𝐕𝐢𝐝𝐚 𝐧𝐨𝐫𝐦𝐚𝐥

Prólogo.

Me despierto como cualquier otro día, sumergido en la rutina de la mañana. Sin embargo, algo se siente diferente. En lugar de escuchar el sonido familiar de mi despertador, una voz suave pero firme me saca de mi sueño profundo. Es la voz de mi abuelo, una presencia tranquilizadora que rara vez interrumpe mi sueño.

Con confusión en mis ojos somnolientos, me siento y lo miro, preguntándome por qué está aquí en mi habitación tan temprano. Antes de que pueda articular una palabra, su expresión serena se transforma en un anuncio impactante.

"Voy de camino a tu casa, al parecer tu padre murió"

Declara, sus palabras colgando en el aire como una pesada nube gris.

Cómo si se tratara de un mal chiste hago una mueca dirigida a mi abuelo, quien. permanece impasible, sin mostrar ninguna emoción evidente. La incredulidad se refleja en mis ojos mientras le pregunto:"¿En serio?"

El abuelo asiente, confirmando la noticia que me estremece hasta lo más profundo de mi ser. Sin embargo, lo tomó con una calma que sorprende incluso a mí mismo, como si una capa protectora se hubiera desplegado alrededor de mis sentimientos más íntimos.

"Voy a ver qué fue lo que pasó. Al parecer tu madre no para de llorar", declara mi abuelo.–Vé cuando puedas, desayuna y prepárate. Yo iré ahora.– agrega, mientras me deja solo en la habitación, enfrentándome a una decisión difícil.

Me quedo sentado, a la orilla de la cama, contemplando las opciones ante mí. Por un lado, la tentación de volver a la cama y retomar el sueño del cuál se me había arrebatado. Por otro lado, la responsabilidad y el deseo de apoyar a mi familia me empujan hacia la puerta, llendo en contra de mis deseos de seguir durmiendo, hacia el desayuno y hacia el camino que me lleva a casa.

El desayuno se acabó. Me encuentro de camino a mi hogar. Para aclarar las cosas el día anterior me había quedado a pasar la noche en casa de mi abuelo. Principalmente porque era entretenido pasar el tiempo con el adulto mayor. Aunque... La razón principal, era para evitar los conflictos con mi padre. Tener que escuchar todo su palabrerío en su estado de embriaguez no era algo que realmente quisiera hacer.

Es curioso, el día de ayer habría sido un día como cualquier otro. Ese viejo borracho durmiendo todo el día, desplegando por la casa un edor a alcohol y sudor que le causaría náuseas a cualquiera, yo y mi familia esmerandonos en lo hacer el más mínimo ruido para no despertarlo, el contra todo pronóstico despertando solo para gritar y azotar las puertas con fuerza, y mi familia soportando toda clase de abusos verbales. En mi caso... Pues yo me llevaría ocasionalmente el abuso físico.

Y era justamente la razón de haberme quedado en casa del abuelo. Alejarme un rato sería "bueno" para mí. Después de todo mi padre, incluso en su estado de embriaguez, jamás se había atrevido a agredir de forma física a mi madre. Incluso con su juicio nublado, tenía la dignidad de de no lastimar a una mujer. Ella estará bien, me repetía una y otra vez.

En fin. Así es la vida.

Mientras camino hacia casa, mis pasos se deslizan por las calles familiares que ahora parecen tomar una nueva vida bajo la luz del sol. El cielo azul y despejado, el suave susurro de las hojas en los árboles y el bullicio de la vida cotidiana crean un contraste impactante con los acontecimientos recientes que pesan en mi mente.

A pesar de la belleza del día, mi corazón se siente más pesado mientras me acerco a casa. La visión de un vehículo estacionado frente a la entrada me golpea de lleno. Una ambulancia, con su presencia imponente y sus ocupantes vestidos con mascarillas y equipo médico, agrega un aire de solemnidad al ambiente.

Personas entran y salen de la casa, moviéndose con un propósito que me resulta ajeno y desconocido. Cada paso hacia la entrada se vuelve más lento, mi mente anticipando lo que me espera al otro lado de esas puertas familiares que ahora parecen contener un mundo de incertidumbre y pesar.