𝗟𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗶𝗱𝗼𝘀 𝘆 𝗹𝗼𝘀 𝘀𝗮𝗾𝘂𝗲𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀.

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Era un maldito sueño, un maldito sueño que dolerá toda la vida, del cual no lograre despertar nunca, no lograre tener en cuenta que él no estaba más a mi lado, no estaba más conmigo.

Una vida sin Carl Grimes, nunca lo había imaginado, ni siquiera cuando recibió ese disparo, ni siquiera en todas las veces que corrimos peligro diario, nunca llegue a tenerlo en mente.

Aún viendo la tumba que Rick y Michonne habían cavado, era imposible convencerme a mi misma de que mi hermano ya está más conmigo. A mi lado.

Es solo una broma. Era lo único que pasaba por mi cabeza, un mal sueño del que mañana me reiría junto a él.

Subiríamos hasta el maldito tejado de mi casa, veríamos el anochecer y nos cubriríamos en sabanas hasta que sean por lo menos las doce de la noche, reiríamos. Como nunca debió dejar de ser.

Mire con atención el arma que Rick ponía en la cruz que él mismo había echo. ¿Por qué dejarla ahí si nos iríamos y alguien más la tomaría? No quería que ningún desconocido tuviera el arma de mi hermano. Nadie era digno de tener esa arma entre sus manos, ni siquiera yo.

Sin pensarlo dos veces me levante de donde estaba y tomé el arma entre mis manos, guardándola en mi cinturilla, la guardaría en mi ropa, como un tesoro.

Dándole una última mirada a la que sería ahora la tumba, el recuerdo de Carl. Me gire y hice mi camino directo a mi casa, escuchando los pasos de Rick y Michonne por detrás.

Suerte, ¿Dios?, o la mierda que sea, gracias a eso, ninguna de las últimas casa logró ser alcanzada por el fuego.

Entre a la casa sintiendo el frío recorrer mi cuerpo, todo esto que alguna vez tuve ya no era más mío, ya no era mi hogar, este lugar estaba lleno de almas perdidas, incluyendo la mía, la cual se perdió justo el día en el que Dereck murió y mi corazón se quedó aquí justo hoy.

Soltando varias lágrimas y un suspiro pesado subí las escaleras, escuchando el chirrido de las escaleras de madera al subir, ese maldito chirrido que nunca había estado ahí.

Entre a la habitación que me pertenecía a mi y a Daryl, me quedé durante unos segundos viendo todo con atención, hasta que me decidí a entrar por completo, sintiendo la nostalgia llegar de golpe.

Tantas cosas pasadas en esta habitación, no sólo sexuales, también más haya, sentimientos, lágrimas, creaciones, recuerdos, desprecios, odios, planes, amoríos, deseos, de todo.

Todo aquello que ya no está más.

Tomé una mochila que se encontraba tirada por ahí y comencé a meter ropa en ella, un poco para mi y también de Daryl, la necesitaría después, quizás cuando le de la gana de bañarse.

Cuando abrí el cajón de mi ropa interior deje caer la mochila y todo en mi se detuvo, mi cuerpo quedo paralizado y mi respiración se volvió rápida y pesada.

Tomé entre mis manos el anillo que hace unas horas había dejado sobre las manos de Negan, él estuvo aquí.

Hijo de puta. Pensé y solté una risa llena de cinismo, ¿en serio se había atrevido a entrar a mi casa y hurgar entre mis pertenencias?, lo peor de todo, ¡mis bragas y sujetadores!

Un suspiro pesado deje salir de mis labios y sin pensarlo mucho colgué el anillo en mi cuello, tal como lo tenía antes.

Se notaba que no lo quería ahora, se lo daré y me encargaré de dejarlo guindando en la maldita tumba en la que descansará de por vida cuando muera.

—Ellie. —Me di la vuelta de forma rápida mirando a Rick parado frente a la habitación— Tenemos que irnos.

Asentí de forma leve guardando el anillo por dentro de mi camisa, tomé de forma torpe algunas prendas interiores, mías y de Daryl, notando que faltaba mi conjunto rojo.

𝖠𝖥𝖳𝖤𝖱: 𝖾𝗇 𝗆𝗂𝗅 𝗉𝖾𝖽𝖺𝗓𝗈𝗌. Where stories live. Discover now