Único.

172 13 5
                                    

Oscuridad. Era lo único que mis ojos podían ver en aquel cuarto sucio donde ha estado encerrando por tanto tiempo, ya no lograba recordar ni cuanto había sido.

¿Cuándo fue la última vez que vio la luz realmente? ¿Qué año era? ¿Qué edad tenía él? No lo sabía, sus conocimientos poco a poco se habían ido borrando por estar casi siempre drogado. Apenas podía reconocer que estaba sobre una cama, una cama asquerosa.

La habitación de por si estaba asquerosa, al no tener la oportunidad de salir para nada, en lo que son posiblemente años, había terminado por hacer sus necesidades allí mismo. Siendo ahora completamente rodeado por un olor putrefacto, heces y orines, tanto en el piso como en la cama donde muy y apenas lograba dormir por su voluntad.

Estar en aquel lugar ya ni siquiera le parecía algo malo, quizás era el hecho de no saber realmente nada, él ya no era él, ya no se sentía él.

¿Hace cuánto no tomaba agua? Su garganta estaba extremadamente seca, no podía ni pasar saliva por el dolor que le provocaba hacerlo. Además, no hablaba, su deshidratación hacía que de su boca no saliese ni una sola palabra, muy apenas un agudo sonido agonizante, podría decirse que hasta había olvidado como hablar.

Su alimentación apenas existía, desde que su garganta se seco, no era capaz de comer, y al no tener los suficientes nutrientes, su cuerpo se desmoronaba cada que intentaba poner siquiera un pie en el suelo. Tampoco era como que antes comía muy bien, ese hombre que lo tenía apenas y le daba algo, había días en los que tenía que comer algún insecto que, por suerte, se encontrara allí.

¿Cómo había llegado hasta ese punto? Ya no contaba con sus dos piernas, habían sido amputadas hasta sus rodillas y uno de sus brazos había sido quemado con agua hirviendo, prácticamente ya no lo tenía, o así lo sentía él. Estaba delgado, demasiado delgado, en los huesos ya eran más que notables, su piel era solo una capa que "protegía" sus adentros y no desparramarse completamente.

Veía el techo, o lo que suponía que era el techo, no sabía en qué dirección estaba viendo realmente. Su mente divagaba entre recuerdos casi nulos, ¿cómo había llegado allí? Con todo, ya ni era capaz de recordar quien lo tenía allí encerrado, pero entre tanto que pensaba, alcanzaba a recordar a dos simples personas, y muy entre comillas, puesto que no sabía con exactitud si no eran producto ya de su imaginación.

Sabía que la última vez que había estado en el mundo exterior, había sido en halloween, de allí que su ropa no fuera normal, era un disfraz, un disfraz de un niño de 12 años que solo quería pasar bien la noche y empacharse de dulces hasta que no pudiera más.

Ese disfraz lo había conseguido gracias a alguien, su hermano, Roberto, una de las únicas personas que aún seguían en su mente. ¿Por qué? Quizás él tenía que ver con esto pero... Era su hermano, no debería de ser, su amor por su hermano menor había sido incondicional siempre.

En su mente aún tenía pequeños fragmentos de la última vez a su lado y nunca parecía haber sido sospechoso, como antes de salir a las calles para pedir dulces.

Dejó de pensar en eso cuando la puerta de las escaleras se escuchó rechinar, alguien iba a entrar y ese alguien era quien lo tenía allí encerrado, pero realmente... ¿Quién era? No lo recordaba, y no distinguía su voz por más que intentaba.

Un pequeño tramo de luz se observó pero su vista estaba nublada como para darse cuenta. Esa persona se acercó a él, escuchaba su respiración de manera distante, a pesar de tenerlo a su lado, estaba seguro que lo drogaria nuevamente.

-¿Cómo te encontrás, rulitos?... -Esas palabras se escuchaban distorsionadas para la víctima, fue un susurro además, lo que lo volvía más difícil de identificar.

Libertad. Where stories live. Discover now