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٠࣪⭑ KEITARO EN LO QUE LLEVABA VIVIENDO, jamás, sintió la necesidad de tener una figura paterna en su vida. ¿Le dolía no tener una? Claro que si, pero, también miraba los esfuerzos de su madre en hacerlo feliz e intentar opacar el puesto de un padre.
Por esas razones no preguntó sobre ese hombre que dejó sola a su madre con esa carga siento tan joven, porque ella era muy joven todavía, le mencionó en una ocasión que lo tuvo a él cuando aún era menor de edad.
Lo sorprendió, pero le sorprendió más saber que su familia no la apoyó cuando ella tomó la decisión de tener al niño, aún con los riesgos que conllevaba criar y tener a un niño a esa edad.
Pero ella nunca vio a Kei como una carga, lo vio como una bendición, siempre soñó con tener un hijo varón, y se le cumplió, por lo que no podría estar más que feliz. Y Keitaro sabe que cuando murió, no sentía un pésame, no se sentía mal por la vida que llevo, estaba feliz, feliz de tener a alguien como Kei, feliz de poder haber vivido el sueño de ser una madre.
Y al morir, tenía la confianza que Gojo Satoru se haría cargo de su bebé.
Kei por más tiempo que conviviera con Gojo, no llegó a verlo como un padre, tal vez como un tío, un primo, o solo un maestro con el que se lleva muy bien, ¿pero un padre? Jamás.
Hasta que a su vida llegó Nanami Kento, que ese hombre llegara a la vida de Kei fue lo mejor, él jamás, pero jamás, había visto a un hombre con el cual convivía, como una figura paterna, pero con Nanami fue diferente.
Con solo verlo, algo le decía a él que ya se conocían, que había algo que los uniera de cierta forma, por más que sus personalidades chocaran mucho, siempre había algo que los mantuviera unidos de cierta forma. Eso le agrado.
— ¡Nanami-san~! — el rubio corrió hasta el hombre y lo abrazó, a lo que él solo le acarició los cabellos.
— ¿Cómo has estado? — pregunta cuando el menor se separó, viéndolo con una gran sonrisa.
— He estado más que fantástico. — mintió, pero esa sonrisa podía engañar a cualquiera.
— Bien, me alegro.
— ¿Qué haremos hoy, Nanami-sensei? — pregunta con ese entusiasmo característico de él.
Nanami suspiró: — Ya te dije que no me digas 'sensei', no soy tu profesor.
— Ay, Nanami-san. —Kei hace un mohín con sus labios. — Para mí usted es mi maestro, me enseña a dominar mi técnica, ya que utilizamos la misma.
