Hinata, la Diosa del anal

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–Princesa del Byakugan, siempre he tenido la fantasía de tener sexo anal contigo. –dije mirando a los blancos ojos de Hinata.

La Hyuga y yo estábamos en una habitación de motel completamente desnudos y sudorosos, pues habíamos tenido sexo toda la mañana. Mi verga después de la última descarga, colgaba flácida de mi entrepierna. Hinata de rodillas ante mí, se relamía los labios terminando de tragar la última gotita de semen que quedaba en su boca.

–Amo acabas de complacerme muy bien. La cantidad de leche que pusiste en mi boquita fue tanta, que casi haces que se me derrame un poco.

La kunoichi se acercó a mí y al caminar sus enormes tetas rebotaban de un lado a otro. Me besó apasionadamente, apretando su cuerpo contra el mío. Nuestras bocas se devoraban mutuamente, nuestras lenguas jugueteaban entre sí, haciendo que hilillos de saliva se escurrieran por las comisuras de los labios. Hinata muy excitada, masturbaba con sus manos mi verga, que inmediatamente empezó a ponerse como un palo, firme y dura.

–Amo me encanta tu verga, sé que siempre te lo digo, pero es que realmente la adoro. –dijo la pelinegra susurrando con sensualidad las palabras en mi oído. –Amo, creo que ya está lista para que la metas en mi culo. Voy a cumplirte esa fantasía anal que tanto deseas conmigo. –agregó Hinata al tiempo que se ponía de espaldas a mí y con ambas manos, se abría las nalgas dejando ver el orificio de su ano. –¡métela! –exigió.

El ano de Hinata se veía delicioso, se brotaba como un pequeño anillo de piel rosada, que se abría y se cerraba como clamando ser penetrado ya. Dos nalgas enormes a cada lado, brillaban untadas de lubricante, ofreciendo una imagen de lujuria capaz de enloquecer la mente de cualquiera. Mi verga reaccionó, se hinchó más, dejando ver las venas que bombeaban la sangre a todos lados. Hinata al notarlo sonrió con lascivia.

–Mmm... veo que las ganas que tienes de follarme el culo son enormes. –dijo gimiendo mientras hacía movimientos de twerk.

Las nalgas rebotaban de arriba hacia abajo, y ver aquello fue demasiado para mí. Alguna bestia se desató en mi interior y tomó el control absoluto. Tomé a Hinata de los brazos y la empujé contra la pared, ella no se lo esperaba, por lo que su reacción inicial fue de sorpresa. Luego entendió que su Amo había sido exiliado, y que el hombre que estaba con ella en la habitación era alguien más, alguien que pocas veces acude a la superficie, pero que cuando lo hace, le provoca las experiencias más grotescas y excitantes en el sexo.

–Mi culo es tuyo, has con él lo que te plazca... ­

Hinata no terminó de hablar, cuando sintió mi verga abrirse paso por sus entrañas, de un solo golpe. Un grito ahogado salió de su garganta. Mi verga se había clavado hasta el fondo, y se había quedado ahí, quieta sin hacer ningún movimiento. La princesa del Byakugan jadeaba y respiraba con dificultad, había sido penetrada por el culo sin mucho respeto.

–Solo Dios sabe cuánto amo tu verga mi amor. –dijo entre sollozos Hinata mientras meneaba las caderas, deseosa de que empezara a bombearla.

Le estrujé los brazos preparándola para la mejor jornada de sexo anal de su vida. Yo sentía una mescla de emociones en mi interior, lujuria, ira, deseo, que ardían como combustible. Hinata brotó las nalgas y empezó a golpearlas contra mis caderas, clavándose mi verga en cada movimiento.

–Hoy yo te voy a culear a ti, Diosa de Byakugan. –dije con la voz ronca mientras estrellaba a Hinata contra la pared, empezando a bombearla.

–Sí, sí, sí, sí, sí. –gemía la pelinegra revirando los ojos y acariciando mis mejillas.

El interior del culo de Hinata era el paraíso, húmedo, apretado y estimulante. El esfínter se abría y se serraba al paso de mi verga, acariciándola y masajeándola. La Diosa del Byakugan era la Diosa del anal. Sus enormes nalgas golpeaban contra mis caderas, provocando un sonido sexual que era como tambores de guerra. Mi mente estimulada empezó llenar mi cuerpo de energía venida de la nada. Durante una hora el culo de Hinata fue follado de todas las formas posibles. La Diosa del anal gritaba como una loca, pidiendo muchas veces que parara, que no resistía más, otras veces exigía lo contrario, que no me detuviera por nada del mundo. Uno, dos, fueron muchos los orgasmos sucesivos de ella. Yo la había llenado con mi semen por dos ocasiones, y estaba al borde de correrme por tercera vez.

–Ya no resisto más... las piernas no me responden... dejaran de sostenerme en cualquier momento. –dijo Hinata mientras mi verga salía y entraba de su irritado ano.

–Hay que cambiar de pose. –dije susurrando las palabras al oído de Hinata. –Ahora voy a metértela bien al fondo, para que no se te salga mientras nos movemos.

De un solo movimiento clavé mi verga bien profunda en las entrañas de la Diosa del anal. Hinata dio un grito ahogado, pero aguantó. Al cabo de unos segundos habíamos cambiado de posición. Yo estaba acostado sobre la cama y Hinata estaba encima de mí, boca arriba abierta de par en par. Mis manos serradas detrás de su cabeza, aprisionaban sus piernas dobladas hasta los hombros. Toda la intimidad de Hinata estaba expuesta por completo. De su ano salía mi verga, que no había salido desde que comenzáramos hace más de una hora. Había dos descargas de semen atrapadas dentro de su culo por el tapón de mi verga. La empecé a bombear.

FIN


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