El Cellista y El Violista: Segunda Temporada.

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Capítulo Uno

[...]

—¿En serio me lo dices? Pero si apenas nos conocemos —preguntó Luján con una ceja alzada.

—Sip, sin problema, Luján —caminó hacia la Beta con una sonrisa, para pasar por su lado, caminando hacía las escaleras —. Dale, sigueme.

La chica comprendió y la empezó a seguir, ella la guió hasta un cuarto que se encontraba a lado del suyo.

—Este será el cuarto en donde te hospedaras el día de hoy —Maita sonrió bonito. Luján asintió con la cabeza con la sonrisa puesta —. Ahí se encuentran algunas ropas de tu talla, casualmente —señaló un armario, que está en la esquina de la habitación.

—Muchas gracias, con permiso —dijo antes de entrar a la habitación, alegre.

Maita cerró la puerta ajena, antes de dirigirse a la suya propia.

Se metió a bañar en el baño de su habitación, en el de Luján también había una.

Se bañó todo, salió y se vistió rápidamente para después bajarse a la sala. Aunque tenía apenas unos diecisiete años recién cumplidos, era una persona que quería respetar sus horarios de sueño.

Y eso; pagaba factura.

En varias ocasiones.

Salió de su habitación, apenas eran las diecinueve horas, no iba a desperdiciar aquel tiempo, quería al menos ver su serie favorita.

—Caso Cerrado, hay te voy —dijo con una sonrisa bajando las escaleras.

Se sentó en su sofá y prendió la televisión, se acomodó en el mueble de la sala; escuchando que la puerta de arriba es abierta, en donde se encuentra Luján.

Esta, empezó a bajar las escaleras en dirección a la propietaria de la casa, sentándose a lado de ella con tranquilidad.

—Emm, Maita, ¿Puedo hacerte preguntitas invasoras? —preguntó con una sonrisa, cruzando sus piernas en una equis.

—Pff, pues claro —sonrió con ternura, frunciendo el ceño, divertida por la actitud confiada de la Beta.

—Dale, primera pregunta. —alzó un dedo.

—Suelta —la animó a seguir.

—¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

—Pues, me gusta tocar mi guitarra, leer, escuchar música y escribir —relato con velocidad, cambiando de canal la televisión.

—¡¿Eres escritora?! —preguntó con entusiasmo, sorprendiendo a la más alta.

—Ehh… ¿Pues si…?-

—¡Yo también lo soy! —reveló.

Eso puso feliz a Maita, apagando la tele para seguir hablando con la otra, estaba dando gusto hablar con ella.

Empezaron a hablar de muchas otras cosas, como: ¿Cuál es tu comida favorita? ¿Música favorita? ¿Eminem, Michael Jackson or Justin Bieber? O, ¿Qué prefieres? ¿Ketchup o Mayonesa?

Y Maita respondía otra cosa (Salsa de Ajo, he’i).

—Mmm~... creo que es hora de descansar para mí… —mencionó con cansancio la Alfa, levantándose con cuidado, ya que su espalda le dolía a horrores.

—También pienso en dormir —avisó Luján, con una sonrisa, acompañó a la más alta hasta arriba, separándose para ingresar a sus respectivas habitaciones.

Maita se quedó ahí, en su cama, boca arriba, mirando al techo, sin saber que hacer, aun que tenga sueño.

Empezó a rezar como cada noche, en silencio.

Se acomodó mejor, escuchando como la pieza ajena unas risas. Ella también sonrió.

—También extraño su sonrisa y su risa… —pensó, antes de cerrar los ojos.

[...]

Una niña estaba jugando en un bello jardín, con un lindo vestido, dando vueltas en su propio eje. Emocionada por querer plantar y recolectar basura.

—¡Jajaja! ¡Ven, Maita! —gritó con alegría la muchacha.

—¡Ya voy, nde vairo! —gritó con diversión Mai, preparando los envases para regar las plantas y bolsas de basura.

—Vamos, Mai. Que quiero arreglar el jardín del parque y separar las basuras —entró la chica, alegre de pasar tiempo con su amiga.

Maita se rio por el entusiasmo de la más baja, acariciando sus cabellos. Ella solo se dejó, pero estaba desesperada en salir, no le gustaba los espacios cerrados.

—Bueno, tengo todo listo, amiga —preparó todo en una mochila grande, para llevar las cosas con más facilidad. Puso unos carteles en otra bolsa para que no se arruguen.

Salieron de la casa, para empezar a caminar con tranquilidad.

—¿Con que empezaremos? ¿Las plantas? ¿La basura? ¿Los carteles? —pregunta, tras pregunta lanzaba la chica.

—Oye, más despacio velocista —se rió la de pelos rubios —, primero empezaremos con… —paró de hablar al notar algo extraño.

—¿Qué pas-? —escucho algo que rozaba con agresividad el pavimento.

—¡CUIDADO! —Maita protegió el cuerpo ajeno, para evitar que le pase algo.

¡PUM!

Un auto impactó en un pilar de luz, dejando escombros en el lugar. Por suerte no afectó tanto a las chicas, pero si que las espanto. El auto se prendió en llamas preocupando a las dos.

—¡Debemos ver si está bien! —alejó con brusquedad a la que le protegía, para ver si estaba bien la persona que chocó con el pilar.

Se acercó con cuidado al herido dentro del auto, que respiraba agitado, con mucha sangre en su cara.

—A-ayúdame… —dijo con un hilo de voz el desconocido.

—Claro señor-

Una explosión se escuchó en toda la cuadra. asustando a los vecinos que se encontraban cerca. La chica se estrelló contra la pared, dejándola muy mal herida.

La sangre salpicó todo el pavimento, también a Maita.

Aunque Mai no reaccionó a tiempo. Se quedó ahí, congelada, sin saber que hacer.

¿Por… qué?

[...]

El Cellista y el Violista [Editando...].Where stories live. Discover now