Prólogo.

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¿Quién es ese al que amas?

Dímelo, Ciel.

Me libraré de todos ellos.

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¿De quién se trata? — preguntó, sin despegar su mirada de la hoja de papel.

Elizabeth Midford, joven amo. Es la prometida del señorito Ciel Phantomhive — respondió el mayordomo de anteojos en su rostro, mientras peinaba un poco su cabello hacia atrás con sus dedos.

Se escuchó un carcajeo seco y sin ninguna gracia. La expresión del muchacho rubio era sombría, asesina y sádica.

Quiere que asista a su boda de mierda... — Alois entrelazó sus dedos, y sobre ellos posó su mentón, mientras su mirada yacía en la nada, pensativo -— él realmente quiere que vea cómo se une para siempre con una zorra.

Claude lo miró severo, ante tal forma de expresarse, pero sin decir ni una palabra, no se atrevería a refutarlo, no le convenía.

Claude, asistiremos — sonrió de repente el joven, mientras sus ojos se posaban en la mirada del mayordomo, que lo observaba confundido completamente. No entendía la reacción de su amo, pensó que haría algún tipo de berrinche, como era de su costumbre, pero sólamente se limitó a sonreír.

¿Está seguro de eso, joven amo? — Claude estaba dudoso. Sabía perfectamente los sentimientos de su amo por aquél joven de cabellos azules, aunque no lo consideraba amor, era una enfermiza obsesión compulsiva con el conde, pero, ¿quién era él para decirle algo? Sólo era un mayordomo.

Por supuesto, Claude, ¿cómo voy a faltar a su boda? Eso sería tan descortés — finalmente, aquél rubio desquiciado rió de una forma bastante enérgica para la situación, y luego simplemente se limitó a seguir revisando papeles aburridos, de los cuales no tenía el menor interés. Aveces simplemente le obstinaba el hecho de ser un conde.

Claude simplemente decidió asentir, pero tenía guardada cierta sospecha. La actitud tan relajada de su amo no era usual de su persona, ni tampoco aceptar su derrota. Estaría preparado para lo que fuera que su amo estuviera planeando en su retorcida cabeza.

Era algo impensable, que algún día ambos condes pudieran llegar a llevarse bien. Eran tan diferentes que ni siquiera queriendo podrían compaginar algún día, y por supuesto, esto era algo que irritaba a Alois. Habían llegado a soportarse, tanto, que Ciel estuvo dispuesto a invitar al rubio a su matrimonio con Elizabeth Midford, pero a Alois no le bastaba con ser invitado a una boda estúpida, él quería más, esa mocosa no podía arrebatarle lo que desde un principio fué suyo.

Ahí estaba la feliz pareja, bailando como dos cisnes en un lago iluminado por la luna risueña. El conde rubio tomó entre sus dedos la copa llena de vino oscuro, y sus labios se empaparon de aquél dulce líquido alcoholizado. Los observaba fijamente, cómo se tomaban de las manos y cómo se miraban a los ojos.

Alois río con sarcasmo y burla.

— Ciel, te dije que serías mío a toda costa... — susurró para sí mismo, mientras sus ojos irradiaban una locura completamente enfermiza — Elizabeth no puede ser mejor que yo... Nadie debe ser mejor que yo. Yo soy el único — relamió sus labios, mientras su retorcida cabeza creaba escenarios imaginarios, en dónde todas las veces él ganaba, de maneras completamente aborrecibles.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Apr 19 ⏰

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Junai Risutoreinto [Cielois]. ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt