo pasara más rápido.

Se arrodilló ante él y depositó la misma toalla sobre su cabeza para agitar su cabello y secarlo. Angie entrecerró sus ojos y suspiró algo agobiado y comenzando a sudar otra vez, gesto que no pasó desapercibido por Husk.

Perfume | HuskerDust Where stories live. Discover now