⋆ ── 𝖲𝗍𝗋𝖺𝗒 𝗄𝗂𝖽𝗌 . ݁ ٬٬ ࣪ 𝗈𝗇𝖾 𝗌𝗁𝗈𝗍𝗌

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₊˚꒰🩰꒱‧ Solo tu mostrandole tu amor a Chan

𝟬𝟵:𝟬𝟵 — Chan está nervioso.

No lo dice en voz alta. De hecho, no dice nada en voz alta, simplemente aparece en la cocina para coger una rebanada de pan tostado de la encimera. Rizos húmedos goteando en la toalla colgada alrededor de su cuello, rozando tu mejilla cuando deja un beso de buenos días allí. Pero hay una cuadratura en sus hombros. Una mirada apagada sobre el color marrón de sus ojos y una tensión en la sonrisa que te da mientras se aleja. Las imágenes permanecen en tu visión después de que él desaparece por el pasillo, presumiblemente para prepararse para el gran día que se avecina. Palabras. Hay momentos en que abrazan a Chan como músicos de orquesta que esperan la señal de su director, como girasoles que giran hacia el este en la mañana feliz, pero hay otros momentos en que lo persiguen, como el mar sin rostro de espectadores en lugar de los artistas esperanzados, como las sombras que comprenden la noche insondable en lugar de los rayos de sol que siguen. Te levantas de tu asiento y un suspiro silencioso sale de tus labios. Chan necesita el sol hoy. Dentro de tu habitación, la toalla de Chan está encima de tu edredón, justo al lado de la tela blanca de la camiseta con la que durmió. La puerta del baño está entreabierta y derrama una luz amarilla sobre la madera dura. Lo empujas para abrirlo más. Libres para deambular después de quitar la toalla, las gotas de agua transparentes pavimentan senderos plateados a lo largo de los costados del cuello de Chan, sobre la suave inclinación de sus clavículas y las colinas desnudas de su pecho. Sus palmas están presionadas a cada lado del lavabo, sus ojos pegados al espejo frente a él, su mandíbula tan recta en su reflejo como en su persona. Salta cuando tu reflejo se une al suyo. Abre los labios y se prepara para hablar. Pero toda su lengua vernácula se evapora cuando tus manos encuentran su cintura, cuando tu aliento golpea su nuca. "Bebé", respira. Hay una pregunta incrustada en la palabra. La única respuesta que le das es el silencioso arrastre de tus dedos por el centro de su espalda. Él expulsa un escalofrío involuntario, y con él los músculos bajo tu toque se mueven como campos de caléndulas despeinados por una brisa similar. Besas la cresta más alta de su columna, dejando que tus labios permanezcan contra la suave piel por unos momentos antes de hacer lo mismo. , justo debajo de su oreja. "Qué..." Hace una pausa, traga. “¿Qué estás haciendo, ángel?”Cuando tus manos regresan a sus caderas, esta vez piden algo. Él obedece, te permite darle la vuelta y su espalda baja choca contra el mármol con un suave golpe. Te acercas a él. Lo suficientemente cerca como para medir sus mejillas sonrojadas, su aliento tembloroso y sus ojos marrones, marrones, cruzados por intentar mirarte. Lo suficientemente cerca como para que solo necesites inclinar ligeramente la cabeza para moldear tus labios en el hueco justo debajo de su mandíbula. Él gime, el sonido melódico y bajo y rápidamente amortiguado por el labio inferior que muerde. Chupas ligeramente, con cuidado de no dejar una marca pero completamente bien con la alternativa, luego pasas los dientes sobre la tierna piel y retiras. Pero no llegas muy lejos, ya que tu próximo destino es su nuez de Adán, a la que no llegas en barco ni en avión, sino mediante besos cortos y húmedos que resuenan en el silencioso baño, que arrancan de la garganta de Chan otro precioso gemido. avanzas de esta manera, recorriendo el plano de su clavícula, el valle de sus pectorales, quieres decirle que es hermoso. Es hermoso cuando se ríe tan fuerte que su sonrisa se vuelve cuadrada y su voz se vuelve chillona. Es hermoso cuando intenta no llorar y sus ojos parecen espejos porque está fallando. Es hermoso frente a las cámaras; él es hermoso lejos de ellos. Él es hermoso siempre, tu Chan, tu Chris. Eso es lo que quieres decirle, pero no lo haces. Ni siquiera cuando su espalda golpea el colchón momentos después y parece como si todos tus sueños más locos se hicieran realidad debajo de ti: pupilas tan abiertas que se han tragado sus iris, labios brillantes y temblorosos e inconcebiblemente besables mientras suspira tu nombre, cincelado. La parte superior del cuerpo se ondula cuando se apoya sobre los codos. Esforzándose por mirarte mientras bajas la boca hasta su ombligo, deshaces el nudo de sus pantalones deportivos con un suave tirón. En su lugar, se lo mostrarás.

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