🦞 Capítulo 4.

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Barranquilla, D. E. I. y P. – La Arenosa.

Exactamente veinticuatro horas habían pasado desde el incidente de la noche anterior.

La cabeza de Angélique no podía más. Estaba agotada mentalmente.

Luego de abandonar la discoteca y, estar a solas en casa, Marco estalló contra ella; la acusó de serle infiel con el músico y la arrojó afuera de la habitación del pent-house ubicado en una zona exclusiva en el norte de la ciudad.

No pudo dormir mucho, pues, aún no terminaba de asimilar el hecho de que Sam apareciera en su vida después de tanto tiempo.

¿Estaba metida en problemas?

Era lo más probable.

Sam parecía empecinado con ella y, aunque le daba mucha satisfacción no haber sido olvidada, debía idear algún tipo de plan para que el hombre se alejara, por su bien y por el de ella. Marco y su familia eran personas de cuidado, no obstante, su esposo era más una marioneta a la merced de su padre.

«¡Pff! ¡Estúpido extranjero!», pensaba Angélique de pie, frente a la cinta transportadora de equipajes.

—Desubicado —susurró para sí misma—... hijueputa... aparecer para complicarme la vida. ¡Gracias, Sam! —expresó sarcásticamente —. ¿Y en dónde carajos está mi maleta? Primero, el vuelo retrasado, y ahora no aparece mi maleta.

—También hablas sola. ¡Jah! Una cosa más que sé sobre ti.

Angélique se tensó al escuchar la voz sobre su oído. Volteó su rostro asombrado y tragó saliva, retrocediendo y estableciendo más distancia de la necesaria.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —indagó, con el tono más calmado que pudo.

—Pues... estoy de gira. Por lo que veo, veníamos en el mismo avión.

Angélique subió una ceja, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Ah, ¿sí? ¿Y dónde está el resto de la banda?

—En Cartagena —respondió Sam subiendo los hombros.

—¿Vas para Cartagena?

Yeah. Al igual que tú, según la información que tengo.

—¡¿Me estás espiando?! —dijo ella, descruzando los brazos y cerrando las manos en puños a cada lado. Su mirada destilaba furia excesiva.

—No me mires así. No es lo que piensas, permíteme explicarte. —Angélique esperó, mientras inhalaba y exhalaba, tratando de encontrar la calma—. Viajaba el viernes con toda la banda para Cartagena, pero tu hermano insistió en que me quedara para su fiesta. No había pasajes disponibles para los siguientes días, entonces me contó de la travesía que haría su hermana para llegar al mismo destino. Me lo propuso y acepté. Le dije que, si él se encargaba de reservar todo, por mí no habría ningún problema.

—Muy bien —contestó Angélique después de un minuto de silencio—... yo estaré allí por cuestiones de trabajo, así que dudo que nos volvamos a encontrar. De todos modos y por si acaso, mantente alejado de mí, por favor. Adiós.

Dio media vuelta con la intención de recoger la maleta que llevaba dando vueltas hacía un rato ya, cuando escuchó su voz nuevamente:

—Angélique...

Se volteó furiosa.

—¿Tú no entiendes? ¿Qué parte no entendiste?

—Cálmate... —pidió Sam soltando una risita—. Solo quiero ayudarte. Escucha, si vas a hacer el mismo recorrido que yo, supongo que vas a arrendar un auto.

Mi media langosta [ONC2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora